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domingo,
02 de
diciembre de
2007 |
Máximo Ravenna: “Comer debe ser un trámite”
Qué propone el médico que se hizo famoso por su método con dietas de pocas calorías
Florencia O'Keeffe / La Capital
Su último libro, “La medida que adelgaza”, hace eje en la necesidad de pasar del “exceso tóxico a la porción saludable”, un camino que Máximo Ravenna invita a transitar para recuperar el peso corporal, pero sobre todo, la alegría y el control de la vida. Autor de frases como “la comida debe ser un trámite”, “la heladera es un dealer”, “comer poco despeja la mente” y “el talle es el primer chaleco de fuerza”, el médico y especialista en psicoterapia propone un método que considera muy eficaz — que muchos cuestionan— que se basa en una alta dosis de voluntad y el apoyo de un equipo interdisciplinario que permite poner en marcha tres cuestiones clave: corte (con el exceso), medida (achicar las porciones) y distancia (más tiempo entre comidas).
Ravenna dirige su propio centro terapéutico desde hace 13 años. Fue discípulo de Alberto Cormillot y saltó a la fama cuando se puso al frente de la dieta de Susana Giménez, entre otros famosos. Su propuesta consiste en un plan alimentario que no excede las 600 u 800 calorías por día, ingesta de vitaminas y minerales, mucha agua, actividad física cotidiana y grupos terapéuticos. Está en contra de los suplementos dietarios y rechaza las cirugías bariátricas (para bajar de peso). En diálogo con Mujer dijo que un obeso es sin dudas un adicto que se reconoce fácilmente por los kilos de más pero sobre todo por sus conductas compulsivas, porque empieza una dieta a la mañana y la abandona a las 6 de la tarde, porque miente y se autojustifica todo el tiempo.
Durante la charla, que es un anticipo de la que dará en Rosario el 6 de diciembre para anunciar la apertura de su primer centro terapéutico en esta ciudad, defendió su plan y tildó de “celosos” a los profesionales que acusan al método Ravenna de ser “una dieta de hambre”.
—¿Se puede bajar de peso yendo sólo al nutricionista?
— Si se tienen que bajar muy poquitos kilos tal vez sea posible, pero en general, todo tratamiento que se hace entre un solo médico y un paciente termina en fracaso o en la indicación de algún medicamento para acompañar la dieta, lo que significa otro fracaso con efectos secundarios desfavorables. Los pacientes que abundan son los adictivos, y en ellos es fundamental un tratamiento interdisciplinario que incluya el movimiento, el trabajo psicológico conductual, la nutrición y el médico clínico. La obesidad es una enfermedad básicamente clínica que necesita un trabajo profundo de la conducta y los vínculos: el gordo es un ser pegoteado con eso que no puede largar.
—¿Por qué propone un plan tan bajo en calorías?
— Yo doy una nutrición adecuada y sana pero con pocas calorías para que rápidamente se produzca un balance negativo y haya un efecto adelgazante seguro y persistente. Yo participé en los primeros años de mi carrera de un plan tradicional que proponía una dieta basada en más comida, una pseudoeducación alimentaria y la utilización de premios con comida. Pero descubrí que en los tratamientos de dietas con menos calorías la gente se despeja y logra un alivio tanto del espíritu como del pensamiento; por eso no estoy de acuerdo con un plan en el que la gente se obsesiona con aquello que tiene que alejar, que propone mirar el reloj y comer obligadamente cada dos horas. Yo fui distanciando las comidas. Observé que los que tenían dietas de 1.200 ó 1.400 calorías bajaban poco y siempre estaban con hambre. Además, la poca comida produce un trabajo químico llamado acidosis.
—¿De qué se trata?
— Si el cuerpo necesita 1.500 ó 1.600 calorías y uno le ofrece 800, las restantes se producen desde adentro. La grasa empieza a funcionar como un combustible interno. Cuando la grasa se quema se degrada en ácido acetocético e hidroxibutídico (ácidos grasos) que circulan por el cuerpo produciendo una acidosis metabólica (algo así como el cuerpo en estado ácido) que se compensa por los mecanismos de la respiración, la transpiración, movimiento intestinal: este proceso genera una desintoxicación del cuerpo. Por otro lado, la grasa, cuando pasa por el hipotálamo, bloquea el centro del apetito y produce como una anestesia.
—¿Quiere decir que comiendo menos se tiene menos hambre?
— Exacto.
—¿Qué piensa de los “permitidos” que dan algunos planes?
—Yo trabajé muchos años permitiendo a la gente que una o más veces por semana se dé el mal llamado “gusto”. Pero eso empezó a generarme dudas, entonces tuve la sensación de que había que ser más firme. Si el gordo está en una etapa de recuperación no puede comerse dos porciones de pizza porque inmediatamente recuerda el sabor de la pizza y no puede parar. No hay plato permitido y en todo caso, todo está permitido en pequeña medida. No se puede tirar por la borda en un rato el esfuerzo de toda una semana.
—¿Pero cómo se hace para no caer ante la tentación de una buena picada o un flan con crema?
— Con un plan interdisciplinario y conducta. Lo que no se puede es estar toda la vida gordo porque eso es menor tiempo de vida y menor calidad de vida. El hipertenso no puede comer con sal y el obeso no puede comer helado o flan con dulce de leche.
—¿Por qué dice que las personas excedidas de peso mienten?
—Sí, se tienden trampas y se autojustifican. Eso es por carencia de un trabajo serio y por falta de acompañamiento. Quienes tienen sobrepeso suelen decir que cuando empiezan a hacer la dieta sienten “un vacío”, y yo les digo que el vacío no existe, que eso de la ausencia es un verso intelectualizado. ¡Cómo les va a faltar con todo lo que les sobra! En todo caso hay una ausencia de una presencia que fue excesiva.
—Hay médicos que dicen que lo que usted propone es peligroso para la salud y tiene efecto “rebote”.
— Ese es el latiguillo de la gente ignorante, celosa y mal intencionada. Lo que yo propongo está más que documentado científicamente. Lo que pasa es que siendo un desconocido, en 13 años logré tener 29 mil pacientes. ¿Alguien puede creer que haya tantos masoquistas? La mayoría está en peso y unos 2 mil siguen en mantenimiento. Con el otro método en el que yo participaba, cada tanto veíamos uno que lograba ser flaco y cruzábamos los dedos para que no empiece a subir.
—¿Qué usted tenga pacientes tan conocidos como Susana Giménez, Diego Pérez, Georgina Barbarrosa, no es un arma de doble filo?
—¡Sin dudas! Cuando Susana está espléndida yo soy un Dios, pero si sube dos kilos soy un desastre. Ahora Susana puede tener 3 kilos de más, pero les aseguro que si la ven personalmente está muy bien, mucho más flaca que cuando empezó conmigo. No olvidemos que es una mujer de más de 60 años ¿Quién está como ella?.
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Máximo Ravenna.
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