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 domingo, 05 de febrero de 2006  
Panorama político
La lucha del gobierno por bajar la inflación

Hugo E. Grimaldi

La terminología simplificadora de las siglas rigió una complicada semana económica. El IPC, el ROE y el MAC, sus definiciones y mecanismos, puestas en marcha y resultados tuvieron en vilo al gobierno y a los sectores, y generaron alternativamente lágrimas y sonrisas, señales positivas y daños colaterales no deseados, de acuerdo al cristal con el que se las analice.

En primer lugar, el tan esperado Indice de Precios al Consumidor (IPC), que registró 1,3 por ciento durante el primer mes del año, trajo una sorpresa que no debería haber sido tal para el gobierno: la carne bajó 0,5 por ciento, en simultáneo con el montaje de un complicado mecanismo de control para abastecer al mercado interno, mientras se descuidan los mercados de exportación que tanto costó conseguir.

El valor del IPC confirmó que una cosa es la inflación y otra el aumento de los precios. Muchos productos, aquellos que integran las listas que se firman a diario, quizás los de consumo más popular o simplemente aquellos que capta el Indec, efectivamente se han mantenido sin subir, mientras que el resto de las góndolas, la de los productos que consumen las clases más acomodadas, está en remarcación permanente. Un modo sui generis de redistribución del ingreso.

Para el gobierno -que pícaramente dejó trascender días antes que esperaba un índice superior, para hacer luego la pata ancha- el resultado de enero fue más que bueno, porque estuvo por debajo del 1,5 del año previo, "gracias" a los acuerdos "voluntarios" de precios que mantienen a diario ocupado al presidente Kirchner.

Una óptica más pesimista diría que se llegó a 1,3% "pese" a ellos, lo que se rebate de inmediato desde Economía con la mención oficial del componente "turismo", algo estacionalmente esperable, como el gran culpable del deslizamiento, con promesas de látigo incluidas si el sector no se modera en febrero.

De modo casi inédito, Felisa Miceli reunió el viernes a los periodistas acreditados en Economía sólo para pasar este mensaje y para acusar a los empresarios de comportarse de modo "antisocial". La ministra siguió, una vez más, el viejo proceder del gobierno de echarle siempre la culpa al de afuera.

En este punto se presenta una primera paradoja, ya que la suba de 44 por ciento en el subrubro "alojamiento" -lo que más se notó y molestó a las autoridades- se dio por la excelente posibilidad de veraneo que le dio a mucha gente el auge de la economía, pese a que las tarifas se mostraron en alza impulsadas por esa demanda.

Como ocurrió de modo explícito en el caso de los productores e industriales de la carne, cuando el presidente los acusó de "avaros", quizás en esta ocasión Miceli no quiso aludir a ese mecanismo legítimo de mercado y al hecho de que los hoteleros ganaron más, situación que por otra parte los veraneantes avalaron con una ocupación de casi 100 por ciento, sino que probablemente haya querido ratificar que, para el gobierno, "antisocial" es todo aquel que opera contra las expectativas inflacionarias, las mismas que trabajosamente se buscan encapsular con los acuerdos.

Igualmente, la monserga sirvió porque, en forma paralela, los dueños de hoteles, bares y restaurantes ya comenzaron a poner las barbas en remojo, con anuncios todavía difusos de bajas espectaculares en precios en hotelería y gastronomía que se mantendrán, en principio, sólo hasta que lleguen las vacaciones de invierno.


La culpa es de los Frescos
La suba en "alimentos y bebidas" es otra cosa, aunque su incremento explica nada menos que 0,9 por ciento de la suba del índice, con impacto directo en la canasta básica, que ya llega casi a 400 pesos. Aquí, la culpa estuvo en los "frescos", con la manzana y la lechuga en primera línea y con la segunda paradoja que surge del análisis detallado del índice: la carne, la tan vapuleada carne roja, sobre la que corrieron litros de saliva y de tinta durante todo enero, cayó en su precio promedio del mes 0,5 por ciento, con baja en casi todos los cortes populares.

