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 domingo, 19 de febrero de 2006  
El deber de informar del gobernante

Jorge Sanso de la Madrid / La Capital

En Río Gallegos oscurece tarde. A las 21.30 aún se puede leer con luz natural en los muros y tapiales de la ciudad lo que parece ser un discurso dominante en esta comunidad de 86 mil almas. Una información que en la mayoría de los lugareños no admite réplica. "Kirchner, presidente 2007", dice la leyenda que se multiplica sin solución de continuidad.

La información es uno de los insumos fundamentales en cualquier aspiración moderna. Un factor básico para el desarrollo de actividades de investigación, capacitación y definición de políticas y proyectos, entre otros procesos. Pero, sobre todo, un elemento indispensable en la lucha por el poder. No hay poder sin información y, se podría acotar, que no se llega y se sostiene en el poder quien no es capaz de moldear la información.

La palabra información se deriva de la voz latina morphe, que significa "dar forma"; asimismo, informatio es la representación mental de procesos, hechos u objetos concretos. Por su origen etimológico, informar es dar forma, organizar, introducir orden en algo. No sólo los medios informan, lo hace el gobierno, las empresas, el docente que introduce a sus educandos en un tema, los grafittis callejeros.

Pero un dato aislado (una estadística, un documento) no es información si no está interpretado, analizado e integrado a una concepción globalizante de conocimiento de la realidad a través de un proceso de sistematización. Por ejemplo, el saber la dirección de una casa en una ciudad no nos da el conocimiento acerca de ella. Menos aún de quienes la moran.

Información y conocimiento no es lo mismo. Desde el punto de vista científico, la información se conceptualiza como el resultado de la aplicación de procesos documentales a una variedad de soportes físicos de mensajes con la finalidad de organizarlos ("dar forma") y posibilitar su acceso y recuperación. Conocimiento es la sistematización de la experiencia humana en un proceso acumulativo, intensivo y extensivo de comprensión y apropiación del mundo circundante imposible de sustituir por datos y documentos o por un sistema de información.

El único que produce noticias es el presidente de la República. Esa parece ser la máxima que guía a la administración de Néstor Kirchner. El jueves pasado en Río Gallegos quedó demostrado que eso, en buena medida, responde a una estrategia deliberada del gobierno. Ese día, la empresa Telefónica contrató un charter y llevó 200 personas -entre ellas un medio centenar de periodistas de todo el país- para inaugurar una obra que lleva meses terminada y en funcionamiento: la instalación de una fibra óptica hasta Ushuaia. Era en esta última ciudad, donde se pretendía hacer el acto para anunciar la puesta en funcionamiento de la fibra óptica del fin del mundo. Entre otras razones, por que Ushuaia es geográficamente la capital más austral, casi se diría una ciudad en el fin del mundo.

Pero la Casa Rosada retaceó tiempo y demoró la ceremonia. Se entiende si su objetivo fue obligar a los españoles a retirar su demanda ante el Ciadi por la friolera de más de 2.800 millones de dólares. Recién entonces el presidente confirmó su asistencia al acto, siempre y cuando éste se realizara en la capital de su provincia, Río Gallegos. La información sobre el desistimiento de Telefónica de su demanda había dejado en segundísimo plano a la de la inversión de apenas 50 millones pero de valor estratégico significativamente mayor, que también se anunció desde la Casa Rosada de modo simultáneo.

Fue por esta razón que la inauguración de la fibra óptica del fin del mundo estuvo en todos los matutinos del jueves. Los periodistas se preguntaban qué más escribirían a la tarde cuando todo ya había sido publicado a la mañana. Sólo la presencia del presidente en el acto reanimaba la esperanza de que o bien suministrara detalles aún desconocidos del acuerdo con Telefónica o bien refiriera a otras cuestiones candentes como ser el reclamo contra las fábricas de pasta para papel que se están instalando en la margen oriental del río Uruguay y parece encaminarse a un desatinado enfrentamiento con el hermano país en tribunales internacionales.


No a los periodistas
Al igual que Jorge Obeid cuando suele rechazar las inquisiciones periodísticas afirmando que sólo hablará del motivo que ese momento justifica su presencia en un lugar, y sin que quede en claro cual es la versión original de la excusa, Kirchner se sacó de encima a los periodistas con exiguo "después hablamos de lo quieran ahora vamos al acto". No hubo después por que se fue en auto mientras los cronistas se quedaban con las ganas de preguntarle si era cierto que a cambio de que Telefónica retire su demanda y no toque por algún tiempo las tarifas se le había consentido que dolarice las llamadas entrantes al país y, sobre todo, se le habría asegurado una prórroga a su concesión por decenas de años.

La Casa Rosada tenía para esa tarde otros planes. Kirchner no hizo discurso ni declaraciones periodísticas. Quien sí lo hizo, porque así estaba previsto de antemano, fue el ministro de Planificación, Julio De Vido, quizás el hombre más criticado por la oposición. Elisa Carrió, dice a cada rato que De Vido es el "cajero" de los Kirchner y sin tapujos lo acusa de ser un "coimero".

