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 domingo, 26 de septiembre de 2004

Marcelino, pan y vino
¿Te acordás hermano?... de Ernesto Danelutti
El fulbá derecho de Newell's y Tigre en los 50 era más reconocido por la tarde que lo borró al legendario Walter Gómez que por su fugaz carrera en el Parque

Miguel Pisano / La Capital

"Tenemos camiseta/tenemos pantalones/tenemos a Danelutti/que marca a Walter Gómez". Así le cantaban en la década del 50 los hinchas de Newell's al fulbá derecho Ernesto Danelutti, desde el día que jugó su mejor partido en Newell's y borró de la vieja cancha del parque Independencia al recordado delantero uruguayo, aquel temible engranaje de la Máquina de River por el que los futboleros de la época juraban que "la gente no come por ver a Walter Gómez".

Ernesto Marcelino Danelutti nació el 16 de abril del 32 detrás del club Hertz -o Ers como todavía lo llaman mágicamente los vecinos-, en el corazón del barrio homónimo, pero desde pibe comenzó a jugar en el club Honor y Patria, que tenía la cancha en la manzana situada entre Mister Ross, Buenos Aires, Ameghino y Laprida, cerca de la de Hertz, que estaba en Buenos Aires y Biedma.

Entonces el barrio era un montón de quintas y potreros salpicados por humildes casas bajas con fondo, apenas separadas por tejidos, donde vivían numerosos ferroviarios como los Cornero y los Boeri, que trabajaban en la estación La Bajada, que estaba en Ayacucho y Uriburu, justamente donde ahora la avenida se agranda hacia el este, frente a la que en el 40 estaba el bar del Gallego Bueno, el padre de Rosa, la esposa de Danelutti, que vivió siempre en la zona y que es la historia viviente de esos bravos pagos, allende la avenida San Martín. Allí llegaban en los 40 y 50 trenes de pasajeros y de carga, de donde los vascos bajaban los tarros de leche y se cruzaban a tomar grapa en el boliche del Gallego Bueno.

Hijo de Josefa y Carlos, un lustrador de muebles hijo de italianos, el Gringo se destacó desde chico por sus condiciones de fulbá rápido y buen cabeceador, y sorprendía casi tanto por su velocidad para anticipar como por su extraña limpieza, desde los lejanos días en los que el viejo Carlos dirigía el equipo de baby de Honor y Patria. "Jugábamos un domingo un torneo en Honor y Patria y otro en Hertz", recuerda Ernesto, en uno de los contados refucilos que iluminan el laberinto de su memoria, que se pierde en las arenas del presente pero que cobra vida mágicamente en el oasis de la canción que los hinchas rojinegros le dedicaban en los 50, como el pibe grande que mira la vida de este siglo con la ñata contra el vidrio porque se quedó anclao entre los plátanos de la dorada infancia, entre los que jugaba a las cabezas con una pulpo encantadoramente embarrada.

"Cuatro muchachos de Honor y Patria fueron a probarse a Central, pero como los patearon se fueron a Newell's y después yo empecé a jugar allí a los 15 años", recuerda Ernesto, con la invalorable ayuda de su esposa.

Danelutti jugó en la cuarta común y en la cuarta especial campeona invicta del 51, y debutó en primera a los 19 años, pero le tocó la colimba en la Marina, entonces Newell's consiguió trasladarlo de Puerto Belgrano a Zárate y viajaba a jugar un domingo en Rosario y otro en Buenos Aires, sin siquiera practicar en la semana. "Pero practicaba con los compañeros de Zárate", confía el Gringo, en una situación que ahora sería impensable.

Cuando Danelutti salió de la Marina, Newell's hizo una recordada gira de varios meses por Europa, al cabo de la cual se fue a jugar a Tigre, luego de tener una diferencia económica con el club. En Tigre era un tipo muy querido, al extremo de ser figura e ídolo de los hinchas, que justamente lo llamaban Marcelino, pan y vino, por el pibe de la recordada película de Marcelo Mastroianni, y hasta le hacían canciones como en Newell's. Tigre jugaba en primera y junto a Guastavino, que venía de River, formaron una memorable dupla de zagueros.

Después tuvo un fugaz paso por San Martín de San Juan y la reserva de San Lorenzo, hasta que una fractura del tabique nasal y una peritonitis terminaron con su carrera a los 28 años, para jugar luego en casi todos los equipos del interno de Provincial.

Más allá de su buen paso por Tigre, el Gringo sólo recuerda aquella imborrable tarde del 53 en la vieja cancha del parque Independencia contra River, cuando lo marcara tan bien a Walter Gómez. "Perdimos 1 a 0 con un gol hecho después de que la pelota se había ido, así que suspendieron el partido", sorprende Danelutti en otro flash de lucidez, que corona con aquella encantadora canción de los hinchas de Newell's que todavía retumba en los bravos pagos de Hertz y La Bajada: "Tenemos camiseta/tenemos pantalones/tenemos a Danelutti/que marca a Walter Gómez".

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60 años no es nada. Danelutti habló con Ovación en su casa del barrio Hertz.

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