Año CXXXVII Nº 49012
La Ciudad
Política
Información Gral
Opinión
El Mundo
La Región
Policiales
Cartas de lectores



suplementos
Ovación
Turismo
Mujer
Economía
Escenario
Señales


suplementos
ediciones anteriores
Turismo 29/01
Mujer 29/01
Economía 29/01
Señales 29/01
Estilo 21/01
Educación 30/12

contacto
servicios
Institucional

 domingo, 05 de febrero de 2006  
Ellas preguntan

Graciela, quiero consultarte por los juegos de mis hijos. A ellos les gusta ir al ciber con los amigos, pero a mí me preocupa. Milena.

A diferencia de los adultos, quienes interactúen con sus semejantes en el mundo real en lugar de jugar, de los niños se espera que disfruten de sus juegos. Cada época y lugar ofrece "modas" para desarrollar lo lúdico. Por ejemplo, hemos visto desplazar a las muñecas de trapo por bebotes u otras de tamaño gigantesco hasta las esculturales barbies, y a las espadas de madera por sofisticadas armas de plástico y luces. Por otra parte los libros de cuentos y juegos de mesa cedieron su lugar a atrapantes escenas en la pantalla de la computadora o mini hazañas en los teléfonos celulares.

Aunque los juguetes o modos de entretenimientos cambien, lo constante es que el niño juega. No lo hace para los adultos, ya que no busca que ellos oficien de público, pero tampoco necesita ocultar su juego. Esa actividad está guiada por un deseo que ayuda a su educación: al ser grande, el niño imita lo que ha visto en los mayores y no existen razones para esconder sus ganas.

Generalmente las historias en las que se involucra como espectador (frente a la pantalla) o aquellas donde participa activamente, se encuentran protagonizadas por "buenos" y "malos". Los buenos son los auxiliares del yo, ayudándole a convertirlo en "héroe", mientras que los "malos" son sus enemigos y rivales. Las fantasías despertadas en los juegos ubican al yo en un altar, héroe de todos los sueños diurnos y castillos en el aire. Es así como en la adultez los sueños e imaginerías funcionan como sustitutos de los antiguos juegos infantiles.

Decía Freud: "Se espera que el adulto pueda sofocar sus fantasías que lo avergüenzan y debe esconder, dejando de lado aquello en lo que fue malcriado en su niñez con el propósito de insertarse en la sociedad donde sobreabundan los individuos con parecidas pretenciones".

Graciela Lemberger

Psicoanalista

Enviar las consultas a

[email protected]
enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo


  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados