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 domingo, 19 de febrero de 2006  
Lecturas. Gombrowicz por sí mismo
Un mundo personal
"Diario (1953-1969)", de Witold Gombrowicz. Seix Barral. Barcelona, 2005, 858 páginas. Traducción de Bozena Zaboklika y Francesc Miravitlles. $150

Carlos Roberto Moran / La Capital

Finalmente y después de 36 años de espera, se conoce íntegro en nuestro idioma el "Diario" del polaco Witold Gombrowicz. El "Diario" ha sido publicado por la misma editorial que está editando en castellano, también luego de pasado mucho, quizás demasiado tiempo, la totalidad de la obra del gran escritor que viviera en la Argentina casi un cuarto de siglo -entre 1939 y 1963-, la mayoría de esos años ignorado, cuando no despreciado por los "hacedores" de la cultura de esa época.

Gombrowicz era tan brillante como escritor, como agresivo y hasta desagradable en su vida cotidiana. Era su manera de ser en el mundo. Así, cuando París lo recibe con todos los honores al regresar a una Europa que al fin le reconocía su genialidad, reflexiona: "Sé que será inevitable: en París tendré que ser enemigo de París. ¡No hay nada que hacer! Si no les quedo atravesado como un hueso en la garganta me comerán vivo, no llegaré a existir a menos que me perciban como un enemigo".

¿Cuál era el propósito que perseguía, que en realidad persiguió en vida y obra, con esas hasta estrafalarias actitudes quien fue llamado "Witoldo" por sus amigos y discípulos argentinos? La protección a ultranza de la individualidad, resistir la presión de los otros. Pero también dejar al descubierto, al desnudo, las imposturas de la sociedad. Gombrowicz era arrogante y agresivo, y lo hacía aún a costa de sí mismo, de la pérdida de amistades, de dinero, de "ser" en una sociedad que reclama determinados acuerdos para la convivencia.

Nunca le interesó acordar y sí, y en cambio, arriesgar para construir su mundo, su isla. Así, ignorando el idioma y sin dinero, decidió quedarse en la desconocida Argentina en 1939, a la que había llegado por casualidad (en el viaje inaugural de un crucero y en el momento en que estallaba la Segunda Guerra Mundial). Fue un cara o cruz caprichoso, aunque en el "Diario" escribe: "No voy a ocultar que cuando la suerte fue echada y Argentina se cerró de golpe sobre mí, fue como si por fin me oyera a mí mismo".

Quedó así, "boyando" en un país desconocido que, además, ignoraba su obra. Pero él mismo contribuyó a cavar la fosa: "Yo preferí voluntariamente no mantener relaciones estrechas con el Parnaso (literario; se refiere a Victoria Ocampo y sus amistades), porque los medios literarios de todas las latitudes geográficas están integrados por seres ambiciosos, absortos en su grandeza".

Pero también a Gombrowicz, hombre ya maduro, le interesaba la juventud, especialmente la masculina aunque siempre intentó mantener oculta, o no hacer tan manifiesta, su homosexualidad. "Ir a lo bajo", porque en lo bajo, en esa juventud perdida para él, estaba aquello que le resultaba fundamental: la forma a medio hacer, la vitalidad, la belleza, todo cuanto en la madurez, en la forma concluida, irremediablemente se perderá. Gombrowicz fue, en términos de creación, un gran heterodoxo, un narrador brillante, dueño de una lengua propia y también de un humor inmejorable, autor de una memorable novela, "Ferdydurke" (un verdadero "juguete" metafísico, incalificable), de otras grandes novelas como "Trans-Atlántico", "Pornografía" y "Cosmos", de su teatro que la crítica ubicó junto a los de Ionesco y Beckett (especialmente "Ivonne") y aún de sus excelentes cuentos, reunidos en "Bakaka".

El "Diario" nació por una generosa invitación de la revista del exilio polaco "Kultura" que se editaba en Francia. Se trataba de una columna de aparición irregular que Gombrowicz comenzó en 1953 y siguió escribiendo hasta poco antes de morir (en Francia, en 1969). Quince años de diatribas, de exposiciones lúcidas, de caprichos, de disquisiciones de todo orden, que reiteradamente giran en torno a Polonia, su historia, sus creadores -especialmente los escritores-, una patria lejana a la que ama y detesta al mismo tiempo. Diario en el que también habla -y mucho- de lo que fueron esos 24 años de estar en la Argentina, las personas con las que se relaciona, sus viajes por la extensa geografía nacional, sus "escapadas" a Uruguay. Y siempre sus reflexiones sobre vida y arte, la exposición de su complejo pensamiento.

Gombrowicz, en esos pocos años -década del 60 del siglo pasado- en que fue famoso, se avino a extraer páginas del "Diario", que ya tenía tres tomos, y alivianándolo compuso un "Diario Argentino" (que ha sido recientemente reeditado), en el que recoge lo que fue su experiencia de vida en nuestro país ("no es la descripción de Argentina, sino la de mi vivencia en la Argentina").

Pero para sus lectores devotos o para quienes quieran conocer lo que podríamos llamar la totalidad del pensamiento del escritor polonés, bien vale el esfuerzo de introducirse en este extenso volumen donde el genio que habitó entre nosotros y que sólo con muy pocos alcanzó a ser generoso, se muestra de cuerpo entero ("con una sinceridad verdaderamente lacerante", se señala en el prólogo).

Y eso es así porque, contra viento y marea buscó, pagando un alto precio, mantener intacto su propio territorio, el mundo personal, único e intransferible, el de un país llamado Gombrowicz.
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Gombrowicz vivió en Argentina y también escribió sobre ella.

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