Año CXXXVII Nº 49387
La Ciudad
Política
El Mundo
Información Gral
Opinión
La Región
Policiales
Cartas de lectores
Mundo digital



suplementos
Ovación
Turismo
Mujer
Economía
Escenario
Señales


suplementos
ediciones anteriores
Turismo 11/02
Mujer 11/02
Señales 11/02
Educación 10/02
Autos 28/12
Estilo 16/12

contacto
servicios
Institucional



 domingo, 18 de febrero de 2007  
En La Habana conviven la cultura del libro con una represión asfixiante
La capital cubana no puede ocultar la miseria y las prohibiciones del régimen. A la vez la gente muestra avidez por la lectura y cada dos cuadras se puede ver una escuela

Diego Veiga / La Capital

La ausencia de Fidel en el gobierno no parece alterar la rutina de los cubanos, un pueblo que sorprende por su cultura pero que vive bajo muchas prohibiciones. Casi nadie tiene acceso a Internet, pero hay una escuela cada dos cuadras con 16 alumnos por clase y hasta colas en las librerías.

Irene aparece de repente en la noche de La Habana. Luce una remera beige gastada, un pantalón corto marrón y unas viejas chinelas. Habla rápido y sin pausa. Cuenta que está enferma de los nervios, que su casa se quemó y que nadie la ayuda. "No pido dinero, sólo medicina, jabones y algo de ropa", le aclara a los periodistas rosarinos a quienes acaba de cruzar justo frente al Museo de la Revolución. "Si quieren les muestro atrás del Hotel Inglaterra cómo se vive en realidad en Cuba", promete señalando los viejos edificios casi en ruinas donde se apiñan las familias y los pañales descartables se secan colgados de los balcones.

Horas antes, el grupo se había sorprendido con una larga cola de gente pugnando por entrar a una librería y se había cruzado cada dos cuadras con una escuela, que en Cuba tienen tan sólo 16 alumnos por clase. Así es La Habana, la capital de un país que sorprende con sus contrastes permanentes y donde el estado de salud de su presidente, Fidel Castro, es algo de lo que nadie quiere hablar pero parece no alterar el ritmo habitual de sus habitantes.


Internet prohibida
En La Habana no hay locutorios desde las computadoras podría accederse a información no controlada por el Estado y eso no está permitido Sólo unos pocos afortunados tienen Internet en sus casas Se trata generalmente de personas vinculadas al Partido Comunista que gobierna la isla desde 1959 El común de los mortales sigue las noticias de boca de los turistas a quienes les ofrecen ron y habanos

En rigor, y según admiten quienes surcan las calles ofreciendo estos productos de manera ilegal, el 60 por ciento de los habanos que se vende en la isla se comercializa muy lejos de las tiendas habilitadas.


Cámaras por doquier
Tony sale al encuentro de los rosarinos a la salida del mítico bar La Bodeguita del Medio ese que solía frecuentar Ernest Hemingway y que hoy luce en su interior una gran foto de Diego Maradona con la camiseta de Newell's Habla mirando a su perro Pide no hacer señas porque hay cámaras por todos lados y después sugiere que lo sigan a una distancia prudencial Dos cuadras más adelante y en el corazón de La Habana Vieja disimula ante la presencia de varios policías y se sumerge en el atelier de un artista plástico en cuyos fondos ofrece habanos de las marcas Cohíba y Montecristo ¡ Vete pronto mujer que tu aquí eres un foco le dice el joven artista a la rellena morena que entra y sale del atelier con una bolsa en la que trae las cajas de habanos

"¿Por qué hay tanta policía? Porque aquí todo es represión, tú no eres dueño de nada y ellos quieren saber todo", cuenta el artista. "Desde que Fidel no está en el gobierno la cosa se puso peor", agrega Tony, una suerte de dealer que ofrece "de todo menos droga".

En Cuba coexisten dos tipos de moneda. El peso cubano, que sólo manejan los habitantes de la isla; y el peso cubano convertible (Cuc), que cotiza casi uno a uno (1,14) con el euro y es utilizado por los turistas. El dólar no está permitido y si alguien llega a Cuba con verdes deberá pagar un 10 por ciento más a la hora de cambiarlos por Cuc.


Hoteles vigilados
No es lo único que diferencia a cubanos de turistas Los primeros no pueden acceder a los hoteles internacionales celosamente custodiados por enormes patovicas que no andan con vueltas a la hora de franquearle el paso a los nativos Es más minutos después de que el grupo de periodistas rosarinos se alojara en el hotel un hombre con bigote castrense y cara no muy amigable chequeó cada una de las fichas Lo que se dice un estrecho seguimiento

Pero no todo es así. "Díganme cuál es el stand de Argentina en la Feria del Libro así lo visito", pide la camarera del hotel, al tiempo que el barman confiesa que ya tiene su abono para ir cuatro días.

En un taxi, el chofer sorprende al revelarse un admirador de la obra de José Ingenieros y en La Habana Vieja una larga cola de gente espera para entrar a una librería. El día de la inauguración de la Feria del Libro de Cuba todos están allí. Cuadras y cuadras de cubanos pugnan por entrar. Chicos sonríen felices con libros en sus manos y mamás preguntan precios y buscan ofertas. El panorama sorprende.


Adormecidos por la Trova
Los organizadores hablan de unas 300 mil personas en una sola jornada y a juzgar por lo que se ve la cifra no parece descabellada Horas más tarde y en la Tribuna Antiimperialista una suerte de sector para eventos que se montó frente a la Oficina de Asuntos Norteamericanos los adolescentes se agrupan para escuchar un recital en homenaje a los 40 años del rock argentino Si no fuera por el típico acento caribeño no lucen muy distintos de los chicos rosarinos Zapatillas jeans remeras de Marilyn Manson y otros grupos Piercing en sus rostros y botellas de ron en la mano

Se desesperan por bailar hip-hop pero casi se duermen con la lentitud de los temas de Pedro Aznar, la Trova Rosarina y la demagogia del Negro Fontova, que putea a George Bush desde el escenario. Cae la noche sobre La Habana y las parejas se alejan de la Tribuna Antiimperialista buscando el abrigo de El Malecón. Llovizna. Los turistas derrochan euros en los hoteles y abrazan a jóvenes mulatas que seguramente no superan los 17 años. La Habana muestra sus múltiples contrastes. El del pueblo culto y el de las prohibiciones. El de Irene, que no para de hablar y pide medicinas, y el del taxista admirador de José Ingenieros. "Hasta la victoria siempre", reza un cartel camino al aeropuerto. Justo sobre la misma avenida donde otro con el rostro del presidente venezolano Hugo Chávez recibe a los visitantes. Múltiples contrastes de La Habana sin Fidel.
enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo


Ampliar FotoFotos
Ampliar Foto
La omnipresente figura de Fidel en una oficina pública en La Habana. Muchos estatales tienen otro trabajo en negro.

Notas Relacionadas
"Dicen que Fidel está bien, pero ya es viejo"




  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados