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 domingo, 19 de febrero de 2006  
Yo creo: La sociedad se refleja en el espejo de la TV

Marcelo Menichetti / Escenario

Hace mucho tiempo, cuando una manifestación social apuntaba a relajar las rigideces usuales del momento solía utilizarse el latiguillo "¿A dónde iremos a parar...?". Muy bien, parece que ese lugar es la televisión de hoy. La espiral decadente que invadió como un virus letal a la televisión argentina (entre otros ámbitos de la cultura) nos permite ver y escuchar cosas que, hace una década, sólo eran posibles en los espectáculos denominados "de mal gusto". ¿Quien imaginaría entonces a una angelical Mariana Fabbiani confeccionando, entre risitas histéricas, un ranking ordenando los tamaños del sexo de algunos actores argentinos? ¿Qué mente calenturienta hubiera supuesto que la misma chica iba a pedir a grito pelado que alguien le tocara un testículo a Marcos Di Palma a modo de conjuro, porque éste dijo "víbora" dentro de un estudio de televisión? Jorge Rial, a las tres de la tarde dice y pone en escena cualquier cosa que le permita acercar televidentes y algunos artistas le hacen el juego como Moria Casán, cuando respondiendo a una alusión sobre su nueva pareja -que se llama Garbellano- contestó con una rima aprendida al pie de los andamios de una obra en construcción. No se busca fortalecer la defensa de dudosos conceptos como "el buen gusto" ni sostener una hipócrita posición purista. De lo que sí se trata es de promover las manifestaciones inteligentes que merece un medio tan maravilloso como la televisión en un momento en el que, hasta los relatores de fútbol, apelan a cualquier término o concepto ramplón para ganarse la simpatía de la popular. Es innegable que los medios forman (o deforman) con sus estilos y la sociedad mira lo que se refleja en el espejo de la TV y repite los discursos que de ella le llegan. En consecuencia, pretender una mayor formación (e información) de quienes conducen programas masivos ha dejado de ser patrimonio de señores más preocupados por los envases que por los contenidos. Hoy se trata de un problema cultural grave: dentro de poco nos vamos a quedar sin insultos o palabras gruesas. Ya lo expresó con claridad meridiana el gran escriba rosarino Roberto Fontanarrosa en el cierre del III Congreso de la Lengua Española realizado en Rosario cuando dijo sobre las malas palabras: "Cuidemos de ellas porque las vamos a necesitar".
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