Desde el día en que asumió el cargo, el presidente estadounidense, George W. Bush, ha hecho de la defensa contra misiles enemigos su máximo objetivo de seguridad nacional. En una sola hora, sin embargo, terroristas dejaron al desnudo los límites de esa visión, al usar aviones de pasajeros normalmente inofensivos -no misiles de largo alcance- para llevar a cabo catastróficos ataques directos contra centros del poderío estadounidense.
Después de los ataques sin precedentes contra el World Trade Center, en Nueva York, y el Departamento de Defensa, en Washington, funcionarios norteamericanos dijeron que Estados Unidos estaba en guerra e insistieron en que los responsables tendrían que responder por sus crímenes.
Los ataques también tocaron el debate de la seguridad nacional. Plantearon nuevas dudas sobre si Bush está destinando demasiada fe y dinero a la defensa antimisiles, si Estados Unidos debería poner mayor énfasis sobre lo que los críticos ven como amenazas probables a "la defensa de la patria" y si había una falla en la inteligencia nacional por no prever los ataques.
La verdadera amenaza
Los planes de defensa antimisiles de Bush, que cuestan más de 8.000 millones de dólares al año, están destinados a interceptar sistemas de misiles enemigos de largo alcance de tierra, mar y aire, en su mayor parte de los llamados estados hostiles como Corea del Norte, Iraq e Irán. Bush ha sostenido que ésta es la apremiante nueva amenaza preeminente que enfrenta Estados Unidos en el mundo de la posguerra fría.
Pero el despliegue de un sistema eficaz está por lo menos a cuatro o cinco años de distancia, de acuerdo con expertos, y aunque existiera uno actualmente, no podría haber evitado el ataque del martes. "Yo creo que estos ataques sí debilitan el argumento a favor de la defensa antimisiles", dijo Joseph Cirincione, de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional. "Hace que la cantidad de fondos propuestos y la atención puesta sobre esta amenaza remota parezca descabelladamente inverosímil y una desviación de nuestras amenazas verdaderas", dijo en una entrevista.
El senador Joseph Biden, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, expresó argumentos similares un día antes en un discurso que pronunció en el Club Nacional de la Prensa. Como Cirincione, el demócrata del estado de Delaware no se opone a la defensa antimisiles totalmente, pero cree que tiene que ser llevada a cabo a un ritmo más mesurado que el que quiere darle Bush. "Nuestras verdaderas necesidades de seguridad son mucho más terrenales y mucho menos costosas que la defensa nacional antimisiles", dijo Biden en su discurso. (Reuters)