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 domingo, 13 de mayo de 2007  
Central lavó sus heridas con el triunfo ante Racing

Gustavo Conti / Ovación

Por varias razones, la cita de ayer en el Gigante de Arroyito trascendía el contexto de un partido más del fixture. Se venía de perder el clásico, además casi sin ofrecer resistencia. Y a las pocas horas, una intervención judicial repuso en su sillón al presidente, suspendiendo además a quienes lo acompañaron hasta sólo unos meses antes. Se presumía entonces que la tarde-noche venía con malos presagios, pero no sólo no se cumplieron sino todo lo contrario. La gente se lo tomó con calma, no buscó culpables y se dedicó a cantar por su equipo, al que no reprochó. Y el final fue a puro festejo.

  La solución vía judicial, hoy parcial hasta tanto no se demuestre lo contrario, de la crisis institucional que carcomió a Central, decantó anoche en la aceptación de ese marco de legalidad que quizás muchos entendieron como inevitable. Tal vez sea hambre para mañana, pero quedó claro que el Gigante lo tomó como pan para hoy, al menos hasta que vayan decantando los acontecimientos.

  Por eso el clima no estuvo pesado en ese sentido, ni mucho menos. El presidente Pablo Scarabino llegó al Gigante tranquilo y se fue aún más aliviado con la victoria. Y en el medio optó por el perfil bajo. Ingresó al estadio una hora antes del partido y lo hizo por el túnel del playón de estacionamiento. De ahí fue al palco de autoridades y tuvo poco contacto con la gente que deambulaba por la zona de camping debajo del vestuario.

  También los directivos ahora titulares ingresaron de igual modo al Gigante y sólo uno de los suspendidos se dejó ver: el encargado de prensa Mario Delogu, que seguiría en funciones por pedido de Scarabino. En la misma situación estaría el vocal Omar Galacho, mientras que además el integrante del tribunal de disciplina Eduardo Langhi fue uno de los pocos dirigentes visibles antes de que ruede la pelota.

  La oposición auriazul, palpable anoche con los integrantes del Crece, repitió los reclamos de los últimos días. Volantearon los pasillos pidiendo urgente una asamblea extraordinaria con el eslogan: “Mientras los dirigentes se pelean, Central se desangra”, siempre en el marco de respeto con que se mueven. Y no hubo otra manifestación política, ni a favor ni en contra.

  Tampoco el clima se enrareció por lo deportivo. Y el mismo respaldo que les dio Ischia a los jugadores que perdieron mal el clásico, se los dio el hincha. No hubo insultos, ni presión extra de “huevos” y acaso la mejor síntesis fue el canto que atronó en el complemento, claro que con el resultado a favor: “Porque a Central lo quiero lo voy a alentar, en las buenas y en las malas mucho más”. Eso resumió la noche del Gigante, que terminó mucho más relajada de lo que se pensaba.
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Di María ya marcó el gol e inicia el festejo alocado.

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