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 domingo, 19 de febrero de 2006  
Sin vello en verano: para ellas una obsesión, para ellos un placer
Tres depiladoras del microcentro, con más de 20 años de oficio, cuentan anécdotas y dan consejos

Munidas de paleta, cera vegetal y ceramatic -un aparato que calienta la cera y la cuela-, Estela Giovanini, Mirta Vignolo y Mabel Carignano echan mano a un oficio que practican desde más de 20 años y que según dicen "hace sentir a las mujeres más bellas, y les provoca placer a los hombres que luego les tocan la piel; porque a ninguno le gusta que su compañera pinche". Estas tres mujeres trabajan en el microcentro y en verano depilan hasta a 15 clientas cada una, una cifra que prácticamente se reduce a la mitad en invierno. Pierna entera (incluye entrepierna), media pierna, tira de cola (del pubis hacia la cola), axila, cejas y bigotes, son los pedidos más comunes. Pero también han arrancado vello de mejillas, espaldas, brazos, pechos, panzas y manos. "Les hemos sacado los pelos prácticamente a las mujeres de toda la ciudad", se ríen.

El proceso para quedar enteramente lampiña no tarda más de una hora y cuesta alrededor de 25 pesos. Eso sí, hay mujeres que toleran más el dolor que otras que gritan y hasta se tapan la boca para no insultar. Pero todas se van diciendo una frase común: "Siento que peso 10 kilos menos".

El lugar donde atienden Estela, Mirta y Mabel tiene tres camillas con sus respectivos espejos y allí se recuestan en ropa interior mujeres de toda edad y kilaje. Las depiladoras aseguran que es un espacio donde se habla de todo y se pierde absolutamente el pudor. "Acá somos un poco terapeutas, las clientas nos cuentan su vida y nosotras las escuchamos y conversamos", comenta Estela, quien sostiene que ubica a muchas mujeres por su historia, más que por su nombre.

El lugar es mayoritariamente visitado por mujeres, pero según afirma Mirta, más de un marido va mensualmente a pagar la depilación. "Es que las argentinas -añade Mabel- son muy femeninas, cuidan de no tener pelos encima, y los varones argentinos son muy exigentes".

En tantos años de trabajo han compilado historias, anécdotas y bloopers a toneladas. Por ejemplo, mandar a una clienta a su casa con una axila depilada y otra no, nada grave. Cuentan que su trabajo se vuelve "muy delicado" cuando tiene que depilar a alguna mujer que ha sido intervenida quirúrgicamente en las axilas o en la panza. "Allí tomamos todos los recaudos necesarios para que la clienta no sienta tirones", cuenta Mabel.

La cosa parece fácil pero no lo es. La cera se coloca en dirección al pelo y se saca en sentido contrario, no debe estar muy caliente (mucha temperatura no es buena para las várices, por ejemplo), hay que dejarla un tiempo prudencial si no se seca demasiado y después sacarla implica tirones.

Una vez que la clienta se retiró, los cuidados siguen. "No es conveniente tomar sol ni colocarse desodorante porque la piel recién depilada está sensible, es preferible ducharse con agua fría para descongestionarla, y siempre bañarse con una esponjita para evitar que el pelo se encarne", remarca Mabel.


Rubias, morochas y pelirrojas
Mirta afirma que cada clienta es un caso y que nada tiene que ver el color del vello. "Hay peludas rubias, morochas y pelirrojas por igual", remarca. Y revela que están las que piden que les depilen todo el vello púbico porque dicen que es más higiénico y algunas hasta hacen requerimientos estéticos. "Hay clientas que quieren que el pelo púbico les quede rectangular, una suele pedirme que le quede un rombito", se ríe.

Las tres profesionales recomiendan depilarse cada quince días porque "el pelo se va debilitando", aunque aclaran que al sacarlo con cera se encarna más. Y dicen que cuando llega una mujer que últimamente se ha afeitado, "se nota a la legua porque el vello está más duro, pero sale más fácilmente".

Pelo que no sale, se saca con la pincita de las cejas. Y eso así, allí nada de maquinitas de afeitar, una técnica casera y rápida por la que han quedado heridos muchos maridos y padres. Así lo sostiene Joaquín, que tiene una hija adolescente. "Hoy (por ayer) buscaba mi espuma de afeitar y ¿dónde estaba?, en la ducha, mi hija la había dejado allí junto a mi máquina de afeitar", se queja. Y Pepe, padre de tres hijas, aún recuerda las veces que se cortó la cara luego de que sus nenas le desafilaron maquinita al pasársela por las piernas.

"Los varones mandan a las mujeres a depilarse porque a veces en sus casas hacen desastres, terminan viniendo acá y gastan el doble. Se queman, se depilan mal y hasta han quemado cortinas. Eso me confesó una clienta a quien su marido le dijo: mirá, reponer las cortinas costó 150 pesos y casi perdemos la casa, ¡andá a depilarte!", cuenta Estela.

Y algo más. Las tres depiladoras aseguran que los varones también se depilan: ciclistas y nadadores se sacan el vello del pecho, las axilas y las piernas. Lamentan que no las hayan elegido a ellas para tan fascinante tarea y se vuelven a reír, ahora a carcajadas.
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Las depiladoras aseguran que es un espacio donde se habla de todo.


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