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 domingo, 18 de febrero de 2007  
Toda una "transgresora"

Aunque lo cuenta con naturalidad, Maruja admite que "no fue fácil casarse con un hombre 30 años mayor ni estar al frente de un lugar al que sólo concurrieron varones durante años". Porque, como ella dice, "en aquella época las cosas eran diferentes a como son ahora, y yo aparecía transgrediendo todas las normas".

Don Manuel Castro había llegado a la Argentina desde España en 1914 y se sumó a La Buena Medida junto a su hermano. "Cuando mi papá se puso la verdulería frente al bar, yo tenía 14 años y me enamoré perdidamente de Don Manuel el primer día que lo vi", asegura siempre riendo.

Los sentimientos de Maruja, que además era única hija, hacían que su madre "se agarrara la cabeza" y en la familia hasta implementaron estrategias, como buscarle un trabajo, para que se olvidara del hombre 30 años mayor. Pero no surtió efecto. "Yo iba a cada rato al almacén y estaba todo el tiempo pendiente para poder escaparme a comprar algo", cuenta todavía con picardía.

Así fue que Maruja logró "formalizar" su noviazgo en el 50. "Fue un escándalo, no sólo era 30 años mayor que yo, sino que era seis años mayor que mi papá y encima iba ir a trabajar a un lugar lleno de hombres. Para la época era terrible", recuerda.

Un año más tarde, Maruja y don Manuel se casaron. Y todo el barrio fue a ver. "De puro chusmas", dice, al tiempo que recuerda que además no se casó de blanco y la fiesta fue en la ya desaparecida confitería Los Dos Chinos, de Rioja y San Martín.

Pero dice que "salvó la honra"; y explica: "Mi primera hija, María Dolores, nació a los nueve meses y cuatro días de mi casamiento. Entonces, a penas nació un cliente del bar fue a verme al Hospital Español y me dijo que había salvado mi honra. En ese momento no entendía de que me hablaba, ahora me río".
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Maruja guarda fotografías y objetos de sus años en el bar.

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