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 sábado, 27 de diciembre de 2003

Frente a un boliche de la zona sur
Una paliza grupal mandó al hospital a un joven
El chico herido dice que lo atacaron varios patovicas. El dueño del local lo niega. "Se peleó con otros pibes", dijo

No precisamente por los festejos Facundo Martin recordará la Nochebuena de 2003. El asegura que cuando salía de un restobar de la zona sur fue golpeado con brutalidad por un grupo de patovicas. La paliza fue feroz y dejó huellas en uno de los ojos del muchacho, que ayer a la tarde no podía parpadear porque debieron suturarlo. El joven admitió que el prólogo del castigo fue un altercado que mantuvo con uno de los custodios. Cuando recuperó el conocimiento, estaba acostado en una cama de un hospital municipal.

El propietario del local dio una versión opuesta del incidente. "Aquí no hay patovicas. Este chico, que estaba borracho, se peleó con otros pibes tres horas después de que yo cerrara el boliche", señaló (ver recuadro).

Facundo tiene 20 años y está desocupado. Desde hace un tiempo concurre al boliche Mangrullo, de Ayacucho y Arijón. Cuando ya la Navidad había comenzado decidió ir a bailar con su hermano -Juan Domingo, de 25 años- y un primo a esa discoteca. Al parecer, según indicó un familiar del muchacho golpeado, el comercio tiene autorización para funcionar como bar, pero a partir de la madrugada se convierte en un local bailable.

Ya había amanecido cuando los tres jóvenes resolvieron regresar a su casa de la zona sur. Adentro del boliche todo había transcurrido con normalidad y nada hacía presagiar que ocurriera un episodio tan violento. Aunque, según indicó Facundo, los incidentes "son frecuentes en ese lugar". "Una vez uno de los patovicas tiró tiros en la calle", contó el chico herido.

No recuerda con precisión el altercado, porque perdió el conocimiento tras la golpiza. Facundo cree que un rato antes de las 7 mantuvo una discusión con uno de los custodios por cuestiones que -sacudida mediante- asegura ignorar. Aunque en realidad parece no querer decir lo que ocurrió, ya que otros detalles sí los recuerda. Por ejemplo, que se marchó tras la disputa. Y que apenas había cruzado para "tomar un taxi" el patovica le pidió que regresara. "Yo volví porque pensé que me iba a pedir disculpas. En cambio recibí una paliza", se lamentó.

Dijo que primero lo atacó el custodio con el que había discutido. Y que cuando ya lo había trompeado, apareció un enjambre de patovicas. Tres se colocaron en posición de combate y los otros cuatro impidieron que el hermano y el primo, que es menor de edad, lo socorrieran. Entonces, según contó Facundo, recibió una andanada de trompadas y patadas en la cabeza y la espalda.

Afirma que el comerciante -llamado Pablo- también se sumó a la golpiza. "En vez de separarlos (a los custodios) me empezó a pegar", señaló el muchacho. Cuando ya estaba en el suelo, una lluvia de puñetes se sucedieron hasta dejarlo inconsciente tirado en el suelo. Tampoco se salvó de la paliza su hermano. "Terminó con el labio roto y varios hematomas en la cara", dice Facundo.

Ante la imposibilidad de intervenir sin correr la misma suerte, el primo de Facundo sólo atinó a pedir auxilio a los automovilistas que pasaban por el lugar. Un rato después, un móvil del Comando Radioeléctrico lo levantó y lo llevó al Hospital Roque Sáenz Peña. A la hora recuperó la lucidez y después fue derivado al Hospital Italiano, donde anoche estaba internado con un diagnóstico de traumatismo de cráneo, pero sin lesiones internas.

Las huellas en el rostro del muchacho denotaban la tremenda golpiza que padeció. El ojo izquierdo entrecerrado cubierto con un vendaje, los labios hinchados y un gran hematoma debajo de ese órgano eran los signos inequívocos del castigo.

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