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 domingo, 18 de febrero de 2007  
[Primera persona] Roberto Baschetti
La memoria del peronismo
Documentó los períodos de la resistencia y las luchas de los años 70. Ahora prepara un libro con casi 3 mil historias de vida de militantes

Por Osvaldo Aguirre / La Capital

Documentos de la Resistencia Peronista 1955-1970” fue su primer libro. Allí Roberto Baschetti exhumaba unos sesenta textos que venían a dar cuenta de un período del que hasta poco tiempo antes, durante la dictadura militar, era imposible hablar. La repercusión fue inmediata: la segunda edición incluyó el doble de material, e inició la publicación de una serie de libros en la que este historiador dedicado al peronismo ha rearticulado los recorridos de las organizaciones armadas, el gobierno de Héctor Cámpora, el golpe de 1976 y la resistencia en aquellos años oscuros.

Baschetti prepara ahora la edición de un nuevo libro, “La memoria de los de abajo no es la historia de los de arriba”, en el que presenta historias de vida de militantes “del campo nacional y popular”. Esas historias, las miradas actuales sobre los hechos de los años 70 y las discusiones reabiertas por la investigación judicial sobre la Triple A son los temas de la entrevista que sigue.

—La causa judicial por la Triple A repone la pregunta sobre la responsabilidad de Isabel Perón e incluso de Perón respecto de esos grupos de represión. ¿Cuál es su opinión al respecto?

—Hay que ubicarse en el tiempo. El accionar de la Triple A, que origina una cantidad aproximada de entre 1.500 y 2.000 muertos, en el 90, 95 por ciento de los casos ocurre después de la muerte de Perón, cuando lo que se quiere crear es el terror y preparar el camino para la represión sin más en función del 24 de marzo de 1976. Al asumir la dictadura militar, ya todos sabemos y queda en claro que lo que se necesita es un plan económico antipopular, liberal, que obviamente no se puede hacer bajo elecciones porque esta gente es minoritaria, cada vez que ha gobernado lo ha hecho a través de un golpe de Estado o de una traición, como sucedió en la época de Menem, cuando se dijo una cosa y se hizo otra. Precisamente para eso hay que crear el terror y no es casual que la totalidad de las víctimas fueran militantes políticos, dirigentes sindicales o representantes de base en el ámbito barrial o sindical, donde tenían que domesticar a la gente para imponer ese plan. Eso no quita responsabilidad al gobierno de Isabel, que por acción u omisión —la Justicia dirá— dejó hacer, no se preocupó por acotar ese terrorismo de Estado. Me acuerdo de funcionarios de esa época que dijeron que la Triple A era una especie de anticuerpo que actuaba en la sociedad.

—A la vez parece que la causa vuelve a agitar las aguas en el peronismo.

—Yo trataría de ver quiénes son los que sacan esos carteles de “no jodan con Perón” y demás. Está claro que Perón es un líder natural, fue tres veces presidente y podría haberlo sido hasta el doble si hubiera habido una continuidad democrática. Pero los que se esconden detrás de ese “no jodan con Perón” en realidad están diciendo “no nos jodan a nosotros, que fuimos los artífices de ese gobierno que terminó en un sálvese quien pueda”. Hay muchos responsables de ese fracaso; porque adulaban o eran alcahuetes o por lo que fuera, no hicieron nada por enderezar el rumbo. Todo el mundo sabía que ahí estaba López Rega pero la única fracción que salió a atacarlo fue la Juventud Peronista, que además tuvo la mayor cantidad de muertos y desaparecidos.

—¿Cómo analiza, en líneas generales, la revisión actual de los años 70?

—Creo que es necesaria y sirve. Quizá con el tiempo se vea que lo rescatable es una parte, pero es muy importante.

—¿Qué cosas quedan por descubrir en esa etapa?

—Para no irnos del tema: el eslabón perdido, lo crucial, es ver qué tipo de complicidad hubo entre la dictadura militar y los grupos de la Triple A. Si uno se remonta para atrás ve que la represión siempre existió: en la década del 30 estuvo la Liga Patriótica Argentina, en la del 50 los Comandos civiles. Siempre hubo sectores de la sociedad armados y predispuestos para abortar cualquier signo de progresismo.

—Otra historia de los 70 que reaparece es la contraofensiva montonera de 1979. Y en particular la falta de autocrítica de los dirigentes de aquella época.

—Hay algunos que han hablado. Es necesaria una autocrítica más grande, más abarcativa, que no sólo la tienen que dar los de la conducción nacional. Porque además se habla de la conducción nacional. Para poner nombres propios: Firmenich, Perdía, Vaca Narvaja. Pero son tres de una conducción que perdió entre 12 y 15 personas. No es que se preservaron todos sino que los que quedaron vivos son los que están recibiendo los palos. Lo que no quita que no haya responsabilidad. Pero es muy fácil embocar los resultados del fúbtol del domingo leyendo el diario del lunes. Lo que falta es una crítica para ver qué se hizo en ese momento y si esa contraofensiva podía acelerar o no la caída de la dictadura militar. A nivel económico, en ese momento se veían los resultados del plan de Martínez de Hoz. Si uno lee los diarios de 1979, 1980, prácticamente todas las grandes fábricas están paradas o en conflicto. Me parece que eso era lo que trataba de visualizar la conducción montonera en el exilio. También hay un grado de voluntarismo, porque una cosa es que haya crisis y otra que exista una insurrección.

—En una reciente biografía, Eduardo Jozami cuestiona la actitud reverencial que se adopta hacia Rodolfo Walsh. ¿Lo ve así?╠

—Cuando Walsh muere nadie se da por enterado. Vuelve la democracia y todos los que podían hablar del trabajo de Walsh primero lo trataron de ignorar. Como no se puede, porque cualquier que lee “Operación Masacre” se da cuenta que está inventando un género, se lo trata de desmerecer. Después se pasó al otro extremo. Es lo mismo que con Borges: muchos hablan de él sin haberlo leído. Ahora, también habría que preguntarse por qué Walsh tiene la vigencia que no tuvieron otros. ¿Por qué es atractivo para los jóvenes? Creo que se explica en un mundo donde los políticos dicen una cosa y hacen otra: Walsh es un tipo que fue coherente con su vida y que murió por su ideal.


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