|
domingo,
25 de
junio de
2006 |
|
El regreso a los viejos lugares
La medianoche en El Cairo era una romería. En medio de la humareda tabacal de siempre, el promedio de edad excedía el de todas las jornadas. Y entonces se produjo una aparición que hizo que muchos de los veteranos dejaran su cortado sobre la mesa y dieran vuelta, curiosos, la cabeza. Liderando una "troupe" de seguidores, la diputada nacional arista Alicia Gutiérrez protagonizó una entrada triunfal. Rememorando viejas épocas de militancia, cuando el café de la esquina de Santa Fe y Sarmiento era una meca de los partidos de izquierda en Rosario, la odontóloga ingresó y comenzó un recorrido entre las mesas que incluyó guiños, saludos, besos, chistes y algún inevitable "¿te acordás...?". En fin. El tiempo pasa y los paisajes se modifican, pero ciertas costumbres, por suerte, permanecen.
|
La rivalidad que nunca termina
Canallas y leprosos parecen haber olvidado la dura rivalidad que los separa para alentar sin divisiones a la selección argentina que está jugando el Mundial de Alemania y que ayer clasificó a los cuartos de final tras una sufrida victoria ante México. Pero en ciertos momentos el tradicional encono entre ambas camisetas aflora y entonces se producen situaciones antológicas. Ayer, el gol de Maxi Rodríguez -ex Newell's- fue gritado a voz en cuello por todos los argentinos sin excepciones, incluyendo por supuesto a los hinchas de Central. Y ese fue el momento en que los rojinegros aprovecharon, implacables, para burlarse de sus "enemigos" clásicos. Pero claro, la respuesta filosa no demoró un segundo en llegar a los labios de los auriazules: "¿Y a la selección quién la dirige: Bielsa?". No hay con qué darle: el folclore verbal sigue siendo gran parte de la sal y la pimienta que le ponen sabor al fútbol.
|
El fútbol no lo emociona
El partido entre la selección de Pekerman y los aztecas estaba en su punto culminante y el sufrimiento invadía a la redacción del matutino. Totalmente ajenos a cualquier cosa que pudiera pasar afuera del verde rectángulo de césped del estadio de Leipzig, los periodistas demostraban su nerviosismo de las formas más insólitas. Mientras algunos encendían cigarrillos por el filtro y otros se refugiaban detrás del monitor de la computadora ante cada centro que llovía sobre el área de Abbondanzieri, otros soplaban desafinadamente en cornetas o gritaban obscenidades cada vez que Riquelme entregaba mal una pelota. Otros hacían pésimos chistes, iban al baño cada diez minutos, transpiraban, se comían las uñas, se tiraban el pelo, se mordían los dedos, se reían... Todos menos uno que, concentradísimo, leía materiales de archivo, consultaba exóticas páginas web y se cruzaba de piernas para leer, como si estuviera en otro mundo, un libro de poesía. Se comenta que, justamente, el Mosca escribió dos libros en los 120 minutos que duró el partido. Un promedio al cual, sin dudas, parece estar muy acostumbrado.
|
|
|
|
"Es increíble que el Che no tenga un museo en su ciudad natal"
Felipe Pigna
historiador
|
Ver noticia
|
|
Gritos argentinos en el Mundial
|
|
|