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domingo,
02 de
julio de
2006 |
Mercosoja 2006. Sustentabilidad, valor agregado, biotecnología y nuevos usos. El cultivo renueva sus paradigmas para seguir reinando
La soja busca un nuevo patrón de crecimiento
Científicos y especialistas
del Cono sur debatieron cómo sostener el boom sin afectar el medio ambiente
Sandra Cicaré / La Capital
Llegó en la década del 70 como la hermana menor de los cultivos y entró por la ventana de la producción. Hoy, a más de tres décadas, la cadena productiva, comercial y exportadora de la soja concentra el 45% de las exportaciones agroindustriales, con un ingreso superior a los 8.000 millones de dólares anuales.
¿Qué pasó en estos treinta años para que la oleaginosa que era resistida en los campos agrícolas de la región hoy sea considerada casi insustituible en cualquier planteo agrícola?
De la mano de una alta demanda mundial de alimentos, bajos costos internos de producción y una fuerte campaña -acompañada con un aporte de innovación tecnológica- por parte de las multinacionales del agro, el área sembrada de la oleaginosa creció un 127% en los diez últimos años y hoy supera las 15 millones de hectáreas -cuando en China, por caso, se siembran 9,5 millones- y todo indica que seguirá creciendo.
Pero ese avance, efecto de los excelentes beneficios económicos que reporta, despertó el debate sobre la sustentabilidad no sólo del propio sistema productivo sino además de la diversidad del ecosistema argentino. Y el debate sobre el tema fue insoslayable -de hecho se hizo presente en cada una de las exposiciones- durante el congreso Mercosoja 2006 que se realizó esta semana en Rosario.
"Se tendría que dejar de deforestar en la selva de yungas", advirtió el presidente de Acsoja, Rodolfo Rossi, en referencia al avance de la frontera agrícola en el noroeste argentino, mientras que Eduardo Trigo, del Grupo CEO, alertó sobre el fenómeno de "sojificación".
Para el analista del grupo CEO hay que reflexionar si el avance de la soja "es coherente con la diversidad de los recursos del país y si esto refleja un uso eficiente de los mismos".
Y a su juicio, en la adopción masiva de la soja "el tema económico fue central desde los años 98/99 en adelante, desde cuando el margen bruto del maíz nunca superó al de la soja y en algunos años ésta llegó a triplicarlo".
Cuestión de números
Por lo tanto, "lo económico explica significativamente el proceso que vivimos", dijo Trigo y de hecho es la principal razón por la cual se replica.
Según Fernando Míguenz, quien disertó en el workshop sobre agronegocios, "más del 45% del área agrícola pampeana se explota bajo arrendamiento accidental, lo que explica la preferencia por la soja y su monocultivo" y esto es así porque el cultivo "maximiza el capital de giro, que es el insumo más limitante para un arrendatario". Y las estadísticas permiten corroborar la afirmación. "Si se tiene en cuenta que el área sembrada con soja representa más de la mitad del área total agrícola del país, esto indica que en muchas zonas se realiza monocultivo", concluyó el especialista.
Aunque se trata de una visión de corto plazo la que toma el productor, en rigor no parecen estar dadas las condiciones para un cambio de rumbo, más allá de las enunciaciones.
Según los actores de la cadena sojera, buena parte de las responsabilidades se deben descargar en las políticas que se fijan desde el Estado y especialmente las vinculadas con la innovación tecnológica. "Si bien es cierto que Argentina tuvo una masiva incorporación de tecnología en los últimos diez años, entre 1997 y 2002 existió prácticamente una moratoria de hecho y el número de eventos biotecnológicos de aprobación comercial se redujo a cero, lo cual llevó a que la competitividad entre los cultivos fuera alterada", señaló Trigo.
Con lo cual, para el sector -que viene cosechando años de viento a favor- la cuestión no pasa por modificar el modelo sojero sino, en todo caso, empezar a atacar los efectos colaterales y para eso, consideran que el mejor camino es perfeccionar lo que se hizo hasta estos días.
Estos retoques -que pueden ser sólo cosméticos o avanzar un poco más a fondo de acuerdo al grado de compromiso con los recursos naturales- van por el camino del avance tecnológico, de la generación de nuevos paradigmas y de un uso más intensivo de la biotecnología.
Sucede que pese a los puntos flacos, para el sector los preceptos están claros. "La biotecnología fue un buen negocio para la Argentina", resumió Trigo e hizo referencia cómo la adopción de organismos genéticamente modificados (OGM) o transgénicos trajo un aporte sustancial al medio ambiente. "Hubo un menor impacto ambiental con estas tecnologías, se redujo el uso de insecticidas y químicos más nocivos y aunque se incrementó un 400% el uso de herbicidas, éstos son de clase cuatro, es decir de menor toxicidad", explicó el especialista.
