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 domingo, 26 de septiembre de 2004

Humor
La historia de mi nono Eladio
El primer curso argentino para aprender a fracasar llegó al libro. Aquí se ofrece un capítulo

Quique de María

El ajedrez siempre me pareció un muy complejo menester. Sin embargo, cuando me fue revelada la historia de mi nono Eladio, el anarquista, ahí el ajedrez pasó a parecerme algo directamente inverosímil.

Según narra la crónica familiar, el abuelo Eladio era un anarquista de lo más consecuente.

Entre otras cosas, parece ser que al viejo lo rotulaban con el famoso mote de anarquista "tirabomba", vocablos que el mito quiso convertir en sinónimos.

En rigor de verdad, mi nono, la única vez que llegó a tirar bombas, fue en una ocasión en que arrojó a la basura unas bombas de crema que se habían echado a perder. El caso es que abuelo Eladio era -entre otras cosas- un empedernido jugador de ajedrez, y lo hacía representando al Sportivo y Social Colonia Los Trigales.

Dicen que era muy habilidoso y que cuando ganaba, al rival, en lugar de decirle: "mate" o algo así, le gritaba en la cara: "¡Má, viva la anarquía!", dejando al contrincante además de derrotado, totalmente asustado. Se comenta que muchos cuando se veían venir el jaque mate salían corriendo.

El asunto es que, con el tiempo, fue cambiando su estrategia cuando su oponente era otro anarquista o un obrero en general, si veía que empezaba a sacarle cierta ventaja, regalaba algún caballo o alfil, para emparejar la partida y concluir en tablas.

Por este motivo, es que desde el año 1929 hasta el 1939, mi nono ostentó el récord de ser el ajedrecista con más partidos empatados a lo largo de toda una década en el mundo entero.

Esto lo llevó a ser reconocido con el exótico título de: El Empatador, apelativo que no le gustó para nada, sumado a que le aburría mucho el hecho de ir para atrás en el juego, lo llevó a tomar la determinación de no aceptar nunca más enfrentarse con obreros.

Así fue como hubo campeonatos en los que llegó a quedar décimo con siete partidas ganadas, ninguna perdida y nueve a las que no se presentó.

Pero la cosa no quedó ahí. Un buen día comenzó a notar que tenía demasiada facilidad para derrotar a quien se le pusiera enfrente, lo que sin embargo le dejaba un sabor amargo a medida que advertía que estaba dando muchos mates con alfiles, torres y, fundamentalmente, con la reina, lo que le quitaba protagonismo a los peones.

Entonces, sin mayores ambages, comenzó a rematar las partidas dando mates exclusivamente con peones, lo que catalogaba como un verdadero triunfo de la clase obrera.

En muchas circunstancias tenía posibilidades de dar mate en tres movimientos, por ejemplo, con los alfiles apoyados por las torres. Pero los hacía recular alegando que él no trabajaba para los alcahuetes, tal como denominaba a los primeros.

De este modo llegó a perder partidos asegurados, de una manera alarmante.

En una ocasión le dijeron: "Pero Eladio, si lo tenías acorralado. Con el rey apoyando la reina le dabas mate en dos".

"¡Ja!... El rey apoyando la reina", se quejó, "¡yo no colaboro con el asqueroso sexo de la Monarquía!", concluyó.

Con el tiempo tomó la resolución de ayudarse también con los caballos, alegando que se trataba de los peones rurales. Aún así, seguía estando en franca desventaja, y siguió, en consecuencia, cosechando una buena serie de amargas derrotas en contiendas que tenía totalmente manejadas.

No obstante, es justo aseverar que, a pesar de las limitaciones auto impuestas, resultaba sumamente meritorio el número de victorias obtenidas a punta de jaquemates protagonizados sólo por peones y caballos, particularidad que lo hizo merecedor de una plaqueta que le otorgara el club "al jugador más coherente de la institución".

Sin embargo, el reconocimiento y la fama quedaron, finalmente, en manos de jugadores más pragmáticos que no tenían el menor empacho en apostar a reyes, alcahuetes y otras piezas poderosas.

Pero como la Historia tiene tiempos más laxos que la fama, la moda y el poder de turno, sucedió que después de diez años de muerto mi nono, una camada de jugadores jóvenes del club había escuchado hablar de la tendencia de don Eladio Bertolone y terminaron reflotando esa corriente. Y a partir de ese momento ya nadie gozaría de buena reputación en el Sportivo y Social Colonia Los Trigales si obtenía un triunfo amparado en la comodidad de la artillería pesada. Inclusive, cada vez que alguien ganaba algún certamen con el protagonismo de reyes, damas, alfiles y torres, era mal visto y hasta despreciado.

El Nono Eladio como muchos idealistas, murió en el convencimiento de que un mundo mejor era una realidad inminente.

Por supuesto, debido a que el ejemplo no llegó a trascender más allá del ámbito del club, en el resto del mundo, hoy siguen acumulando prestigio y bienestar aquellos que optan por ganar a cualquier precio.

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