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 domingo, 01 de agosto de 2004

Sexo tras las rejas. Una maraña burocrática profundiza las restricciones a la libertad
Ingenio y deseo, un rompecabezas para las visitas íntimas en prisión
Pocos centros de detención cuentan con lugares acondicionados para que los presos mantengan relacionessexuales con sus parejas. En la mayoría de los casos, deben superar el pudor y resignar la privacidad

María Laura Cicerchia / La Capital

Bajo una mesa, en una carpa de frazadas, sobre el colchón de una celda húmeda, en un maloliente baño, en cualquier rincón a espaldas de los guardias o, en su variante regulada, dentro de una habitación acondicionada para recibir visita íntima. Así es como se produce dentro de las cárceles y comisarías el contacto sexual de los detenidos con sus parejas. Pese a que el derecho a la sexualidad no queda comprendido dentro de la pena privativa de la libertad, el acceso "permitido" a un encuentro a solas es considerado un beneficio del que goza sólo un ínfimo porcentaje de la población carcelaria de la provincia. Es que el encuentro sexual, dentro de la cárcel, pasa a formar parte del régimen disciplinario de premios y castigos. Así, un requisito indispensable sólo para iniciar el trámite de visita íntima es tener buena conducta. Quien no cumpla con las exigencias formales, deberá arreglárselas para tener sexo a escondidas o con la distracción cómplice de los celadores.

La relación heterosexual en los lugares de encierro reconoce dos variantes: la formal y la informal. La primera es la que se da en pabellones específicos, casas de visita o habitaciones de las que dispone el Servicio Penitenciario para aquellos internos a los que se beneficia con "la íntima", como la abrevian intramuros. La vía informal es el recurso al que apelan aquellos que no cumplen con los requerimientos oficiales. Una modalidad más degradante, con menos privacidad y más urgencias, que implementan de hecho los mismos detenidos en pabellones, carpas, mesas o baños durante el horario de visita común.

La versión regulada de la visita íntima exige que el vínculo del reo con la persona que va a intimar con él sea previo a la detención. La reglamentación interna dice que esa relación debe acreditarse con un certificado de concubinato o acta de matrimonio. Para acceder a la visita sexual, el recluso con buen concepto y conducta deberá iniciar una gestión por medio del área social de los correccionales. Allí se abrirá un legajo por cada favorecido. Una carpeta específica para controlar y registrar dónde y con quién tendrá un contacto íntimo.

La pareja del preso deberá prestar su consentimiento, someterse a análisis médicos, presentar certificados de vecindad y firmar que está de acuerdo en caso de que su compañero padezca hiv. La maraña burocrática de tramitaciones es algo que a menudo desalienta a los convictos a iniciar gestiones por las visitas. Eso, al menos, es lo que ha comprobado la abogada Paula Moretti en su experiencia en las Pasantías de Ejecución Penal del Colegio de Abogados rosarino. "En general, el tema de la visita íntima es muy restrictivo", confió la profesional.

Todas esas normas emanan de la reglamentación que la provincia hizo en el año 1973 de la vieja ley penitenciaria, que sigue vigente porque la nueva ley de ejecución no fue reglamentada. Allí se exige, por ejemplo, que todo interno que inicie una relación de pareja con posterioridad a su detención sostenga un noviazgo de 8 meses antes de pedir permiso para tener sexo. En última instancia, la razón de ser de esas regulaciones parece ser moral. "La idea es que la relación sea más sólida, modificar conductas promiscuas y que las cosas se canalicen según sus reglas", explicó un funcionario del SP.

El regimen pautado de visitas íntimas es distinto en cada penitenciaría. En la cárcel modelo de Coronda, habitada por 1.432 hombres, hay un pabellón específico para los presos que gozan de encuentros sexuales durante el horario de visita general de los domingos. Lo mismo ocurre en la Unidad II de Las Flores, con 589 internos, donde los 38 alojados en el pabellón 1 tienen visitas "fijas" y 15 que residen en otro sector acceden a encuentros "rotativos".

