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 domingo, 05 de febrero de 2006  
[Primera persona] - El creador de Cerdos y Peces
Enrique Symns, el lobo en su refugio
El mítico periodista habló de su relación con las drogas y de su pasión por la escritura

Lisy Smiles / La Capital

Enrique Symns, creador de la memorable y extrañada Cerdos y Peces y de El Cazador, jefe de redacción de El Porteño, inventor de The Clinic (una revista que sacó en Chile), periodista de Clarín, La Voz del Interior, Sur y La Maga, autor de biografías como la de Fito Páez, artista callejero, monologuista de Patricio Rey y los Redonditos de Ricota decidió escribir su autobiografía, "El señor de los venenos". En diálogo con Señales, Symns muestra cierto orgullo ante la segunda edición del libro (editorial El Cuenco de Plata), aunque le da temor definirse como escritor. "Lo de escribir libros es por mi derrota como periodista", advierte.

Describir a Symns no es sencillo, ni siquiera para él. Es usuario de drogas desde hace años, explica que ahora su relación con ellas es "distante", mientras se lamenta de que las que circulan hoy no sean de buena calidad. "Ya no te envenenan", dice, pero su pena se hace más intensa al reconocer que "hoy no pasa nada", que la traición campea el ambiente cultural.

Delinquió y eso lo llevó a veces a la cárcel, otras al Borda o a cruzar fronteras. Rapiñó y algo de eso le duele. Cuenta que en sus noches sufre y casi como una confesión esgrime que lucha para que el lobo que lleva adentro no reaparezca. Pero no es un animal manso. "Casi no hay clase media que no sea miserable", ataca de nuevo.

"El señor es Symns y los venenos, las drogas. El hombre que se droga, tome aspirina o café, se está envenenando. O sea una droga es un remedio y es un veneno. Pero hay personas que toman las drogas para curarse y otras para «enfermarse» (las comillas las pide Symns). Yo era uno de esos, de los que se enfermaban", señala.

-¿Y hoy cómo es tu relación con las drogas?

-Distante, cada de una de ellas cumplió un ciclo. El efecto de las drogas se agota. La marihuana, ya no existe, es un remedio. La están dando los psiquiatras. Y con la cocaína ha pasado algo similar. A menos que ahora con Evo Morales vuelva a venir la buena. Lo que llega acá ahora es una cocaína de mala calidad, por eso está de moda el crack, el paco y toda esa variante.

-¿Tomarías paco?

-No, lo probé para ver qué era... y no. Primero, porque me parece que es una droga de bajo nivel y sobre todo porque produce un flash de cinco minutos. A mí me gustó siempre la cocaína por su larga duración y además porque no produce los destrozos físicos que produce el paco.


De San Telmo a El Bolsón
Por las manos de Symns pasaron textos memorables, miles de dólares y el vacío del que escapó una y mil veces. Hoy vive entre Buenos Aires y El Bolsón. En la ex comarca hippie hace un espectáculo "cómico filosófico" con su amigo Héctor Ledo, show que se llama "Un guión para Tinelli". También hizo radio en el invierno.

-¿Te sentís parte de la comunidad de El Bolsón o estás de paso?

-Digamos que yo paso la mayor parte de mi vida en Buenos Aires. Yo vivo en la República de San Telmo, ese es mi mundo. Cuando me muero de hambre en Buenos Aires, me vengo para acá.

-¿Donde está la acción hoy?

-Y... no pasa nada. La derrota ha sido global. Se derrotaron las pasiones, no hay conversaciones apasionantes en los bares, de esas que te movilizaban el culo de la vida. Se acabó la promiscuidad, hasta la afectiva. Y la sexualidad ha sido totalmente escaldada. Todo eso ha sido parte de la gran caída del alma de la gente. Estamos viviendo en un mundo sin alma.


Las heridas
Symns se confiesa un lector imparable, pero le teme a la denominación de escritor. En los 80 sorprendió por su manera de escribir por cuanto medio gráfico pasó o creó. Provocó y ubicó el punto del relato en territorios que muchos querían abolir, negar o no asumir. Mientras, por su cuerpo, ese que lo contiene, el uso de distintas drogas lo invitaban a encontrarse, pero no siempre disfrutaba el hallazgo. A veces con los puños, sin metáfora, y otras, con esas navajas llamadas palabras talló heridas entre los poderosos (un gran diario argentino, un ídolo de rock o un político).

-¿Qué sensación te produce haber tenido buenas críticas por tu libro en medios que vos criticás?

-Es raro, sí, como en Clarín. La verdad es que me sorprende. Pero Página 12 me censuró completamente porque somos enemigos personales con el director Ernesto Tiffenberg, de vieja data.

-¿Estas críticas no te hicieron pensar que estabas haciendo las cosas mal?

