|
domingo,
18 de
febrero de
2007 |
Opinión
Marionetas de carne y hueso
Alejandro Cachari / Ovación
Ayer fue en la cancha de Newell's, antes en el Monumental, más acá en El Porvenir... Escasez de detenidos, imputados que concurren a la cancha como cualquier hincha de buen currículum... Violencia.
El operativo de la UR II se obsesionó con evitar el choque de las hinchadas, o mejor dicho, de las barras, y los de Newell's se pelearon entre ellos después de torearse un ratito con los plateístas de River.
Ayer, en el Coloso, la violencia, la intolerancia, el descontrol, la masificación inmanejable, la no aceptación de la derrota, volvieron a armar un combo imbatible. El mismo que está haciendo trizas al espectáculo más imponente que puede ofrecer este país desde lo folclórico y lo emotivo. Disquisiciones al margen, el fútbol argentino es idiosincrasia pura.
Se hablará de un mal operativo, o de uno bueno. De un centenar de incorregibles... Se dirá y se escribirá -de hecho, aquí se hace- lo mismo de siempre.
Lo cierto es que la repugnancia y el hastío que generan los okupas del fútbol no parece tener remedio en tanto y en cuanto no se tome la decisión política -a nivel nacional, claro- de cortar por lo sano; o por lo enfermo.
El cáncer está alojado en el alma del fútbol y amenaza con metástasis irreversible si el tratamiento no es el adecuado. Profundo, a fondo.
Uno de los problemas, o el principal, es que gran parte de la enfermedad no se ve. No está integrada sólo por los que muestran su violencia. Casi que sería muy fácil erradicarla si fuera así.
Está vestida de saco y corbata o de elegante sport. Se autotitula dirigencia y se esconde en el rincón más cobarde y servil del ser humano.
Los dirigentes suelen usar a los mismos energúmenos que amenazan con destrozar el deporte más popular de Argentina.
Sí, mientras los jugadores hacen silencio por temor, el periodismo mira para un costado y las autoridades promueven el libre albedrío, muchos dirigentes utilizan a los barrabravas para ganar elecciones, evitar que los futbolistas paren por falta de pago y de paso les dan el visto bueno para que se introduzcan en las inferiores.
La violencia no es sólo propiedad de los que la protagonizan. Ellos, los violentos, en su mayoría, son marionetas de un marionetista nefasto capaz de cualquier cosa para mantener su status.
Con la camiseta se limpian los pies en la puerta de sus casas, plagadas ellas de buenas costumbres, educación y modales.
No da para más. Allí, en el corazón de la enfermedad, debe emplearse el bisturí bien a fondo.
[email protected]
enviar nota por e-mail
|
|
|