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 domingo, 23 de julio de 2006  
Hilda Molina se siente "torturada psíquicamente" y elogia a Kirchner
La Casa Rosada aún no recibió respuesta a la carta enviada a Fidel. Antecedentes de un caso polémico

El gobierno manifestó ayer su confianza en que tendrá "buen resultado" la gestión que encaró el presidente Néstor Kirchner ante Fidel Castro para que pueda viajar a la Argentina la médica cubana Hilda Molina, quien dijo sentirse "torturada psicológicamente" por el régimen de su país.

La visita de Castro a la Argentina motivó una nueva maniobra de Kirchner para intentar que el gobierno cubano permita, después de 12 años, el viaje de la científica a Buenos Aires, pero hasta ahora no recibió respuesta favorable.

Fernández confió en el "buena resultado" del nuevo pedido, que se realizó a través de una carta. "Es nuestra preocupación, por encima de todo, ya que resulta absolutamente razonable desde el punto de vista humanitario que se favorezca la llegada de esta señora para poder visitar a su familia", aseguró el funcionario.

Por su parte, Molina destacó la acción de Kirchner y dijo sentirse "una persona torturada psicológicamente" por el régimen castrista. "Si Fidel Castro me hubiera fusilado, ejecutado, me hubiese hecho un favor, porque hay métodos de tortura que son más crueles que la misma muerte", dijo la cubana.

En una carta, que entregó el canciller Jorge Taiana a su par cubano, Felipe Pérez Roque, en el marco de la cumbre del Mercosur, Kirchner apeló a "las razones humanitarias del caso" para que Hilda Molina y su madre puedan viajar al país (ver Panorama Político).

Aunque el reclamo todavía no recibió respuesta de Castro, Fernández intentó consolar a la familia de Molina y alentar la continuidad de los pedidos, al decir: "La negativa ya la tenía, ¿no?".

El jefe de Gabinete también recordó las reiteradas acciones de Kirchner, quien "otra vez optó, formalmente, por una nota atendiendo a razones humanitarias para que se viabilicen alternativas para que pueda ver a su hijo (Roberto Quiñones) y a la familia de su hijo".

En este sentido, Molina aseveró que "sabía que lo iban a pedir de una manera u otra ya que se trata de los derechos humanos de dos ciudadanos argentinos que se están violando", en relación a sus dos nietos que no pueden ver a su abuela, y agradeció también la actitud del "pueblo y la prensa argentina" para con su causa.

En su discurso, Fidel Castro afirmó que en sus casi 50 años de gobierno no ha habido "jamás un desaparecido, jamás un torturado", aunque Molina negó parcialmente sus dichos.


Miedo en el Caribe
"Desaparecidos creo que no hay en Cuba, pero torturados sí. Han habido torturados física y psicológicamente, y yo me siento una persona torturada", manifestó la científica, tras lo cual advirtió que "mucha gente que ha sido torturada no lo quiere decir porque tiene miedo".

Durante muchos años, Molina fue "militante del Partido Comunista", según dijo, aunque sin participar "del comité central" y "no fui nunca amiga de Fidel, conversé muchas veces con él, pero no como amiga", aclaró.

En tanto, su hijo, Roberto Quiñones, resaltó desde la Argentina la importancia que se le dio al tema en el marco de la Cumbre de Presidentes y consideró que la acción de Kirchner demuestra "que se la juega", al igual que el canciller Taiana.

"Fue un momento tenso con el tema de la carta", reconoció Quiñones, "pero tenemos que agradecer, eso es lo que vale; demostró que defiende los derechos humanos", subrayó el hijo de la científica de 73 años, que sigue siendo "optimista" en su reclamo al presidente Castro.

Uno de los hechos que colmó la paciencia de Molina con el régimen fue que le cuestionaran el casamiento de su hijo con una extranjera. Devolvió las medallas con que había sido condecorada y renunció a su banca de diputada. Meses antes, en mayo de 1994, el matrimonio Quiñones había partido por razones profesionales a Japón. Un incidente con las autoridades cubanas en el aeropuerto los decidió a no volver a Cuba y radicarse en la Argentina. Desde entonces Molina no consiguió la visa para salir del país a pesar de que antes había participado en numerosos congresos internacionales. Luego de un par de años sin obtener respuestas, un militar cubano le explicó los motivos: "Usted no puede salir de Cuba porque su cerebro es patrimonio del país".

Paralelamente, Molina comenzó a percibir un hostigamiento: teléfonos intervenidos, seguimientos en la calle, amenazas veladas. Pero nunca fue detenida ni procesada por la Justicia.

Ya en la Argentina, Quiñones inició una cruzada para lograr la salida de su madre. Envió cartas a decenas de funcionarios argentinos y extranjeros, contó su historia a la prensa, realizó gestiones ante autoridades científicas de todo el mundo y logró el apoyo del Vaticano. Fue el gobierno de Kirchner el primero en recibirlo.

El 15 de octubre de 1996, Hilda Molina devolvió al ministro de Salud todas las medallas que había recibido de la Revolución Cubana: las distinciones por los 10, 15 y 20 años de servicio en el Ministerio del Interior, la orden Ana Betancourt, la medalla de la Alfabetización, la medalla Trabajador Internacionalista, la distinción 23 de Agosto, la medalla Eliseo Reyes, el sello conmemorativo "30 años de los órganos de la seguridad del Estado", la distinción 28 de Septiembre y la medalla Hazaña Laboral, entre otras.
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