Un grito de corazón

Universitario de Rosario, campeón del Centro

Pablo Mihal / Ovación

Uni gritó campeón. Y lo hizo con más fuerza que nunca ya que saldó un deuda que tenía con sí mismo. Ofreció su corazón como un documento inalterable y su profundo amor propio lo llevó a dar una vuelta olímpica más, esta vez en la primera edición del Regional del Centro donde estuvo la Copa Kadicard en juego.

   En el Litoral las cosas no le habían salido bien, pero en este torneo donde participaron equipos de Rosario, Santa Fe, Paraná, Córdoba y Uruguay, se tomó revancha y no dejó dudas. Ayer, en la final, venció a La Tablada 30-26 en un partidazo y le puso la cereza al postre a un torneo donde terminó invicto.

   Se dio el lujo de dejar en el camino nada menos que a Duendes en el partido decisivo del grupo y al Jockey rosarino en las semifinales, en sendos partidos llenos de emoción y con una carga elevada de adrenalina.

   Más allá del juego que propone Universitario, que puede gustar o no, el campeón plasmó en todo el torneo sus dotes de equipo complicado. Supo potenciar sus habilidades y ocultar sus falencias. No obstante su mayor capital fue su convicción, esa cuota extra que lo hizo un conjunto batallador, que nunca se dio por vencido ni aún en el peor escenario. Una muestra clara fue el partido ante Jockey.

   Ayer jugó con inteligencia un partido donde ninguno de los dos equipos se guardó nada, regalando una de las finales más atractivas de los últimos tiempos. Tuvo las impresiciones propias producto de una marca que no daba respiro pero en líneas generales su juego fue sólido.

   Cuando tuvo el control, gracias a que los forwards suministraron pelotas de calidad, dispuso inteligentemente de la pelota a través de Moliné y Caterina quienes le dieron al equipo equilibrio y paciencia, dos condimentos indispensables para alcanzar cualquier objetivo.

   Tiempo de revancha y a la vez de confirmación, con este cetro Uni curó sus heridas. Nunca sintió pereza y el esfuerzo físico pareció el máximo, aunque el despliegue no deslució un juego que por momentos tuvo mucho vértigo. Por eso con el pitazo final las imágenes regresaron la mente a momentos no tan lejanos. Otra vez el Uni campeón estuvo en lo más alto del podio. Así, la vuelta olímpica sólo pareció una prolongación de aquellos días felices de 2005, de rostros radiantes, con lágrimas en los ojos y brazos en alto buscando el cielo. Los análisis ahora quedan atrás. Con justicia Uni se consagró campeón y lo más lindo es que nadie se sorprendió. Salud Campeón.