De los 332 alojados en la Unidad 3 de Rosario, sólo 60 cuentan con permiso para la visita íntima. La cárcel de Riccheri y Zeballos tiene una "casa de visita", con habitaciones preparadas para encuentros por turno que se suceden de lunes a viernes. También hay un dormitorio apartado para el placer en la Unidad IV de mujeres de Santa Fe. En tanto, en la cárcel de mujeres rosarina, sólo una interna goza del permiso oficial para tener sexo. Las otras llevan meses solicitando los permisos, pero chocan con la rigidez de los reglamentos.


Cuestión de ingenio
El encuentro sexual no autorizado con la pareja admite tantas formas como la oportunidad y el ingenio lo permitan. En los patios de los penales se arman carpas con frazadas, colocan un colchón debajo de una mesa cubierta con manteles, o acondicionan alguna celda para recibir a sus mujeres. "En Coronda hay unas piecitas, son como bañitos pero sin inodoro. Tenés que hacer fila porque hay muchos pibes que quieren pasar. Te da una vergüenza bárbara porque salís toda despeinada, la cara colorada, y te ve todo el mundo. Hasta tu suegra", cuenta entre risas Cintia Alegre, de 20 años, de su experiencia cuando tuvo a su novio preso, antes de quedar ella en la misma condición.

"Cuando yo iba a visitar a mi novio a la Unidad 3 lo hacíamos abajo de una mesa. Una vez nos encontraron luqueando en el baño. Nos hicieron declarar. A él se lo llevaron castigado a Coronda y a mí me prohibieron verlo", narra Emilce Lesati, de 21, que ahora comparte celda con Cintia en la cárcel de mujeres de Ingeniero Thedy 375.

Luquear, en la jerga, es un término con doble significación: equivale a "conseguir" o "agarrar" y también remite al coito. "Es que no se puede decir que hacemos el amor. Porque lo hacemos como animales, a las apuradas, preocupadas porque no te descubran. En el horario de visita ni siquiera te dejan darte un beso porque lo consideran una falta de respeto", dice Paola, que sólo consiguió ver a su novio preso por "acercamiento familiar", una categoría que no contempla el acto sexual. Al menos, del admitido.


Sólo por carta
La posibilidad de encontrarse legal o clandestinamente con una pareja dentro de la cárcel es mucho más limitada para las mujeres presas que para los hombres. A diferencia de éstos, que durante la visita general se las rebuscan para estar con sus novias, esos encuentros informales no ocurren en el Instituto de Recuperación de Mujeres de Rosario. Otro agravante que se suma a la situación de las mujeres presas es que, muchas de ellas, tienen a sus novios detenidos en otros lugares, lo que implica dos trámites por separado que no siempre son aceptados.

En la Unidad 5 de Rosario, la única interna que tiene acceso a la visita íntima "tiene a su marido en la calle", según plantean sus compañeras. "Hace ocho meses que pido la visita íntima. Pero siempre surge un problema y no me la dan", insiste Paola. "Hace dos años y medio que no luqueo. Por eso acá muchas chicas se hacen lesbianas", añade otra jovencita.

En el penal de buena conducta ubicado en la planta baja algunas mujeres preparan mate, otras hacen artesanías, otras se ocupan de sus chicos, otras duermen. Allí viven Patricia, de 32, y Mirta, de 30, quienes se pusieron de novias en un taller de teatro que comparten con internos de la Unidad 3 dos días a la semana. Tanto ellas como las demás internas que están tramitando visita íntima, están presas por robo, con condenas o procesamientos a cuestas.

La cumbia villera a todo lo que da invita a algunas a bailar, mientras otro grupo permanece estático frente al televisor, con el volumen aún más fuerte. En una suerte de galpón que da a un patio enrejado conviven las internas con conducta regular, algunas embarazadas, otras con sus hijos pequeños viviendo allí mismo. Saben que, por su concepto, les resultará casi imposible acceder a la íntima.

Entre ellas está Emilce, vestida de pies a cabeza con los colores de Newell's Old Boys, quien no puede ver a su compañero que está preso desde antes que ella en Coronda. "Necesito verlo, hablar con él", se lamenta. "Esto no es un beneficio, es un derecho que no nos pueden sacar porque estemos detenidas", sentencia. Mientras tanto, se comunica por carta.

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Esperando. Para ingresar a las comisarías las mujeres deben padecer una seria requisa.

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