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 domingo, 26 de septiembre de 2004

Rosario desconocida: Terrazas al cielo

José Mario Bonacci (*)

Generalmente cuando se pregunta cuántas fachadas tiene una construcción, la respuesta es que sólo una. Quien así se expresa está pensando solamente en la apariencia primera, en la que se materializa directamente sobre la calle y en líneas municipales resueltas en su totalidad en base a una recta sin variantes.

Si se repite la pregunta en relación con un edificio que ocupe de manera completa una manzana o que esté aislado en medio de un predio mayor a su volumen, como el caso del Museo Castagnino u otro similar, entonces se responde que las fachadas son cuatro. Sin embargo, toda construcción tiene una quinta fachada, ignorada en el 99 % de los casos, y ella es la que constituye la cobertura superior o remate contra el cielo, sin incidir su uso, forma o tamaño.

Cuando las ciudades se resolvían en construcciones de poca altura, esas quintas fachadas estuvieron recluidas en un olvido u abandono visual sin importancia. Nadie podía observarlas en plenitud desde abajo y a nivel de la calle, ni tampoco desde lo alto.

Según destaca Sigfrid Giedion en su obra "Espacio, tiempo, arquitectura", el primer ascensor con resultados satisfactorios del mundo fue obra de Elisha Graves Otis en 1853 y en Nueva York. Cuatro años después se pone en marcha el primero de estos aparatos destinados al uso de personas, instalado en un gran almacén de ventas en la esquina de Broadway y Broom de aquella ciudad. Y a partir de 1857 se ejerce más su uso, aunque cabe destacarse que en Europa el primero aparece en 1867, siendo en la Exposición Mundial de París de 1879, donde la torre Eiffel tiene la misión de elevar personas por primera vez a una altura compatible con exigencias modernas actuales y que en aquel entonces alcanzara la altura de 300 metros.


Horizonte visual
El uso del ascensor y sucesivos adelantos en la materia se insertaron en la modernidad y fueron dominadas alturas desusadas. Los globos aerostáticos y la aviación se encargaron también de elevar el horizonte visual y entonces nadie quedó privado de gozar la visión ampliamente ejercida desde arriba. Entonces esa quinta fachada a que nos referimos se hizo escuchar y ganó derecho a ser tomada en cuenta. Sin embargo en el medio local el 95 % de lo construido desatiende esta posibilidad.

Enorme cantidad de edificios elevados muestran techos y terrazas huérfanos de un diseño que merezca ser observado. En zonas céntricas, por vejez de muchas construcciones, por falta de voluntad, por desidia o desconocimiento, estos remates están limitados al tanque de agua, jaulas tendederos o depósitos intrascendentes, e invadidos de cosas inútiles, basura y desechos, cuando de haberse pensado con inteligencia aportarían a la estética urbana.

Sólo con ascender a los diez o doce edificios más altos de la ciudad y mirar hacia abajo puede comprobarse lo afirmado. Y esto ocurre apenas en el sector donde primero acude el turista, punto en que nació la ciudad y lugar que concita el masivo movimiento de personas.


Alturas más notables
A pesar de ello la ciudad muestra en número reducido pero con orgullo algunas terrazas notables que integran su patrimonio, entre las que se destaca de manera especial la del Palacio Fuentes, desarrollada en altura como verdadera "urbanización" del techo en su juego de volúmenes, pérgolas, chimeneas, farolas, jardinería y con estupenda presencia de su torre con reloj.

El Palacio Cabanellas, de San Luis y Sarmiento, posee una enorme terraza vacía de elementos y es para destacar su torre mirador en la esquina, ornamentada con cerámica craquelada por dentro y por fuera en la mejor tradición de Antoni Gaudí y Juan M. Jujol. En las primeras décadas del siglo XX, desde su interior se divisaba el río Paraná.

En la esquina de Córdoba y Maipú, el Jockey Club desarrolla en altura su terraza, ocupada en los veranos como comedor al aire libre también con la presencia cercana de su impresionante remate.

Mientras que el edificio de la sala Lavarden, en Sarmiento y Mendoza, posee una terraza superior cuyo elemento de mayor impacto junto con su torre lo constituye un reloj público asentado en el remate de la misma.

La ex tienda "La Favorita", Sarmiento y Córdoba, remata su volumen con una terraza de magníficas dimensiones con pérgolas sobre ambas calles, aunque lamentablemente desde hace unos años está invadida por sectores de servicios y elementos variados que no condicen con su calidad constructiva.

En tanto, la terraza de "La Agrícola", en Corrientes y Córdoba, es un espacio vacío y ordenado que permite caminar a través de su longitud y posibilita quizás como ninguna otra en la ciudad la visión de las cúpulas de "La Inmobiliaria" y la Bolsa de Comercio, literalmente a la altura de nuestros pechos, en una experiencia conmovedora.


Solarium y atelier
En cambio la ex compañía de seguros La Rosario, en Urquiza y Entre Ríos, y en cuyo volumen se integra la casa natal de Ernesto Che Guevara, tiene una terraza que sumando sus dimensiones "en L" por ambas calles totaliza aproximadamente 80 metros de largo.

No prevista para ningún uso específico, sus habitantes la transformaron poco a poco en un solarium privado, mientras que asomándose hacia el interior y en el centro de la composición, pueden observarse desde lo alto los dos grandes patios ajardinados que juegan en la composición como verdaderas plazas interiores de este edificio ocupado por oficinas en planta baja y departamentos privados en altura.

En cambio, una residencia privada de alta categoría como lo es la casa Fracassi, en Corrientes y San Luis, remata sobre la ochava con un mirador-atelier de planta octogonal, y el espacio que lo rodea por detrás ocupa toda la superficie combinando pequeñas escaleras, patios de ventilación, muretes y elementos propios de este tipo de construcciones para formar una especie de pequeña plazoleta adaptada a desniveles obligados por ciertas condicionantes del proyecto.

En otra escala de tamaños son también sorprendentes los hallazgos de pequeñas terracitas de barrio en casas populares, en escondidos rincones suburbanos llenos de simpleza, inventiva y candor.

Aunque si el empeño exige conocer a la más difundida de la ciudad, entonces habrá que volver al centro para situarse en Santa Fe 937. Allí en lo alto se acerca al cielo la terraza empleada como estudio, set y escenario elegida por el director local Gustavo Postiglione para filmar "El asadito", en una sesión de un sólo día de trabajo.

(*) Arquitecto

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La terraza del Palacio Fuentes, en Santa Fe y Sarmiento.

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