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 domingo, 02 de diciembre de 2007  
París: donde vive el arte
La capital de Francia, pionera en usar electricidad para iluminarse, sigue haciendo honor a su fama

Daniel G. Echeverría

París es una ciudad de diez millones de habitantes, en la que residen gentes de todas las culturas, rodeadas de historia y arte salpicado en cada calle, es una de las ciudades más bellas del mundo, la más visitada y probablemente la más romántica del planeta. París es una obra de arte, hace honor a su fama y no defrauda a nadie que vaya a visitarla. Es más, a la hora de partir hace que el viajero sienta tener que hacerlo, y que lamente no disponer de más tiempo o dinero para volver o quedarse más tiempo en una ciudad mágica, con un encanto especial que se percibe en cada esquina, cada plaza, o simplemente en cada uno de sus cafés.

A diferencia con otras grandes ciudades europeas, París no tiene un “centro” definido alrededor del cual se expande la ciudad. Todo París es centro, y esto es debido a que la ciudad no ha ido absorbiendo las pequeñas ciudades que se encontraban a sus afueras, sino que éstas han mantenido su independencia administrativa pese a que el límite entre estas pequeñas ciudades y la gran ciudad de París es tan sólo el Boulevard Periferic que rodea toda la ciudad y a través de las “Portes” permite salidas a todos los barrios, algo asi como la nuestra avenida de Circunvalacion, pero perfectamente circular.

Este hecho de permanecer “encerrada” desde hace tiempo hace que todo París tenga un aspecto antiguo y clásico, y que un paseo por la ciudad sea un paseo por un lugar donde el tiempo no parece existir, donde pese al bullicio, el visitante tendrá la sensación de encontrarse en un lugar que no ha cambiado durante décadas o incluso siglos.

Lo de “Ciudad Luz” se debe a que París fue la primera ciudad en instalar en sus calles y edificios importantes la luz eléctrica, lo que causó admiración en todo el mundo. Ciudad adelantada a su tiempo como muestra el hecho de que allí se cimentaron los derechos del hombre y los principios de libertad, igualdad y fraternidad, principios que aún hoy, no están presentes en muchos lugares del globo.



La Torre Eiffel

Toda estancia en París pasa necesariamente por una visita al ícono de la ciudad: la Torre Eiffel. Este es el lugar que nadie deja sin ver, y de hecho es la estructura que se divisa desde cualquier punto de la ciudad, por lo que reclama insistentemente la atención de todo turista.

Por la noche, además, siempre suele estar adornada con algún invento que la resalta todavía más; por ejemplo, recientemente se ha instalado un sistema de luces de flash que cada hora y durante 10 minutos la convierten en algo parecido a un gran arbol navideño, con un fondo de verdes reflectores, en su punto mas alto. Es un faro que barre París hasta la llegada de la madrugada, y por estos dias, una gigantesca pantalla informaba constantemente los resultados, fechas y lugares donde se estaban llevando a cabo los partidos del Mundial de Rugby, que tenía a los franceses, (hasta el partido contra Inglaterra), en vilo.

Imaginen la sensibilidad de ese pueblo, que a mí se me ocurre entrar a la ciudad haciendo flamear orgulloso la bandera argentina en mi moto justo el dia que Argentina habia derrotado a Francia... yo imaginaba que los franceses eran ácidos, porque no sabia lo del resultado... muy oportuno lo mio, después de varios días, la cosa cambió.

Montparnasse

Si lo que se quiere, es seguir disfrutando de las alturas de París, hay otras interesantes áreas que visitar. La Torre Montparnasse se alza espléndida en una zona de frenética actividad comercial y turística. En lo alto de sus 210 metros existe una gran terraza que permite disfrutar de unas excelentes vistas panorámicas, si uno tiene la suerte de tener un día completamente despejado podrá observar como se extienden ante él 40 kilómetros de bulevares y jardines parisinos.

Sin duda la mejor hora para el espectáculo es cuando se acerca la puesta de sol, es entonces cuando los brillos anaranjados del sol que se apaga en el horizonte rebotan en los altos edificios acristalados que se divisan en la lejanía, y se aprecia cómo la vida nocturna empieza a despertar poco a poco.

Un poco más abajo, en la denominada “planta 56” (a 196 metros de altura) se halla Le Belvedere (El Mirador), un restaurante en el que se puede cenar mientras se disfruta de las vistas. Aunque éste, es un lujo sólo al alcance de grandes bolsillos, pues normalmente el turista no suele llevar encima el dinero necesario para una facturación que se realiza con cifras de cuatro dígitos.

Para llegar allí deberá tomar el ascensor más rápido de Europa, que asciende hasta este piso en apenas 38 segundos; hasta los oídos hacen un amago de querer taponarse.



Montmartre

Montmartre se encuentra en el 18 arrondisment, es decir, el distrito número 18 de Paris, en la zona norte de la ciudad, y es uno de los barrios con mayor encanto, si no el que más, de la ciudad. Sus calles en cuesta, sus escaleras, y sus inconfundibles y acogedores cafés, hacen de Montmartre una cita inexcusable para el turista. Si bien todo el barrio es realmente bonito, la guinda nos la encontramos al llegar a la parte alta de la colina, a donde podemos acceder, bien dando un paseo por sus bonitos jardines y escaleras, o bien utilizando el funicular de Montmartre, que nos dejará a los mismos pies de la Basílica del Sagrado Corazón.



El Sagrado Corazón

En lo alto de la Colina de Montmartre, coronando la ciudad de París, se encuentra la Basílica del Sagrado Corazón de Montmartre, blanca y resplandeciente, que parece vigilar y controlarlo todo. Sus orígenes datan de 1870; en aquel año Francia, en guerra con Alemania, no vivía su mejor momento, ya que parte de su territorio se hallaba ocupado por el enemigo y además las relaciones con el Vaticano no pasaban por su mejor momento.

