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 domingo, 26 de septiembre de 2004

Lecturas
Con la experiencia de vivir en los márgenes

Carlos Roberto Morán / La Capital

"El origen de la tristeza" de Pablo Ramos. Novela. Editorial Alfaguara, Buenos Aires, 2004, 157 páginas, $16.

Gabriel tiene doce años y vive en El Viaducto, un barrio miserable del Gran Buenos Aires, donde la opulencia de la gran capital no existe y sí en cambio se presentan todas las carencias. Pero Gabriel no es un desamparado absoluto: está contenido por su familia y sus amigos y vive intensamente sus aventuras, sus pequeñas hazañas, entre afectos, deseos, frustraciones y también sus pequeños logros.

Para contar esta historia de la despedida de Gabriel de su niñez, de los conocimientos que va adquiriendo, casi se diría a las trompadas, sobre lo que la vida es, Pablo Ramos nos lleva de la mano a través de tres grandes relatos, independientes entre sí, que se unifican por la atmósfera, el ambiente de marginalidad urbana en la que viven el protagonista, amigos, familiares, conocidos, y también por el imbatible humor del que hace gala y que torna más aceptable, más humano se diría, ese mundo de carencias, pródigo en necesidades insatisfechas.

En el primer "episodio" ("El regalo"), Gabriel quiere hacerle un obsequio especial a su madre y para eso acude a Rolando, personaje inefable, casi prodigioso, el más elaborado y original de la novela, a quien se lo presenta como un uruguayo que tiene una particular especialidad: vive de hacer pequeños trabajos en el cementerio. Hasta él acude Gabriel para que lo ayude y Rolando, que es una especie de maestro iniciático, lo va "guiando" y alertando para saber cómo se puede llegar a sacar dinero (escasísimo, como se comprenderá) de aquellos que concurren a la necrópolis para llorar a sus seres queridos.

No hay burla ni sarcasmos en el episodio, sino una aproximación leal al mundo de los carenciados que se las ingenian para sobrevivir. Tal como le pasa a la barra de Gabriel, "Los Pibes", cuando se deciden a robar vino en damajuanas para luego venderlo, porque necesitan dinero para "debutar" con alguna prostituta. Estamos en el segundo episodio, "El incendio del arroyo", que toma las características del relato de aventuras, tanto cuando los chicos ingresan a un galpón donde algún delincuente almacena clandestinamente la bebida como durante el extenso periplo que deben realizar para retornar con las damajuanas a cuestas. Y, mientras, como telón de fondo, se registra el incendio del arroyo (Sarandí) del título, que en la vida real se produjo a causa de los detritos que se arrojan a esa vía de agua, episodio que en efecto ocurrió cuando Ramos era un niño.

El tercer episodio, "El estaño de los peces", donde Gabriel rescata a otro personaje, un vecino afeminado que se propone ayudarlo cuando las cosas van mal en su casa porque su padre, que ha defendido a capa y espada su libertad laboral como dueño de un taller que sólo da pérdidas, debe venderlo para poder seguir viviendo. A cambio, claro está, de la pérdida de su independencia. Es uno de los motivos, el otro el intento de suicidio de la madre de Gabriel, que le hacen ver a éste el rostro desagradable que puede adquirir la vida, la pérdida de la inocencia, el origen de la tristeza. Pero la síntesis ofrecida no resultaría suficiente si no se hablara, nuevamente, del humor que campea en estas páginas, que vuelve todo más tolerable, así como del elaborado lenguaje (que no rehuye lo escatológico, claro está) que mucho valoriza al libro y que genera expectativas por lo que de aquí en más Ramos pueda llegar a producir.

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