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 domingo, 05 de febrero de 2006  
La bomba islámica. El mandatario extremista quebró el clima de diálogo
La llegada de Ahmadineyad hundió las negociaciones con Europa
Francia, Gran Bretaña y Alemania avanzaban en un acuerdo hasta que asumió el presidente iraní

El conflicto nuclear entre Irán y la comunidad internacional ha pasado por altibajos en los últimos años. Pero la llegada al poder del presidente Mahmud Ahmadineyad a mediados de 2005, en lugar del moderado Mohamad Jatamí, significó el fin del clima de negociación constructiva y el inicio de las medidas rupturistas por Irán, que terminaron en la actual crisis.

Mientras que el régimen islámico de los ayatolás asegura que sólo utiliza su programa nuclear con fines civiles, EEUU, la UE y la Agencia Internacional de Energía Atómica (Aiea) sospechan, con pruebas a la mano, que quiera aprovecharlo con fines militares. En el verano de 2002, la Aiea, la agencia de la ONU para controlar los planes nucleares y galardonada con el Nobel de la Paz, descubrió los componentes clandestinos del programa atómico iraní.

Habían estado ocultos durante 18 años e incluían la importación de compuestos para centrifugadoras que sirven para producir uranio enriquecido. Sonó entonces la alarma sobre la posibilidad de que Irán fabrique armas atómicas y comenzó un tenso tira y afloja diplomático con las grandes potencias occidentales.

El enriquecimiento de uranio es la parte más sensible del ciclo de combustible nuclear, ya que tiene tanto aplicaciones civiles como militares, en función del grado de pureza o enriquecimiento del material producido.

El Tratado de No Proliferación de armas nucleares (TNP), al que suscribe Irán, no prohíbe este proceso, siempre y cuando tenga objetivos pacíficos y el país se someta a las inspecciones que aseguren que esto no cambie. Sin embargo, la Aiea no ha podido comprobar ese fin exclusivamente pacífico en el caso iraní, al contrario, halló indicios significativos de lo contrario.

Tras arduas negociaciones, en octubre de 2003 Irán acordó con los ministros de Exteriores de Alemania, Francia y Gran Bretaña (el llamado UE-3) una suspensión voluntaria de su programa de enriquecimiento de uranio. A cambio, la UE-3 se comprometía a buscar una solución negociada al contencioso. Este camino negociador se plasmó en noviembre de 2004 en la firma del llamado Acuerdo de París, en el que Irán reiteraba su voluntad de mantener suspendido su programa nuclear mientras negociaba con la UE un amplio paquete de incentivos económicos, políticos y nucleares.

Sin embargo, en agosto de 2005, con el presidente Ahmud Ahmadineyad recién llegado al poder y ante la supuesta falta de progreso en las negociaciones, Irán decidió reactivar la planta de conversión de uranio de Isfahán, donde se transforma el mineral en bruto en gas, paso previo para enriquecerlo en centrífugas. Y el 10 de enero pasado, tras nuevas reuniones infructuosas, Irán anunció que reanudaba los trabajos de "investigación y desarrollo" nuclear que suspendió en 2003. Ante la presencia de inspectores de la Aiea pero sin su anuencia, los iraníes rompieron los sellos que había puesto la agencia en su planta de Natanz y retomaron las actividades de enriquecimiento de uranio.
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En agosto de 2005 se retoma el enriquecimiento de uranio por orden de Ahmadineyad.

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