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domingo,
18 de
febrero de
2007 |
En busca de los tiburones patagonicos
La riqueza de la fauna marina santacruceña atrae a todo tipo de amantes de la naturaleza. En las costas del nordeste de la provincia, cerca de Puerto Deseado, los pescadores se enfrentan a los desafíos que proponen los siempre temibles tiburones.
Las escarpadas costas de la desembocadura de la Ría Deseado parecen un plácido sitio donde se desarrolla una armónica danza entre toninas, delfines, gaviotas y cormoranes. Sin embargo, entre las frías aguas de un profundo azul nadan sigilosas tres especies de tiburones, que durante los meses de verano convocan a cientos de amantes de la pesca deportiva.
Notablemente menos peligrosos que sus parientes devoradores de hombres, los tiburones del sur conservan ese aspecto amenazante que le confiere a su búsqueda un tinte de aventura. Sin duda alguna, la presa más buscada debe ser el gatopardo, un animal de color gris claro con manchas oscuras redondeadas, que es capaz de medir casi tres metros. Sus dientes aserrados representan un peligro cierto para los pescadores, que tienen que mostrar todo su arte a la hora de cobrar un pez decidido a defenderse a capa y espada.
Pero también en estas aguas habita el cazón, con su cuerpo de reflejos verdosos y su dentadura engañosamente pequeña. Muchas veces confundido con la cría del tiburón, este animalito representa una de las variantes más entretenidas de la pesca de escualos, ya que no requiere de equipos demasiado sofisticados y resulta un pique relativamente sencillo. Por último, se encuentra el pintarroja, con sus ojos alargados que hacen que algunos lo llamen “tiburón gato”.
La fiebre de la pesca hace que, desde hace ya 38 años, Puerto Deseado sea sede del Certamen Patagónico de Pesca del Tiburón. Durante los primeros días de cada mes de febrero, cientos de visitantes de todo el país e incluso de otras latitudes se acercan a la ciudad, que se ganó la denominación de “Capital Austral del Tiburón”, con sus cañas al hombro.
“Este es un pueblo de raigambre pesquera, y el concurso siempre fue una verdadera fiesta. Pero la pesca del tiburón va mucho más allá de este evento, es una costumbre de hace muchísimos años, cuando se consumía la carne para sobrevivir”, cuentan en el Club de Pesca Piedra Toba, organizador de este concurso.
Como en tantos certámenes que movilizan a una legión de amantes del anzuelo, en este encuentro no faltaron los fogones, los relatos exagerados (a los cuales los fiscales se ocupan de poner coto) ni la elección de la Reina y el Rey del Tiburón.
Colgadas cerca del grupo de pescadores, las piezas ya no tienen esa presencia que impone cierto temor. Han pasado a ser una nota más en un paisaje patagónico que poco hace pensar en animales peligrosos, un sitio donde el color, los olores y los sonidos invitan a la experiencia de la naturaleza virgen.
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