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 sábado, 01 de julio de 2006  
Argentina no se animó a ganar y se quedó sin Mundial
El equipo de Pekerman lo tenía dominado, pero dejó renacer a Alemania y se vuelve a casa

Alejandro Cachari / Ovación Mundial

No se animó a ganarlo y lo pagó con el regreso a casa. Esta vez el dicho popular fue inapelable: “El que no arriesga, pierde”. Y Argentina, cuando disponía de un escenario propicio, de un desarrollo inesperadamente cómodo, se fue metiendo cerca de Abbondanzieri primero y de Franco después. Le permitió renacer a Alemania, una selección que no logrará hacer historia si no produce un giro de 180 grados para la semifinal. El castigo fue tan lacerante que la eliminación llegó desde los penales, como si el destino se hubiera ensañado con la selección de Pekerman. La multa fue exagerada para un equipo que dominó el desarrollo, minutos más, minutos menos, durante gran parte de las dos horas de juego. Pero no arriesgó. No lo fue a buscar cuando lo tenía. No tuvo el instinto asesino del que se jacta y se ufana Brasil.

  Eligió esperar, resguardarse, asegurar el cero en su propio arco. Y se quedó sin nada. Dejó pasar el tren, no se subió. Y el tren no volvió a pasar. Suele ser la pequeña gran diferencia que hay entre los grandes y los que les siguen.

  Las disquisiciones no sirven de nada a esta altura. Existe cierta traición a las reglas del juego cuando se intenta defender o criticar una variante una vez conocido el resultado del recambio. Esta mención se realiza porque pasarán unos cuantos días y la mayoría seguirá pensando por qué no entró Messi, o Saviola, cuando Crespo pidió el cambio.

  No tiene sentido cargarle a Cruz con la responsabilidad. Ni siquiera al entrenador, que hizo un gran planteo al que le faltó la cuota mínima imprescindible de coraje para cerrar el círculo que tan bien había armado el equipo en la cancha. Debe consignarse que una estrategia sin osadía tiende a fracasar.

  No obstante, quedó descarnadamente claro que Riquelme no estuvo a la altura de las circunstancias. Entonces, demasiado lejos llegó un equipo que careció de conductor durante toda la Copa. Cada uno le puede poner la cruz al cuadradito que corresponda: falta de jerarquía internacional, desidia, lentitud, inestabilidad emocional, etcétera. Se excluyen aquí las chances de algún problema físico. De otra manera, no se entendería que Pekerman lo haya sostenido siempre entre los once.

  El partido dejó una sensación de pena inmensa. No tanto por la derrota, que tiene una muy fuerte carga de angustia, sino porque el de ayer bien podría considerarse el desarrollo más sencillo de todos los que debió afrontar Argentina en el Mundial. Obviamente hay que exceptuar el choque ante Serbia y Montenegro, tan descontextualizado como la endeblez de un adversario destrozado por agentes externos.

  Qué lástima que Argentina no se haya decidido a trascender la aceptable barrera de los cuartos de final. Es una pena.


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Los jugadores argentinos no pueden disimular la frustración.

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