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 domingo, 19 de febrero de 2006  
Tucumán: leyendas en la casa duende

Corina Canale

En los Valles Calchaquíes tucumanos, alejado del centro urbano de Tafí del Valle, está la estructura pequeña y circular del Museo de Mitos y Leyendas Casa Duende, un emprendimiento de Lucrecia Toledo, pintora y escultora, y del músico de rock Alejandro Urciuolo.

La pareja llegó a este lugar hace trece años, en viaje de bodas, y quedaron atrapados por los personajes míticos de la cosmovisión indígena.

Un pequeño cartel a la vera de la ruta, casi invisible, indica que ese atajo de tierra conduce a Casa Duende, centro de divulgación de mitos, leyendas y costumbres de los Valles Calchaquíes. Un lugar para apreciar la sabiduría oculta que encierra la región.

"Durante ocho años, cuenta Lucrecia, recopilamos los relatos de la tradición oral, recorriendo los cerros y charlando con la gente", a la vez que admite que "descubrimos mucha riqueza oral en los pueblos cercanos a Amaicha del Valle y a Cafayate".

Un crédito del Fondo Nacional de las Artes, en 1993, les permitió transformar en esculturas y pinturas esos relatos orales.

Así nació este museo abovedado que semeja una gran Vasija de los Tesoros, un diseño que eligieron porque la cultura Tafí construida circularmente y porque querían "sentir la sensación de estar adentro de una vasija de barro".

De las narraciones que fueron recogiendo aprendieron que cada elemento de la naturaleza tiene sus padres protectores, con los que hay que convivir en armonía. Y cuentan que "el Yastay es el dueño de los cerros y a quién le pedimos permiso para cazar y pescar, y para tomar de ellos lo que necesitamos".

En su libro "Mitos, Sueños y Misterios", Mircea Elíade dice, refiriéndose a cómo sienten el mito los pueblos primitivos, que "el mito cuenta una historia sagrada, relata un acontecimiento que ocurrió en un tiempo primordial, el tiempo de los comienzos". En cambio, para los occidentales, en continuo avance de desacralización, el mito es una fábula a la que identifican como "fantasía" o "falsedad", y con todo lo opuesto a la realidad.

"Entre ambas concepciones, explica la investigadora Celia de Franco, se ha producido un trastroque de valores: el hombre de las sociedades tradicionales descubría en el mito la única revelación válida de la realidad, y el hombre de la sociedad moderna occidental sólo ve en él una fantasía, una fabulación.

Y sobre las leyendas la Real Academia Española, en la cuarta acepción, dice: "relación de sucesos que tienen más de tradicionales o maravillosos que de históricos o verdaderos".

En Casa Duende se exhiben esculturas y pinturas que recrean a dioses y seres protectores, aquellos que conforman el sentir de los pueblos ancestrales y que aparecen como símbolos que expresan el pensamiento y la cosmovisión de la cultura diaguita-calchaquí.

Lo primero que llama la atención del visitante en el jardín es un tótem, símbolo sagrado que representa la protección hacia el amor de un hombre y una mujer.

De la Pachamama, para los nativos "la Pacha", dicen que es una presencia muy fuerte en Amaicha del Valle -sede anual de su fiesta, la Fiesta de la Madre Tierra-, donde la gente afirma que la ve caminando entre los cerros, ayudando a los desorientados.

Después de los años en que la pareja recorrió la comarca en busca de mitos y leyendas, ahora son los pobladores cerreños los que vienen a Casa Duende llevando historias y contando sucedidos.

En esos relatos el que más aparece es el duende, travieso personaje de la región al que describen como un hombrecito pequeño con un sombrero alto, tan grande que oculta su rostro. Los caminantes de los cerros lo llaman "el sombrerudo".

En este lugar que sus creadores definen como "un espacio para compartir lo nuestro", hay trabajos hechos con cerámica, madera, cañas y metales, y también publicaciones históricas y culturales. El audiovisual Sonko Komer -"corazón verde"- muestra el museo y las investigaciones realizadas, mientras que el video documental "Irene" recoge la vida de una coplera del valle. La música de Alejandro siempre suena en el lugar, especialmente cuando la pareja convoca a "una rueda de cuentos con fogón".
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