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domingo,
18 de
febrero de
2007 |
México
Chiapas: la tierra de la lucha constante
El milenario legado de la arquitectura barroca y la cultura de los Mayas
En el extremo sur de México, donde floreció la cultura Maya, se encuentra el estado de Chiapas y en él una asombrosa diversidad étnica. Chiapas es una región pobre y relegada que se convirtió en polo turístico internacional tras la insurrección de 1994 que enfrentó, en la selva Lacandona, al éjército Federal Mexicano y al éjército Zapatista de Liberación Nacional, liderado por el emblemático subcomandante Marcos.
Nadie imaginó que el hombre del oscuro pasamontaña convertiría los pedidos de justicia social de los aborígenes de Chiapas en un reclamo mundial, y que los turistas llegarían masivamente a ese lugar de arquitectura barroca donde se celebra, con la misma unción, el Día de los Muertos y el Carnaval de San Juan Chamula.
Aquellas luchas mostraron una región en la que se hablan unas doce lenguas diferentes, y donde están muchas de las ciudades que levantaron los mayas, algunas ocultas en la espesura de la selva. Bonampak y Yaxchilán, a orillas del río Usumacinta; al norte la monumental Palenque, que fue la capital del imperio; al sur Izapa; en el centro Toniná, ciudad de los guerreros sagrados, y Chinkultic cerca de las lagunas.
Recién ahora parece aceptarse que el “colapso maya”, como se denominó al abandono de esas ciudades, se debió al agotamiento de la tierra y no a la llegada de los españoles, ya que cuando éstos pisaron tierras chapanescas los grandes centros habían sido abandonados y la intrincada vegetación los había cubierto.
Lo cierto es que las sociedades que reivindican su herencia sucumben ante el inteligente y refinado encanto de los dinteles de estuco, las esculturas y los sistemas astronómico y matemático. Los mayas fueron artistas tan extraordinarios que a través de las inscripciones que dejaron en muros y lápidas se reconstruyó la dinastía de sus gobernantes y sus obras. Su arte aún perdura en los diseños textiles, que tienen resabios de aquella cosmovisión.
De Palenque se sabe que surgió en el año 100 a.C. como una aldea agrícola, y que su época de esplendor se extendió entre el 600 y el 900 de la era cristiana. Los geniales arquitectos que la construyeron usaron proporciones geométricas sagradas.
Un templo en la selva
Allí está el Templo de las Inscripciones, donde se encontró uno de los textos más largos del Mundo Maya —de 617 glifos—, y la tumba de Pakal, descubierta en 1952 por el arqueólogo Alberto Ruiz, además del Grupo de la Cruz, compuesto por tres templos, y El Palacio, que está sobre una gran plataforma. Yaxchilán, en medio de la selva lacandona, es una de las ciudades más fascinantes del Mundo Maya, que floreció entre los años 350 y 810 después de Cristo. A ella se llega por el río Usumacinta y atravesando una comarca poblada del canto de los pájaros y los raros aullidos de león de los monos saraguatos.
Junto a la Gran Plaza de Yaxchilán está el edificio llamado Juego de Pelota, y al fondo el Templo Rojo, que cobija valiosos trabajos en cerámica. Y para llegar a la Gran Acrópolis hay que subir a una colina que lleva al Edificio 33, donde se encuentra la escultura decapitada del gobernante Pájaro-Jaguar IV.
Los lacandones, una comunidad pródiga en la celebración de ritos y festividades, creen fervientemente que cuando la cabeza vuelva a su sitio, los jaguares del inframundo bajarán a esta tierra para destruirla. En el norte selvático se encuentra Bonampak, ciudad bella y misteriosa, cuyas ruinas fueron descubiertas en 1946 por el fotógrafo Giles Healy y el explorador Charles Frey.
En su Gran Plaza se halla la enorme Estela 5, de cinco metros de alto y dos de ancho, que representa a Chan Muan II, su gobernante, y también la Acrópolis y el Templo de las Pinturas, donde hay murales que son los únicos del Mundo Maya.
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