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 domingo, 26 de septiembre de 2004

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García Canclini: "Desconectarse es liberador"
Para el antropólogo y comunicólogo Néstor García Canclini el mundo interconectado genera nuevas formas de dominación con la movilidad humana como aspecto contemporáneo

Orlando Verna / La Capital

Quizás a Néstor García Canclini se lo considere uno de los más "latinoamericanos" intelectuales dedicados a auscultar los fenómenos culturales, y por asociación, comunicacionales, además de sus efectos, sobre la construcción de la modernidad en esta parte del mundo. Hoy es el director del Programa de Estudios sobre Cultura Urbana en la Universidad Autónoma Metropolitana de México, pero ya ha pasado como profesor por las universidades de Buenos Aires y Sao Paulo, Barcelona, Austin, Duke y Stanford. Dedicado como antropólogo y comunicólogo primero al análisis de la industria cultural y las vanguardias artísticas y políticas, Canclini fue lentamente inclinándose hacia la visualización de las identidades en América latina, las culturas populares y las híbridas, para luego observar esos fenómenos de multiculturalidad en el contexto urbano. Consumo y ciudadanía fueron los dos pilares sobre los que construyó su anterior mirada académica. Hoy perplejo por las derivaciones culturales de la combinación entre las nuevas tecnologías en comunicación e información y la economía de mercado, agrega a su particular visión sobre la desigualdad y la diferencia, dos elementos que considera fundamentales para actualizar la crítica al sistema capitalista contemporáneo. Conexión y movilidad recrean nuevas formas de dominación, delimitando zonas de concentración e irradiación que organizan el acceso desigual a bienes y mensajes.

Más que difícil es desandar un pensamiento complejo y profundo como el de Canclini mientras un café con leche y media lunas untadas con dulce de leche lo devuelven a la argentinidad. Y más cuando, recién levantado, debe enfrentarse a un ejército de grabadores y solicitudes diferentes. Sin mediar sonrisa alguna, pensando mientras mascaba, marcando el límite de su tiempo disponible y casi forzando su amabilidad, Canclini despuntó, entre muchos otros, las cuestiones de la conexión y la movilidad.

-¿En qué aspectos la conexión o la desconexión estaría profundizando las relaciones de dominación o de autonomía?

-La conexión como la desconexión plantean signos distintos. Se puede estar conectado con el Fondo Monetario Internacional, con redes hegemónicas de comunicación o se puede estar conectado a través de Internet a redes alternativas. Los grandes encuentros de los grupos antiglobalización se han hecho a partir de este vínculo comunicacional. El estar conectado o desconectado alude a la condición de aislamiento o integración, de participación en las redes comunicacionales. El añadido de estas nociones recalifica lo que se venía pensando sobre diferencia y desigualdad. Aún hay muchos movimientos históricos que privilegian una de estas nociones. Los movimientos de lucha socioeconómica como han sido los socialistas o proletarios básicamente, o los indígenas, tienden a marcar la desigualdad, mientras que los grupos feministas, por ejemplo, suelen marcar la diferencia. Pero unos y otros deben tomar en cuenta la condición de intercomunicación global que hace posible conectarse y buscar formas de solidaridad nuevas, compartir perspectivas de análisis del mundo globalizadamente. No obstante, también tiene significado desconectarse. Desconectarse es liberador. Poner distancia respecto de quienes quieren obligarnos a un tipo de conexión. Pero no podemos vivir en el aislamiento.

-La movilidad acompaña a la conexión en su crítica al capitalismo. En la Argentina se valora positivamente la migración hacia Europa, aunque sea a lavar platos. ¿Por qué se descuentan en ese imaginario la dignidad humana, la de moverse para ser explotado por los países centrales?

-La cuestión de la movilidad tiene muchos lados y a la hora de valorar esos procesos de migración masiva hay que observar las diferencias que ofrecen países como España, Estados Unidos, México, Brasil o Argentina. En muchos casos no es una elección, la gente migra económicamente porque no tiene empleo, porque no hay horizonte, siente que está desaprovechando su vida, y esos migrantes son cada vez más jóvenes, que recién han egresado de la universidad o que ni siquiera se han graduado. Hace 15 años una encuesta de la Universidad de Buenos Aires confirmó que el 47 por ciento de los estudiantes de primer año de la universidad, cuando se les preguntaba "¿qué vas a hacer después de recibirte?" respondió "me voy a ir del país". Y que eso se piense en primer año, es una señal de alarma, pero se debe a la baja perspectiva de inserción laboral digna que la Argentina ofrece en este momento. El estudio sobre cómo modificar las tendencias actuales de la migración debería estar pensada desde la reestructuración de la base productiva del país. Si no crece, si no se industrializa, si no ofrece servicios, un país está expulsando. Además hay una cuestión donde aparece más lo cultural: la atracción que siempre ha tenido Europa, sobre todo los países de la Europa occidental para los argentinos y en una proporción más pequeña para otros países latinoamericanos. Lo que ha habido es una "democratización", con muchas comillas, de las posibilidades que había en el pasado para los hijos de la clase alta o media alta, de irse a estudiar o irse a pasar un año a Europa. Ahora son muchos más.

-¿Cuál es el valor de someterse a la explotación?

-Yo no hablaría tan rápidamente de explotación de esos jóvenes egresados de carreras universitarias que van a trabajar de pintores, o mozos de restaurante. Hay explotación, maltrato por la indocumentación, pero también son explotados acá. En primer lugar son explotados cuando no tienen trabajo y tienen que hacer cualquier cosa una semana cada dos meses, y en segundo lugar, muchas veces están explotados por los mismos explotadores; ha habido una enajenación tal de los recursos del país hacia empresas españolas y estadounidenses principalmente, que acá o allá trabajan para las mismas empresas o para los mismos bancos que ya no son nuestros. En síntesis, hay que considerar estas dos dimensiones más todo los factores afectivos de frustración histórica de estos jóvenes, de sus padres y sus abuelos. Lo que tenemos que repensar es como un país que fue receptor de población extranjera en volúmenes casi únicos en el mundo hasta mediados del siglo XX se convirtió en las últimas tres décadas en un país expulsor.



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"Acá o allá los migrantes trabajan para las mismas empresas".

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