En Río Gallegos, el ministro detalló hasta el hartazgo las obras encaradas y proyectadas para la Patagonia, prestándose con disposición infinita a contestar preguntas. Abruptamente cambió cuando se le preguntó si era cierto que estaba conspirando para desestabilizar al actual gobernador santacruceño, Sergio Acevedo. "Vine hablar de obras, de la gestión de gobierno. No estamos haciendo política ni campaña", se ofuscó De Vido.

En tren de analogías es lo mismo que suele escucharse a los miembros del gobierno santafesino. Jorge Obeid ha logrado estabilizar su relación con el kirchnerismo en base a dos premisas de hierro: aceptar de interlocutor habitual a De Vido acatando sin rechistar las instrucciones que éste baja a la provincia, aunque a veces se olvide de anunciarlas a la provincia antes que algunos medios de prensa afines. La otra es mantenerse al margen del terreno político proselitista en el que Kirchner asfalta por estos días su reelección y tiene para como interlocutor en la provincia para esas materias al senador Carlos Reutemann.

De este modo, el presidente distribuye los papeles de cada uno, digita las actuaciones y, en base a tales, se reserva sus entradas y salidas de escena que lo ubican como el protagonista de los hechos trascendentes, el hacedor de noticias. Paralelamente, un sistema eficaz para sojuzgar a la oposición a un rol de reparto.

A Carlos Reutemann, los kirchneristas no se cansan de alabarlo por estos días. "Es un soldado del presidente", afirman con una sonrisa que devela la creencia de que si no han logrado doblegar al santafesino y sus aspiraciones presidenciales, al menos lo han domesticado. Reutemann como casi todos los peronistas de este país es un kirchneristas fervoroso y lo seguirá siendo mientras el país siga creciendo económicamente, la situación no se desborde y el santacruceño se siga encaminando inexorablemente hacia la reelección.


Kirchnerista como Obeid
Y es tan kirchnerista como Obeid se aguantó en silencio los duros desplantes de la gestión de los patagónicos o lo varones del conurbano que se guardaron su lealtad a Duhalde y sus convicciones ideológicas no bien advirtieron cómo Kirchner supo consolidar su poder y afianzar su arbitrio en el reparto. La lista se desborda y no habría que extrañarse que Hermes Binner esté evaluando los costos que tendría en el plano nacional una alianza con Elisa Carrió, a la luz de la eficacia con usa el garrote su "amigo" Kirchner.

El líder socialista necesita los votos de Carrió en la provincia pero nacionalizar su figuración podría hacerlo perder las chances que debe conservar. Reutemann no se lanzará a una aventura nacional mientras Kirchner mantenga su pretensión reeleccionista pero tampoco será candidato a gobernador si ve instalado un posible triunfo de Binner. La pregunta que se hacen los reutemistas por estos días es si el Lole será igualmente candidato a gobernador si Kirchner se opusiera a ello.

El festejado reconocimiento que entre reutemistas significó que su jefe fuera ungido (por Kirchner) como presidente de la comisión de Relaciones Internacionales de la Cámara de Senadores les genera cierta inquietud estos días por la exposición a la que el santafesino se verá sometido en la disputa con Uruguay por las papeleras. Para los kirchneristas es la oportunidad de oro para que el santafesino demuestre su adhesión haciendo lo que la Casa Rosada ordene y para radicales y socialistas santafesinos es una oportunidad para ponerlo en aprietos.

El diputador radical Hugo Storero se apuró a pedir explicaciones en el Congreso sobre el funcionamiento de papeleras en la provincia de Santa Fe y junto a los socialistas han puesto bajo la lupa la actuación que Reutemann despliegue en la desmadrada polémica, cuyo origen atribuyen algunos a una picardía del entrerriano Jorge Busti.


Sólo obras púbicas
Obeid, fuera del juego de los posicionamientos para el año electoral cuyos preparativos el mandatario nacional adelantó doce meses aprovechando la calma estival ya sea por voluntad propio o por los avatares del reparto, hace y hará lo que De Vido en Río Gallegos. Hablará de las obras públicas, se ha dispuesto a acelerar los tiempos e incluso apretar la marca a algunos funcionarios de obras y servicios públicos y buscará cambiar en un año las deficiencias en servicios básicos que tienen las grandes ciudades, sobre todo Rosario.

Y cuando le hablen de política repetirá que está abocado a la gestión de gobierno. "Hay que hacer obras y más obras. Que la oposición nos putee por que hacemos y no al contrario. Nosotros no les responderemos. Ellos que hablen nosotros hacemos", fue el plan confidenciado por un alto miembro del gobierno nacional revelando cuál el disfraz de lo que en la Rosada llaman estar de "permanente campaña" buscando transmitir a la ciudadanía la sensación exactamente inversa. Aun cuando sobreabunden en actos y preocupándose por que el ciudadano con ello tengo suficiente el gobierno nada más busca informar. Al fin y al cabo es su deber de gobernante.
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