Las diferencias entre Ricardo López Murphy y Domingo Cavallo son tan estrechas como las que puede haber entre los grupos económicos que representan y tan amplias como sus respectivas realidades políticas.
Al fin y al cabo, los empresarios que aplaudieron a rabiar el sábado pasado al ex ministro renunciante son los mismos que se cansaron de festejar durante muchos años al nuevo hombre fuerte de la economía. Sólo que al jefe de Fiel el tiempo no le alcanzó ni para escuchar el eco de la ovación.
La foto de estas horas, que corren demasiado rápido para aventurar finales cerrados, muestra la caída de un vocero del establishment y el ascenso de un interlocutor de ese mismo sector. La salida de un guardián de la doctrina y la llegada de un estratega que propone a sus fieles un programa de representación política.
Una representación que en su vida de militancia democrática no logró trascender lo suficiente como para permitirle ganar una elección municipal pero que lo habilita a intentar un atajo institucional y consagrarse como virtual primer ministro de un gobierno para el que no lo han elegido.
Con fuerza política propia
Un camino parecido transitó en su primera época como ministro de Economía. Aunque el escenario es distinto. A favor cuenta con una fuerza política propia que, si bien modesta, no deja de ser la tercera en el país, una imagen que suele crecer en tiempos de crisis y un presidente que no le disputará protagonismo. En contra, un presidente que tampoco le garantiza mayorías automáticas y cero stock de empresas estatales para privatizar.
Cavallo, más sólo y más libre que en su anterior período como ministro de Economía, asume para sí la responsabilidad de pilotear una movida para recrear aquella coalición de centroderecha y dotarla de consenso. Para ello, es probable que se pase algunos, sólo algunos, párrafos de la Biblia que condenó a López Murphy a la cruz.
¿Chicago's boys versus Harvard's boys? ¿Ortodoxia versus heterodoxia? Podría ser una diferencia pero no necesariamente la sustancial. Las historias de uno y otro los muestran rezándole, al fin y al cabo, al mismo Dios, sólo que en las últimas horas uno eligió el rol de Torquemada y el otro de un rey católico.
Contrariando la fe que cuida López Murphy, Cavallo entiende que los políticos tienen alma y está dispuesto a ganárselas. Hasta ahora, con la moneda del espanto.
Fiel a su estilo, esperó que la crisis tomara una temperatura insostenible y, antes de presentar cualquier programa, pidió poderes especiales. Si hay otra moneda, todavía está por verse.