Pero además, hizo referencia a los aportes al ahorro de energía. "Por el uso de la biotecnología se produjo un ahorro de combustibles por 895 millones de litros, se disminuyó la erosión en 2.471 millones de kilos, subió el secuestro de carbono en el suelo por 6.337 millones de kilos, se evitó la libración de dióxido de carbono en 21.300 millones de kilos. Esto es el equivalente a sacar de circulación a 236 mil automotores", dijo.
Sin embargo, aunque los números internos cierran y el mercado externo sigue absorbiendo toda la soja que produce la Argentina -el país exporta el 96% de lo que produce y ocupa el primer lugar en aceites- los hechos empiezan a cuestionar el sistema, incluso la adopción de las nuevas tecnologías.
Por caso, el fitopatólogo Daniel Ploper, de la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres, quien editó un libro sobre la roya de la soja -una enfermedad que provoca severos daños a los cultivos y arrasó buena parte de la cosecha brasileña- explicó que "el sistema de labranza cero (siembra directa) donde los rastrojos permanecen en superficie y el monocultivo permiten que el patógeno causante de la roya sobreviva más".
El gran productor
Sin embargo, el sector sojero no está dispuesto a perder un tren que consideran el mejor en mucho tiempo. Con el incremento de la demanda mundial de alimentos y biocombustibles y una infraestructura portuaria que hace competitiva la capacidad de acopio y la exportación, sumada a una coyuntura en la cual Brasil empezó a pensar en reducir su área por los problemas financieros que atraviesan los productores por el tipo de cambio, Argentina mira cada vez con más ambición los réditos que puede sacarle al cultivo de soja.
Por caso, Tianfu Han, fisiólogo y miembro de la Sociedad de Ciencias y Cultivos de China señaló que su país "va a seguir importando soja en el futuro porque, aunque crece la productividad, decae el área sembrada y aumenta el consumo".
"La población mundial se duplicó y se hizo necesario aumentar la producción, hoy el consumo global llega a dos mil millones de granos", dijo Roberto Peiretti, presidente de la Confederación de Asociaciones Americanas para la Agricultura Sustentable (Caapas) y miembro de Aapresid.
El especialista reconoció que el proceso de crecimiento continuará y, por lo tanto, será necesario buscar una nueva forma de aumentar la producción y advirtió que esto se debe realizar en una forma sustentable y por el crecimiento de la frontera agrícola. "Hay que cubrir los suelos", indicó.
Por eso, la consigna es afianzar el modelo pero con los retoques necesarios para no ponerlo en peligro, que en definitiva sería a largo plazo reducir los excelentes márgenes de ganancia que hasta ahora se cosecharon.
Alerta bosque
Y como el negocio es fenomenal, lo mejor es cuidarlo. Por eso eso que tres instituciones (Aapresid, Fundación Vida Sylvestre Argentina y la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA) presentaron un proyecto junto a una asociación de productores de la zona de Charata (Chaco) para "estimular la producción y asegurar la conservación de los bosques, especialmente el quebrachal del tres quebrachos".
"No deben estar disociados los criterios de sustentabilidad y productividad", señaló el presidente de Aapresid, Jorge Romagnoli, en Mercosoja 2006, sino "pensar en manejar con un criterio racional la oferta de recursos ambientales para a partir de ellos, convertirlos en bienes, servicios y energía", dijo.
La idea de la propuesta está orientada también al plano económico y en este caso a través de "la generación de incentivos y pagos por servicios ambientales (como certificaciones) para favorecer la adopción de buenas prácticas agrícolas" por parte de los productores que hoy optan por el desmonte.
"La cuestión pasa porque la desforestación llegó a la zona de los tres quebrachos, en ese sector el desmonte llegó al 85%. Si se haría teniendo en cuenta un parámetro conservacionista no habría problemas, el tema es que se hace descontroladamente", señaló Jorge Adamoli, del laboratorio de ecología regional de la UBA, quien presentó el caso de Charata.
Adamoli, explicó que hay falta de rotación y por eso "estamos lejos de lo que los especialistas recomiendan". Además, mencionó que si la siembra de soja se realiza sobre las tierras que eran destinadas al algodón la emisión de gases de efecto invernadero es casi inexistente.
"Conocer esto y no actuar afectará seriamente a la credibilidad acerca de la sustentabilidad del modelo agrícola implantado", reflexionó el especialista de la UBA.
"La soja es una herramienta fantástica que permite ampliar la frontera agrícola, producir en suelos ya degradados y la supervivencia de explotaciones que por su escala son económicamente inviables. Adjudicarle la culpa a la soja es como echársela al martillo, si en lugar de dar en el clavo, nos machucamos un dedo", reflexionó Míguenz.
Quizás el resumen más claro del pensamiento del sector. Sin embargo concluye: "Para que la producción agrícola sea sostenible se deben respetar primero los límites ecológicos del sistema para luego, tratar de maximizar la rentabilidad".
Más de lo mismo, pero ahora bien hecho.
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Amelio Dall'Agnol, investigador del Embrapa (Inta) de Brasil, participó del panel que describió el panorama del cultivo en el Cono Sur.
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