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domingo,
15 de
octubre de
2006 |
Cartagena de Indias: un viaje a la época colonial
Cartagena ofrece una combinación perfecta para el turista: riqueza cultural y un hermoso entorno natural. Caminar por sus callejuelas y nadar en sus aguas cálidas y transparentes es todo un placer
Adrián Gerber / La Capital
Callejuelas estrechas y empedradas, casas antiguas, balcones de madera y florecidos, puertas talladas, herrajes artesanales, farolas de hierro, techos en teja de barro, torres, campanarios, carruajes tirados por caballos que vienen y van. El vasto casco antiguo de Cartagena de Indias, rodeado de una muralla de once kilómetros de extensión, tranquilamente y sin adecuar mucho el ambiente podría ser la escenografía de una película de época, y de hecho por estos días lo es. Bajo la dirección del británico Mike Newell y la actuación del español Javier Bardem y la italiana Giovanna Mezzogiorno se está rodando en sus conventos, plazoletas y calles "El amor en los tiempos del cólera", basada en el libro homónimo de Gabriel García Márquez. El premio Nóbel de Literatura 1982 tiene una de sus residencias en esta ciudad, de la cual también ha tomado prestado su bello paisaje para otras de sus novelas, como "El amor y otros demonios", "Crónica de una muerte anunciada" y "El otoño del patriarca". El realismo mágico de García Márquez, ese híbrido entre la realidad y la ficción, se percibe caminando por esta ciudad, hablando con su gente, observando la vida cotidiana de los cartageneros, todo condimentado por un sol intenso y una temperatura promedio anual de 30 grados. Bienvenidos al Caribe colombiano.
Cada fachada de las casas antiguas de Cartagena merece una foto, cada esquina es una postal, cada vereda es como una cinta que nos transporta al pasado.
Pero empecemos a enmarcar el paisaje. La ciudad -que posee alrededor de un millón de habitantes y está ubicada a casi 1.000 kilómetros de Bogotá- se la puede dividir grosso modo en dos sectores: el centro histórico, amurallado y donde se puede admirar su preservada arquitectura colonial en majestuosas casonas restauradas que en el pasado ocuparon condes y virreyes; y el sector moderno, donde vive la mayoría de los cartageneros y se encuentra gran parte de la infraestructura hotelera y gastronómica. Esta última se sitúa principalmente en Bocagrande y El Laguito, donde se puede disfrutar de extensas playas bañadas por el mar Caribe.
Desde la terraza de su casa, ubicada en el casco antiguo, donde se divisa el mar, García Márquez sostiene que el color de las aguas frente a Cartagena cambia varias veces al día y nunca es igual. Algo difícil de corroborar para el turista, pero es parte de la mística del lugar. Si uno busca playas paradisíacas, a sólo una hora de la ciudad en lancha están las Islas del Rosario, un archipiélago de 50 islas asentadas en un gigantesco banco de coral de aguas color turquesa (ver aparte).
Pero antes de bucear entre los cardúmenes de peces, hagámoslo en la historia. Es que Cartagena de Indias ("de Indias" para diferenciarla de la Cartagena española) es algo más que arena y mar. Fue desde su fundación en 1533 una de las ciudades más importantes del Imperio Español. Su privilegiada localización en una estratégica bahía a orillas del Caribe la convirtió en el puerto de embarque de los tesoros que la corona esquilmaba en tierras americanas. Y debido al asedio de piratas, corsarios y ejércitos extranjeros pronto se convirtió en la ciudad más fortificada del continente y en una verdadera joya del período colonial.
Un patrimonio preservado
A diferencia de otras ciudades viejas del continente, Cartagena tuvo la virtud de conservar su patrimonio arquitectónico, y hoy su conjunto histórico se encuentra perfectamente restaurado. Recorrer el centro histórico de la ciudad (se aconseja realizarlo a la mañana o al atardecer, por las altas temperaturas) y perderse en sus callejuelas observando cada casa y cada rincón de la época colonial y republicana bien justifica el viaje a Colombia.
El impresionante sistema defensivo constaba de 11 kilómetros de murallas, cuya construcción se inició en 1602 y concluyó dos siglos más tarde. Además tenía 21 baluartes, 12 baterías y 7 fuertes. El más importante de estos últimos fue la Fortaleza de San Felipe de Barajas, que se levanta imponente en el corazón de Cartagena, siendo la más soberbia demostración de la ingeniería militar del Imperio Español en América.
En el casco antiguo también sobresalen pintorescas plazas. No se puede dejar de visitar la de Santo Domingo, centro de la esplendorosa vida nocturna de la ciudad con sus bares alrededor. Al lugar concurren músicos, mimos y bailarines, que le dan un aire pintoresco con sus actuaciones, siempre a cambio de alguna propina. También en esta plaza se encuentra la estatua de la gorda Gertrudis, del maestro Fernando Botero, y por los alrededores se pueden abordar mateos que se utilizan como taxis por las callejuelas. También hay que mencionar la plaza de los Coches (al pie de la Torre del Reloj, la principal entrada a la ciudad amurallada) y de la Aduana (actual centro cívico presidido por la Alcaldía).
El Palacio de la Inquisición
En el recorrido tampoco puede faltar una visita al Palacio de la Inquisición -sede del temible Santo Oficio-, donde se muestran las salas de torturas con las que España defendía su "fe". El 11 de noviembre de 1811, día de la independencia de Cartagena, fueron incinerados simbólicamente los archivos y documentos del tribunal, y se expulsó de la ciudad a los inquisidores. Además, hay que agendar el Museo del Oro, que invita a asomarse al arte pre-colombino con muchas de las piezas elaboradas en oro macizo por los pueblos indígenas.
Los antiguos templos que se destacan son las iglesias de San Pedro Craver (donde se guardan los restos del santo protector de los esclavos) y de Santo Domingo (el más antiguo de la ciudad, terminado en el siglo XVI); y los conventos de Santa Teresa (donde hoy funciona el hotel Charleston) y Santa Clara (Hotel Sofitel). Cualquier visitante de Cartagena debería apuntar estos dos lugares como otros tantos sitios que merecen ser conocidos. Si a uno no le da el presupuesto como para alojarse en estos hoteles (las tarifas son bastantes elevadas, ver recuadro), al menos debería buscar una buena excusa para recorrer sus espléndidas instalaciones: una buena opción sería cenar en sus restaurantes, tomar un ron con Coca Cola en alguno de sus bares (se aconseja pedir Ron Viejo de Caldas, pero no se le ocurra mezclarlo con Pepsi porque se obtiene otro sabor) o directamente pedir permiso para ingresar. Ambos claustros fueron restaurados y se transformaron en lujosos y exclusivos hoteles con ambientes de estilo colonial y republicano, hermosos patios internos, capillas convertidas en grandes salones de reuniones... Cada uno de sus rincones evoca la época de la Cartagena antigua. No tienen desperdicio.
La plaza de las Bóvedas también atrae a muchos turistas. Está situada en el sector norte de la ciudad amurallada. Esta construcción consta de 47 arcos y 23 bóvedas, y es considerada como la última obra del período colonial. Su utilización fue exclusivamente militar. Actualmente fue restaurada, y funcionan allí atractivos locales de galerías de arte, almacenes de artesanías y tiendas de esmeraldas.
Todo este enorme conjunto arquitectónico forma parte de los tesoros por los que Cartagena fue declarada en 1984 Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco. Difícil encontrar una distinción más justa para esta ciudad.
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Fotos
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La plaza de Santa Teresa es una de los bellísimos rincones de la ciudad.
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