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 domingo, 05 de diciembre de 2004  
Una obra necesaria pero insuficiente

Thomas Jefferson decía que "no son las riquezas ni el esplendor, sino la tranquilidad y el trabajo, los que proporcionan la felicidad". Lo cierto es que de poco le sirve al hombre una mansión con lujos y finamente decorada si el alma de quienes la habitan está empañada por el desasosiego. Claro que esto no supone invalidar el trabajo realizado o la inversión hecha para hermosear la mansión, sino más bien instar a que junto con la obra material se lleve a efecto también una obra que lleve tranquilidad a los habitantes de la casa.

Con bombos y platillos la Municipalidad ha anunciado un vasto plan de obras, muchas de las cuales se harán con el concurso directo de la provincia, de la Nación y de préstamos concedidos por bancos extranjeros. No hay dudas, y en buena hora, de que la ciudad se sigue hermoseando para solaz de los rosarinos y de los visitantes de la región que visitan Rosario. Aun cuando no son pocos los barrios y los sectores que están algo olvidados, como una suerte de desván de la mansión en donde todo está patas para arriba, debe reconocerse la tarea de Lifschitz en cuanto a obras. Sin embargo, no pueden obviarse los votos para que la Municipalidad no sólo tenga su mirada puesta en las obras que reflejan esplendor, sino que atienda otras necesidades de los habitantes de la ciudad para que éstos no sean desasosegados en una lujosa casa.

Muchos rosarinos sufren. Sufren la falta de trabajo, la falta de alimento, la falta de atención sanitaria, la falta de seguridad, la falta de servicios adecuados y sufren muchas necesidades básicas insatisfechas. Pero muchos rosarinos sufren también la falta de actitudes justas, absolutamente transparentes y políticamente correctas.

Desde hace meses se viene insistiendo en que la tarea de la Guardia Urbana Municipal (GUM) está muy pero muy lejos de servir a la comunidad. Lo que en principio debió ser un cuerpo que sirviera de auxiliar de seguridad en una ciudad a la que el delito a cada instante y en todo lugar tiene a mal traer, se transformó desde el mismo inicio en una elite destinada a labrar actas de infracción en lugar de coadyuvar a la prevención de robos mediante acciones limitadas pero eficientes. La mayoría de las intervenciones de este cuerpo corresponden a infracciones de tránsito. ¡Lamentable! Como lamentable también que se hicieran obras y adquirido materiales, y no fueran licitados como corresponde. Dice la información: "La construcción de su nueva base de operaciones en los galpones de Garay entre Buenos Aires y Juan Manuel de Rosas (parque Hipólito Yrigoyen) no pasó por el Concejo. Se adjudicó la licitación y ya empezaron las obras bajo un costo de 1.400.000 pesos, y aquí no llegó ni siquiera el mensaje del intendente, denunció la concejala radical Silvia Rodríguez Soto". De hecho, y como parecen confirmar hombres de la propia administración municipal, la suerte de la directora del área estaría sellada y su alejamiento sólo es cuestión del momento oportuno. Es de aguardar que quien la suceda no cometa los mismos errores que la actual funcionaria.

Se habla y se proclama como virtud política la estatización de servicios municipales. ¿Pero para honrar con puestos de trabajos a la militancia del partido gobernante?

Por lo demás, hay concejales preocupados por ciertas cuestiones como la licitación del restaurante ubicado sobre la avenida Wheelwright, al lado del cual se construyó un gimnasio sin conocimiento del cuerpo deliberativo de la ciudad con lo que se pasó por alto la intervención de esa institución y el correspondiente contralor. No deja de inquietar, asimismo, a algunos ediles que parecen estar empeñados en un oposición atenta a la que deberían ajustarse otros ediles no oficialistas, lo actuado por el Servicio Público de la Vivienda.

Sin dejar de observar que muchas de las obras que hoy se inauguran fueron planificadas en la anterior gestión con la ayuda de la Nación y la provincia. ¿O no? No debe pasarse por alto que en la ciudad hay analfabetos, hambrientos, robados y desamparados de todo tipo y de toda clase. La diferencia entre un estadista y un mero administrador puede observarse en la frase de Jenofonte: "Los ricos que no saben usar sus riquezas son de una pobreza incurable, porque es pobreza de espíritu". Ojalá que el Departamento Ejecutivo no se pierda sólo en una obra pública necesaria, pero insuficiente.
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