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 domingo, 18 de febrero de 2007  
Aventuras en un escenario imponente
Dos jornadas de navegación por la Ría Deseado y sus mágicos paisajes

Sin ningún ánimo de competencia y sólo guiados por el espíritu marinero, perseverancia y esfuerzo personal, los 38 participantes hombres y mujeres provenientes de distintos puntos del país y del vecino Chile comienzan la primera jornada hacia un escenario que parece pintado en un cuadro. Desde muy temprano, al amanecer se dan cita en el predio del Club Náutico Capitán Antonio Oneto, donde junto a la organización ingresan por tierra al destino previsto: Con muy buen ánimo y familiarizándose con el paisaje se desciende a un rio sorprendente de aguas marrones y rodeados de balcones rocosos de épocas pretéritas, dando comienzo así a la travesía en su primera etapa, la que se extiende con suavidad y sin demasiado esfuerzo, acompañados por la seguridad de los botes y el clima que en toda la jornada se mantiene a favor, dando el único apoyo que no depende de la organización.


Miradores de Darwin
A medida que la marcha avanza cubriendo el ancho del río se visualizan los Miradores de Darwin, tornándose entonces en un paisaje de ensueños por la magia del lugar, por las caprichosas formaciones que no se quieren borrar de la memoria. Desde los kayaks o canoas se sienten las voces de animo, las canciones, las miradas que incitan a continuar o a la camaradería de hacer “bolsa” para descansar.
Todos para uno
El equipo es uno solo y juntos transitan esta primera etapa hasta el comienzo del mar. El agua se torna verdosa y luego azul. El cambio de la marea y del viento dan la voz de alto, es la hora de las conclusiones, expectativas y el tiempo de descansar sumando continuamente experiencias positivas como lo es la hora de la cena, la acampada y el descanso.

Nuevamente el tiempo, colabora en la causa y el segundo día, ultimo tramo de 20 kilómetros, comienza con la salida desde Bahía Uruguay rumbo a un paseo acompañado de las especies propias de la Ría, que son vistas con mucho agrado en el Cañadón del Puerto, y el único descanso en la Isla de los Pájaros, junto a los pingüinos de Magallanes, donde reina un clima de amistad y ánimo de llegar, pero sin perder detalles del paisaje.

Tras la lucha contra la marea y las corrientes, que en algunos tramos pareciera demandar respeto, se percibe el final y la imagen del Muelle Ramón aparece después del Puerto donde los brazos en alto y gritos de animo son el impulso necesario para ese último esfuerzo, y es entonces que estos dos dias, estos 42 kilómetros, esta idea hecha piel adquiere su verdadero valor, saberse tarea cumplida, sentir el placer de haber llegado desafiando al mar, la experiencia de haber disfrutado de la magia del paisaje y de una aventura difícil de olvidar.


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Espectadores de lujo. Los lobos marinos observan el paso de los kayakistas en la búsqueda del mar.

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