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domingo,
31 de
diciembre de
2006 |
Muertes violentas. En dos años, ocho crímenes de ancianos sin resolución
La vulnerabilidad de los mayores
abre las puertas a los homicidas
Las personas mayores muchas veces caen en trampas tendidas por viudas negras o ladrones astutos
De los homicidios recientes no aclarados sobresalen varios casos que tuvieron a ancianos como blanco. Se los suele agrupar por el segmento etario común al que pertenecen las víctimas. Y tal vez contribuya a eso una tradición cultural que forma una tipología a partir de la mayor vulnerabilidad de las personas de edad avanzada. Hasta Adolfo Bioy Casares, en su "Diario de la guerra del cerdo", encontró este patrón como fuente para contar la historia de una horda de muchachos crueles que recorren Buenos Aires azotando ancianos y que no toleran, en la contemplación de los viejos, la evidencia del paso del tiempo.
Pero no todos los letales enigmas con ancianos desde 2005 hasta hoy son agrupables. Este es un resumen de los hechos que aún carecen de un autor identificado.
9/6/2005: Teresa Bresán de Collado, de 87 años, asesinada en su casa de José C.Paz 1440. Murió por "asfixia por estrangulamiento manual".
20/7/2005: Juan Quercias, 73 años. Su cadáver apareció en el garaje de su vivienda de pasaje Las Heras 5068 (frente al Batallón de Comunicaciones 121). Estaba atado al enganche de la lanza de su viejo Volkswagen 1500. El cuerpo estaba maniatado con el cable de un portalámparas, toallas y sábanas, con signos de haber sido sometido a mucha violencia. Fue asfixiado.
24/7/2005: Miguel Martino tenía 81 años y vivía con su esposa, María Rosa Sánchez, de 76, en una muy humilde casa de Luzuriaga al 2600, en el barrio Nuevo Alberdi Oeste. El examen corroboró que los ancianos murieron degollados y golpeados con una rama. Hubo tres adolescentes detenidos y liberados por falta de pruebas.
27/7/2005 : Nelly Lucía Viola, de 72, asesinada de un fuerte golpe en la cabeza en su casa de José C. Paz 2465. La cerradura de la puerta de ingreso no estaba forzada, lo que hace pensar que la mujer habría sido víctima de un engaño que la llevó a abrir su casa despojada de todo tipo de sospecha.
26/7/2006: Juan Cuatrocasas, de 84 años, había sido atacado el 23 de junio en un asalto en su casa del barrio Bella Vista. Murió un mes después a raíz de las lesiones severas que le provocó la paliza que sufrió.
3/8/2006: Aldo Racamatto, de 76 años, apareció brutalmente golpeado en su casa de Urquiza al 4100. No sobrevivió.
9/09/2006: Luis Saisi, de 82 años, en su casa de Lima y San Luis (a seis cuadras de la anterior). Saisi murió al día siguiente por un golpe que lo había dejado en coma.
27/10/2006: Honorio Scklate, un maestro rural jubilado de 88 años, ahorcado con una corbata en su casa de Montevideo 3328. Tenía las manos y los pies atados. Su habitación estaba revuelta.
Para el jefe de la Brigada de Homicidios, Daniel Corbellini, asoman dos tipologías detrás de buena parte de estos casos. Lo que no puede precisar es si la evidencia de un patrón o conducta criminal supone a un mismo individuo -o a un mismo grupo- detrás de los episodios. "Hay claramente dos grupos envueltos en estos crímenes. Uno -como pasa en los casos de la mujeres de la calle José C. Paz o el de Juan Cuatrocasas- llega a la tortura supuestamente para lograr confesiones sobre el lugar de objetos de valor. Los rasgos están en los cuerpos que están deteriorados y exhiben signos de una violencia cruel. Pero hay otros casos -como los de Honorio Scklate- donde apreciamos otra modalidad de aproximación, al estilo de las viudas negras, que caminan, entran logran confianza y si no hay dinero pueden marcharse sin hacer daño". En estos hechos aduce el oficial que han notado, durante la investigación, cómo los hijos ignoraban y se sorprendían de que sus padres tuvieran, sin decirlo, trato con personas desconocidas. "El secreto de por qué los hacían entrar se lo llevan a la tumba".
H.L.
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