-No, para nada, porque yo sabía que era un libro que iba a pegar, porque la gente lo compra y lo lee por la parte del rock, los chismes. Lo que vende es mi experiencia en el rock y no la vida en sí o la escritura. Sin embargo, la escritura ha sorprendido a algunos que a lo mejor no pensaban que yo lo podía hacer.

-En las notas que salieron sobre vos te presentan como periodista, escritor y personaje del under porteño ¿Es así? ¿Lo de personaje under no suena esnob?

- No sé, que sé yo, la verdad es que todo fue de casualidad. Periodista no era, fui por casualidad, yo era monologuista callejero, se fue el jefe de redacción de Pan Caliente, me dijeron que yo hiciera ese rol y al poco tiempo el jefe de Clarín me llamó, porque le interesaba mi escritura. Y lo de escribir libros es por mi derrota como periodista. Después que cierro Cerdos y Peces quedé fuera de juego, a mí me apasiona el periodismo. Es la antropología de la vida cotidiana, conocer mundos e intervenir en ellos. Al quedarme fuera de juego empecé a tratar de convertirme, no quiero ni decir la palabra, en escritor.

- ¿Te da miedo decirlo?

-Y... sí. Tengo mis remansos de poesía interna que salen a veces y después, algunos trucos que voy aprendiendo, porque siempre fui un lector exagerado. No miro televisión, leo. Lo que es feo es la soledad de la escritura. Además, bueno... lamentablemente cuando escribo me emborracho más y me drogo más. Todos los proyectos de salud que hago se me van a la mierda cuando tengo que sentarme a escribir.

-¿Te molesta que se diga que sos un marginal o un resentido?

-No. Soy las dos cosas. La primera es más raro, porque no se puede elegir. Sos marginado. La segunda es cierta, soy un resentido. El resentimiento es algo que no se puede negar. Siempre me acuerdo de una novela de Dostoievsky, "Humillados y resentidos". Si sos ofendido, bueno, te ofenden, pero cuando te humillan, te bajan la vista del alma. Entonces, ahí nace el resentimiento de cualquier tipo. Está la traición, la de los intelectuales. Yo vivo esa traición de colegas, amigos, gente del rock.

-¿Vos siempre llegás de casualidad a los lugares?

-Todo sucede en la vida. Escribir para mí era algo que siempre me apasionaba. Yo tendría que estar agradecido en vez de estar resentido.

-Te estás volviendo bueno.

-Es que yo en realidad tenía destino de delincuente, de atorrante, de persona mala. Y la escritura me sacó de las partes más crueles de esa tendencia que tiene mi alma. El filósofo William Burroughs decía eso de que "en el alma de un hombre viven una oveja y un lobo".

-¿Y vos decidiste ser lobo?

-Tom Lupo decía que "uno nace bestia y se va haciendo hombre a medida que hace daño a los demás". A mí me pasó que por hacer daño a alguien, me arrepentí, y entonces me dispuse a ser "bueno" a la fuerza.

-¿Eso tiene que ver con los delitos que cometiste, las estafas, los robos?

-Los delitos que cometí, o por lo menos los que cuento en el libro, me perturban menos. Primero, porque el único delito es la propiedad privada, como dice (Pierre) Proudhon, por lo tanto apropiarse de lo ajeno es recuperar lo propio, en ciertas circunstancias de la vida. Sí puede tener que ver con el daño que provoqué con mi actitud en la calle, mi actitud rapiñadora. Esa parte me costó mucho hacerla desaparecer, pero también sé que sigue viva.

-También en el libro se nota que hay un Symns que sufre.

-Sí, vos sabés que eso yo lo digo, pero filosóficamente, no para obtener piedad. A mí me asombra la capacidad de sufrimiento, al revés que el dolor. Vos le pegás una puñalada a un gato y a los cinco minutos se olvidó, no tiene memoria, el sufrimiento es la memoria del dolor. Yo siempre cuando me voy a dormir a la noche descubro que sufro.

-Pero lo que vos mostrás en el libro es como a un tipo que siempre da pelea, que termina una pelea y enseguida provoca con un "¿A ver quién es el que sigue?".

-Sí, esa es mi actitud en la calle, y no cuando estoy muy loco, al contrario. Ahora me están haciendo muchos reportajes y voy perfilando un discurso cada vez más nietzscheano, más agresivo hacia la miserabilidad de la gente. La palabra miserable, según Niezstche, está definida por una actitud en un hombre hedonista, que quiere atesorar los mecanismos que le dan placer, y que es depredador porque arranca ese placer de su entorno sin importarle la infelicidad que ocasione. Y Buenos Aires está repleta de miserables, casi no hay en la clase media no miserables, y esa es la violencia que trato de evitar.
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El hombre. Enrique Syms se muestra a pleno en su libro "El señor de los venenos".

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