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domingo,
23 de
julio de
2006 |
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Charlas en el Café del Bajo
-"¡Qué venga pronto el Mesías!" ¿Qué quise decir con ello? Si bien es cierto que como dijo Eliaschev metafóricamente tenemos un Mesías dentro nuestro (excepto los que sirven al mal), es probable que las cosas del mundo a las que estamos apegados no nos permitan escucharlo. Pero como Dios no puede ser sino misericordioso con su criatura, a pesar de ella o aun cuando ella no escuche a ese Mesías que lleva en su interior, la divinidad, creo, instaurará la llamada era mesiánica. En este sentido, soy un fervoroso creyente en la convicción judía del advenimiento del Mesías. Un Mesías que no vendrá en razón del fin del mundo, sino en razón del fin de un ciclo de la humanidad. Un Mesías que instaurará un nuevo orden social, basado en la justicia y en todo el planeta. Es posible que el mundo se rija entonces por un gobierno único y será posible entender que política y religión están íntimamente vinculadas. Se comprenderá, al fin, que política es un sublime altruismo al servicio de la humanidad toda.
-Alguien podrá decirle que usted, con ese pensamiento, niega el mesianismo de Jesús.
-No es este el momento de aclarar ese tema al que me referí en otras oportunidades. No niego a Jesús, ni mucho menos. Sólo diré hoy que reducir la potestad de Dios a nuestra visión es, en mi opinión, un gran error. Dios puede "ungir" a quien desee, cuando lo desee y del modo que lo desee. Como dice el Evangelio "el que tenga oídos para oír que oiga". De todos modos, creo firmemente que, como siempre, el acontecimiento mesiánico, girará en torno de Jerusalén, fundamentalmente de los judíos y de sus hermanos, los cristianos, que son un desprendimiento judaico. Esto no significa discriminar a otras corrientes religiosas, sólo opino que el protagonismo, y así fue dicho directa o subliminalmente en las profecías, lo tendrán estas corrientes. No dejo de reconocer, sin embargo, que el cristianismo deberá pasar primero (y no creo que ello demore demasiado) por una transformación. Los hombres de buena voluntad, Inocencio, están clamando por la era Mesiánica aun sin saber exactamente que claman por ella. Quieren un orden más justo. Quieren eso que dijo el profeta Miqueas: "De Sión saldrá la Torá, y de Jerusalén la palabra del Eterno. él juzgará entre muchos pueblos y arbitrará entre naciones poderosas, hasta las más distantes. Y convertirán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra. Cada uno se sentará debajo de su vid y debajo de su higuera. Y no habrá quien los amedrente..."
-¿Llegará ese día?
-Por supuesto que el mal no quiere que esto acontezca. El mal, hoy, se manifiesta de diversas formas. Una de ellas es el terrorismo. No es casual, ni mucho menos, que Hezbolá y Hamás se empeñen en atacar a Israel sostenidamente en el tiempo. No es casual que algunos presidentes de ciertas naciones, como el español Zapatero, entre otros, acuse sin razón a Israel de invasora y de extralimitarse en su defensa. No es casual que algunos intelectuales del mundo sean ya no antisionistas, sino antisemitas. Por eso me alarmo cuando algunos religiosos y teólogos cristianos no aclaran la gravedad de la cuestión debidamente, porque ellos (como otros estudiosos, de otras corrientes) saben que esto fue anunciada en el Nuevo Testamento y no sólo en el primero o anterior (para no llamarlo Antiguo, como me aconsejó una vez monseñor Mirás en una entrevista). Esto trasciende la mera cuestión geopolítica. El mal del que habla el Apocalipsis y otros escritos, irrumpió en el mundo y precisamente en donde fue anunciado. Si alguien creía que iba a venir un gran monstruo sobrenatural con tridente y lanzando fuego por su boca, fue muy inocente en creer mitos que ciertos religiosos se ocuparon de no aclarar por diversas razones mezquinas. El mal tiene otras formas, mucho más devastadoras. Primero tratará de echar a los judíos al mar, después irá (definitivamente, porque ya comenzó en otras partes del mundo y con otros modos) por todos aquello que se le oponga. Por eso dije "¡qué venga pronto el Mesías!", o lo que es lo mismo que venga aquel que pondrá sobre la faz de la tierra un orden más justo para que los hoy humillados y perseguidos puedan vivir en la paz que merecen.
Candi II
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