Para el visitante puede ser una sorpresa descubrir la belleza del Sagrado Corazón, Sacre Coeur para los franceses, y de todo su entorno, belleza que hace que muchos de los turistas que visitan Paris busquen su hotel en Montmartre.

Como curiosidad, hay que destacar que la construcción se realizó con dinero obtenido con colectas en toda Francia, estando los nombres de los donantes, muchos de ellos modestos, inscriptos en la piedra de la Basílica. Sus calles adyacentes están llenas de tiendas de recuerdos y restaurantes tradicionales para todos los bolsillos, todo enfocado para recibir y ofrecer al visitante todo lo que necesita.

Por todos lados, se destaca la presencia masiva de pintores, artistas urbanos que acuden allí a pintar la plaza, hacer retratos a todo aquel que lo desee o vender sus pinturas en plena calle. Precisamente esta afluencia de artistas hace que a Montmartre se le llame a menudo el “Barrio de los Pintores”.



El Arco de Triunfo

El Arco del Triunfo es, después de la Torre Eiffel, el monumento más representativo de la ciudad de París. Cuando se ve el Arco del Triunfo en fotos, uno piensa automáticamente en La Puerta de Alcalá de Madrid, o en diferentes arcos de origen romano, pero cuando uno se va acercando al parisino rápidamente se va percatando de que éste no tiene igual.

En efecto, sus dimensiones superan o duplican las de cualquier arco “normal”, tanto en anchura como en altura, siendo esta su característica más destacable, que se hace más patente aún si se sube a lo alto del arco, y es que desde allí se puede ver la que es probablemente la vista más bonita de Paris, pese a estar a una altura evidentemente inferior a la de la Torre Eiffel y a la de la Torre Montparnasse (el edificio más alto de la ciudad), desde el Arco del Triunfo se contempla el perfecto dibujo de la estrella que da nombre a la plaza (Place de l”etoile), desde donde parten doce grandes avenidas. Además, por sus costados la vista es impresionante, teniendo por un lado una vista espectacular de los Campos Elíseos, otra de la avenida de la Grande Armee con el Arco de la Defense al fondo, la Torre Eiffel por un lado y por otro lado el resplandeciente Sagrado Corazón de Montmartre.

En cuanto a sus orígenes, tiene lugar en 1806, cuando el entonces emperador Napoleón Bonaparte decidió construir un Arco de Triunfo como homenaje a sus ejércitos y en honor de sus victorias. El arco tiene una altura de 50 metros, y el ancho es de 45 metros. En las paredes inferiores del Arco, que se pueden observar cruzando al centro de la plaza por unos accesos subterráneos, están grabados los nombres de muchos generales y batallas en los que participaron tropas francesas. También se construyó allí la Tumba del Soldado Desconocido al acabar la I Guerra Mundial en 1919.



Plaza de la Concordia

El ruido del tráfico enseguida se hace patente nada más llegar a la Plaza de la Concordia (Concorde), única área de París en la que los seguros de los vehículos no tienen vigencia, dado el caos circulatorio que se vive sobre aquellos adoquines, en torno al gran obelisco que preside el lugar.

La Catedral de Notre-Dame es la iglesia más conocida de París sin duda alguna, siendo la obra por excelencia representativa del estilo gótico a nivel mundial. Su privilegiada situación, bordeada por el Sena (la Seine o la Sena, porque para los franceses es femenino... la riviere) y con jardines por delante y por detrás, hacen que la catedral pueda ser observada con total comodidad para el visitante, que podrá inmortalizar su visita con bellas fotografías desde cualquiera de los puentes que cruzan el río, desde su jardín delantero, con las dos torres principales presidiendo la imagen, desde un lateral, pudiendo apreciar la expresividad de sus célebres gárgolas, o desde la parte de atrás, donde destacan las altas agujas que la coronan.

La construcción de la catedral de Notre-Dame se llevó a cabo entre los siglos 12 y 14 (de 1163 a 1345 concretamente), y el interior sin duda no es tan impresionante como el exterior para el inexperto en arte, pero resulta ciertamente impresionante entrar a la catedral y ponerse en el pasillo central de la iglesia cara al altar, observando toda su grandeza e inmensidad. Si podemos elegir día y hora para efectuar nuestra visita a Notre-Dame, puede resultar interesante hacerla el sábado a las 14 :30, ya que en ese momento se efectúa una visita guiada totalmente gratuita en castellano.

Para los amantes de la estadística, decir que la catedral contiene 5 naves, 37 capillas, 3 rosetones con 13,5 metros de diámetro cada uno y un total de 113 vitrales. La catedral tiene una planta de cruz latina, frente de 40 metros de ancho, una longitud de 130 metros, y una altura máxima de 69 metros.



El Louvre

Originariamente construido como una fortaleza para proteger la orilla derecha del Sena, a finales del siglo XII, el Louvre ha desempeñado un largo y variado papel en la historia parisina. Primero fue transformado en una residencia real gótica en el siglo XIV por Carlos V, y posteriormente, en el siglo XVI, fue reconvertido en un palacio renacentista por el rey Francisco I.

La Gran Galería abrió como museo en 1793 y el primer comentario que usted (al igual que yo) va a emitir cuando lo vea sera: -”Es inmenso!” ya que ocupa el espacio de por lo menos cuatro manzanas y demás esta decir que necesitara varios meses para poder recorrerlo, con lo que generalmente uno caera en la de “sacarse la foto en la piramide” y si tiene paciencia para esperar la larga cola de la entrada, podrá ver a la Gioconda.

Para los amantes del arte, París será sin duda un paraíso que los dejará impresionados por la cantidad y calidad ded su arte.
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