Precisamente, en este rubro el Registro de Operaciones de Exportación (ROE) mantuvo en vilo al sector durante toda la semana, tiempo en el que no salió ni un solo embarque de carne al exterior. Al fin y al cabo, un éxito a lo Pirro, ya que éste fue el criterio del mecanismo controlador, para intentar que se vuelque más oferta al mercado interno, mientras se supone que las autoridades ya sabían que el índice venía en baja. Es lícito pensar que sólo siguieron adelante para calmar las broncas y para disciplinar al sector, sin medir los efectos de la medida.

En un país que tiene un tipo de cambio alto para impulsar las exportaciones, el ROE representa una barrera a las ventas externas que, por ahora, hay que cumplimentar a mano, ya que no se ha podido -o no se ha querido- diseñar un programa que lo agilice. Sin pensar en manos negras contra quienes no se allanaron a los deseos del gobierno o en que no se vaya a adoptar un criterio transparente que respete el orden de llegada, si hay ganas en el burócrata de turno el proceso durará al menos un mes, entre la entrega del Formulario y la aprobación.

En tanto, los frigoríficos deberán convencer a sus clientes del exterior asegurándoles que la situación es transitoria, que podrán cumplir hacia el futuro y que la calidad no se pone en duda, mientras cavilan cómo harán para recuperar las inversiones que se vienen haciendo en el sector. Se descuenta que ya hay otros mercados proveedores relamiéndose con la situación argentina y que saldrán a captar a esos clientes, aprovechándose de la incertidumbre del proceso, tal como lo hizo la Argentina cuando la vaca loca dejó afuera del mercado a los EEUU y a Canadá y la aftosa a Brasil.


Una cuestión de espalda
Por al lado de las inversiones, es más que probable que los frigoríficos grandes, con mayor espalda, vuelvan a apuntar al mercado interno para evitar quebrantos y que, de esa forma, comiencen a desplazar a los más pequeños, generando no sólo concentración, sino pérdidas de puestos laborales. Con todos estos argumentos en la mano, los exportadores le acercaron a Miceli un plan de autolimitación de exportaciones que termine con el odioso ROE.

La última de las tres siglas deriva del Mecanismo de Adaptación Competitiva (MAC) acordado con Brasil. La tan demorada firma de la posibilidad de limitar importaciones por parte del país que se sienta "invadido" por productos de su vecino, que celebraron el miércoles los presidentes Kirchner y Lula a través del teléfono, generó casi euforia entre los industriales argentinos y mucha desazón entre los brasileños.

En principio, los sectores locales de textiles, calzado, juguetes y línea blanca ya están anotados de movida para empezar a discutir con sus pares brasileños, tal como se prevé en el convenio. Quizás del otro lado, y en menor escala, se escuchen voces de queja por parte de los productores de cebollas, vino o arroz.

No obstante, el revuelo, sobre todo en San Pablo, fue mayúsculo y se criticó, y mucho, a las autoridades brasileñas a quienes se acusó de no poner todo el énfasis necesario para imponer un período para que los industriales argentinos se vuelvan más competitivos y sobre todo que no les queda muy claro qué hacer si la Argentina consigue menores precios en otros países y trae productos de otros destinos que están bajo la protección del MAC.

Aunque la letra chica y los procedimientos del mecanismo para imponer salvaguardas, cupos o aranceles no son tan tajantes en las definiciones como lo que buscaba la Argentina, ni por supuesto automáticos, las apelaciones al "consenso" entre los privados del propio documento y las observaciones sobre "moderación y sobriedad" que también soltó el canciller brasileño, invitan a pensar que será un mecanismo que no se utilizará de modo descabellado y que toda palabra en danza será vuelta a discutir varias veces.

"¿Qué significa daño? ¿Qué es irreparable? Todo será una historia de nunca acabar", señalaba un negociador del sector privado, ducho en estas lides frente a brasileños, quien supone que la concesión del presidente Lula tiene una contrapartida segura. "No dan puntada sin nudo", señalaba pidiendo prudencia hasta ver cómo funciona el MAC en la práctica y sin manifestarse sobre si los acuerdos de protección impactarán o no en los precios internos.
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