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 domingo, 18 de febrero de 2007  
Opciones: ¿Cómo tomar decisiones

"¿Y ahora qué hago; qué tengo que hacer; no sé qué me conviene?”. Alguna vez escuchamos estas expresiones, o quizás las dijimos nosotras mismas. Al requerir a otra persona que decida, implícitamente le estamos pidiendo que viva nuestra vida.

¿Por qué llegamos a ese punto? Quizás por miedo a comprometernos, equivocarnos o mostrar quiénes somos. De hecho, quien se aturde por una emoción corre más riesgo de no elegir bien. Cuando delegamos nuestras elecciones en otros, es probable que estemos buscando a quién responsabilizar en caso de que las cosas no resulten satisfactorias.

Elegir siempre implica renunciar, y muchas veces no llegamos a disfrutar la elección por no aceptar que no se puede tener todo al mismo tiempo. Nos preguntamos, por ejemplo, ¿vamos de vacaciones a la playa o a las sierras? En la playa se puede hacer windsurf, pero las sierras ofrecen propuestas de turismo de aventura interesante. Y aunque terminamos eligiendo el mar, estamos pensando en lo bueno que hubiera sido haber hecho cima en un monte. Sólo se puede estar en un lugar a la vez.

Decisión viene del latín “de-cidere” que quiere decir cortar, separar. Siempre que se elige se dejan de lado otras opciones. Otras veces, el transcurrir del tiempo o los hechos deciden por nosotros. La dilación casi intencional concluye con no tener alternativas de elección. ¿Viajamos en colectivo o en auto? Tanto tardamos en elegir que, en el caso de optar por la primera alternativa, cuando vamos a sacar los pasajes están agotados, así que tenemos que ir en auto.

Hay quienes se mueven por impulsos, los deseos súbitos hacen cambiar sus decisiones. Supongamos que estábamos yendo al río con unos amigos del barrio, encontramos a otros del colegio que iban al cine, y terminamos viendo una película que no era de nuestro gusto, perdiendo la tarde de sol que habíamos programado. Lo serio es que cuando estos cambios de planes intempestivos afectan cuestiones esenciales de nuestra vida, pueden meternos en problemas.

Algunas veces elegimos sin tener en cuenta nuestras capacidades y limitaciones. Quiero subir al Champaquí pero estoy fuera de estado, con 30 kilos de más y deficiencia cardíaca. La historia termina esperando en la base del cerro a que regrese el contingente con el que viajé para no ahogarle el paseo. “Elijo esto, pero, ¿si me equivoco?” Si dejamos que esa voz domine nuestra conciencia, nos martiriza y hace que cada vez sea más difícil tomar decisiones.

Un antídoto es pensar que equivocarnos es humano, y que cabe la posibilidad de no volver a obrar de igual forma. Es provechoso analizar lo que hicimos y cómo nos sentimos después. Ver si podemos cambiar algo. No olvidemos que sólo se puede resolver lo que está a nuestro alcance con los conocimientos, la educación, la genética, es decir, con nuestro propio bagaje. Si es posible, buscaremos una solución para enmendar nuestro error y si no, aceptaremos nuestras limitaciones. De toda equivocación se aprende porque se gana experiencia. Cabe la pregunta, ¿es tan malo equivocarse cada tanto si de los errores siempre se saca provecho?

¿Cómo logramos tomar buenas decisiones? En primer lugar, sabiendo quiénes somos, qué queremos y hacia dónde deseamos ir. Sabiendo las respuestas a estas preguntas será más sencillo determinar una meta, y luego mediar acciones que nos conduzcan sin dudar ni cambiar de rumbo. Si una equivocación nos desvía, lo mejor será retomar y seguir intentando para satisfacer las expectativas.

Como el autoconocimiento no es una actividad cerrada, porque nunca acabam os de conocernos, surge la necesidad de darnos tiempo para pensar en nosotros mismos, o quizás descubrirnos en charlas con amigos. Es importante recordar que en un estado de perturbación emocional, nunca es bueno tomar decisiones. Ante todo hay que buscar serenarse y luego elegir.

Hacer lo que dicta nuestro corazón. Aquello que creemos conveniente porque sólo nosotros tenemos todos los datos y vivencias necesarios para tomar la mejor decisión. Además, la vida nos somete a elecciones constantes. Enfrentar el desafío y aprender a vivir en libertad nos posiciona en un lugar de privilegio.



Alicia Caporale

Licenciada en educación

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