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domingo,
31 de
diciembre de
2006 |
Casos que dejan de investigarse
Algunos homicidios complejos no se investigan por falta de pistas. Pero otras pesquisas, aunque nadie lo admitirá oficialmente, directamente se abandonan cuando la policía tiene la convicción de que el autor, tras ser ubicado y detenido, se fue libre porque a la Justicia las pruebas de cargo no le bastaron para culparlo. Por lo que quedan sin resolver.
Ningún policía dirá en voz alta que debe condenarse a un imputado altamente sospechado con evidencia insuficiente. "Pero muchas veces pasa que uno advierte que el tipo es sin duda el homicida y lo ve zafar porque no se halló el arma o no aparecen elementos decisivos", dijo un comisario rosarino que ahora está en la cúpula de una regional vecina.
En estos casos develar el enigma no pasa, para los investigadores, por buscar a otras personas implicadas. Sino a resignarse a que asome, acaso por milagro, alguna evidencia o testimonio incriminador contra los ya acusados. ¿Cuáles son estos casos? Tal vez el paradigmático sea el homicidio de Sandra Cabrera, el 27 de enero de 2003. Policía provincial, Prefectura y Gendarmería -que participaron de la pesquisa- y parte de la Justicia no tienen dudas de que Diego Parvluczyk, que estuvo procesado por el homicidio calificado de la mujer, es quien la mató. No buscarán, en consecuencia, a nadie más.
Algo parecido pasa con el caso del empresario bonaerense Gabriel Pellado, torturado hasta la muerte, cuyo cuerpo maniatado se halló en agosto de 2001 en Villa Gobernador Gálvez. Por el secuestro del empresario estuvieron 30 meses presos Nicanor Pereyra y Juan Carlos Valor, dos empleados municipales de esa ciudad. Quedaron libres porque se preservó mal una prueba y no se pudo hacer el examen genético que definiría si estaban o no implicados.
El 27 de septiembre de 2003 las hermanas Samay y Elvira Pérez Villalón, de 71 y 73 años, fueron asesinadas a golpes en su casa de cortada Paso de Uspallata (Sorrento al 500) en barrio Sarmiento. Les robaron. Hubo una pareja detenida: Edgardo Tasca y Mónica Giménez. Ambos indigentes y con problemas psiquiátricos, les atribuyeron haber ido en micro a Buenos Aires al día siguiente. Ellos dijeron haber trabajado en changas y vendido un placard para pagar el viaje. Tras un mes de detención, recobraron la libertad por falta de pruebas. "Somos locos pero no asesinos", dijeron al quedar libres. La policía no busca más a nadie por este caso.
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