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 domingo, 25 de noviembre de 2007  
[Nota de tapa] - el lejano oeste argentino
Butch y Sundance, caso abierto
Dan Buck y Anne Meadows reconstruyeron la historia oculta de los míticos bandidos

Textos y fotos: Osvaldo Aguirre

En 1978 Daniel Buck y Anne Meadows iniciaron un viaje como mochileros a través de América latina. La travesía insumió un año y quedó inconclusa, ya que al llegar a Argentina el conflicto por el canal de Beagle les impidió recorrer la Patagonia. “Pero después regresamos. Alquilamos un auto en Bariloche y viajamos hasta Río Gallegos. Nos gusta tanto esta región que queremos volver otra vez, otra vez y otra vez. La historia de Butch y Sundance fue un pretexto para nosotros para viajar”, dice Meadows.

“El misterio está en América latina, no en Estados Unidos —dice Buck—. Hay mucho que no sabemos todavía porque no hemos encontrado los documentos o no han aparecido descendientes de familiares y amigos de los bandidos, que tal vez nunca vamos a encontrar. Siempre estamos escribiendo pedacitos de un rompecabezas”.

El paso de Butch Cassidy por Chubut, su amistad con el gobernador del territorio en la época, los tratos comerciales que mantuvo con la poderosa Compañía de Tierras, la violencia apenas solapada en las difíciles condiciones en que se vivía en la Patagonia a principios del siglo XX, no son simples anécdotas. Es toda una sociedad, con sus conflictos y fenómenos particulares, la que se despliega cuando se examina el recorrido de los bandidos norteamericanos. Como dice Meadows, “esta historia es una ventana al pasado. A través de ella, uno puede entrar a un mundo que existió en un tiempo que ya no es”.



Los interrogantes

¿Por qué Butch y Sundance volvieron al delito, en 1905? ¿Por qué renunciaron a su vida pacífica en Cholila? ¿Qué ocurrió con Etta Place? ¿Qué hicieron en Chile? Son algunos de los interrogantes que persisten. “No hay el dato completo, que explica todo. Estamos reconstruyendo un evento de hace cien años usando evidencia circunstancial. Pero es mucho más interesante resolver un rompecabezas que estudiar algo que está bien conocido ¿no? Si hubiera fotos de lo que pasó no sería tan interesante”, dice Buck en un alto del Simposio, en el restaurante Martin Sheffield, de El Bolsón.

Cuando se habla de Etta Place, la mujer que acompañaba a Sundance Kid, el rompecabezas se convierte en un laberinto. “Etta es una calle sin salida. Hasta que aparezca alguien, un pariente, un descendiente. Su apellido verdadero no fue Place, tal vez su nombre no fue Etta, ni Ethel (como apareció en informes de la Agencia Pinkerton). Ella desapareció, tal vez cambió su nombre original. En la época fue muy difícil para una mujer casarse con un hombre que tenía una historia como bandolero. Con Etta no se pueden usar las armas normales de los historiadores, como censos o archivos genealógicos, porque no sabemos su verdadero nombre”.

Buck y Meadows siguieron los pasos de Butch y Sundance también en Chile y en Bolivia. En 1991, dirigieron el grupo de investigadores que trabajó en el cementerio de San Vicente, con el antropólogo forense Clyde Snow, en procura de identificar los restos de los bandidos. “Nadie había ido a Bolivia a buscar documentos. En Argentina la historia tuvo investigadores, pero allá era desconocida”, recuerdan.

La excavación se hizo en un lugar indicado por el hijo de un antiguo cuidador del cementerio. Pero la pericia de ADN determinó que los restos hallados pertenecían a un alemán, Gustav Zimmer. Y difícilmente pueda hallarse ahora alguna pista en San Vicente, dado que las inhumaciones continuaron y resulta imposible determinar el sitio exacto en que fueron enterrados Butch y Sundance.

Desde 1908, cuando murieron en un tiroteo con el ejército boliviano, Butch y Sundance renacieron y volvieron a morir en relatos que los situaron en distintos puntos del mundo. “En total —dice Buck— hay más de sesenta cuentos sobre la muerte de los bandidos, en tres continentes. El mejor, el que me encanta más, es en París: Butch Cassidy fue apuñalado por un apache, un marginal de la calle. También se dice que murieron en México, en quince estados de Estados Unidos, Argentina, Chile, Uruguay, Perú, Brasil, Venezuela. Hay un vacío que la gente llena con cuentos”.

No obstante, los investigadores sostienen que no es difícil distinguir la historia de la leyenda, y lo explican con un ejemplo. “Si uno visita una ciudad y pregunta cuál es el mejor lugar para comer pizza va a tener como veinte recomendaciones, entre lo peor, lo mediocre y tal vez lo mejor. Hay que vivir un tiempo en esa ciudad para conocer las mejores pizzerías. Así, hay que vivir un tiempo en un pueblo para conocer los cuentos locales. En inglés los llamamos «cuentos del tío Ned», historias folclóricas”.

En Digging Up Butch & Sundance (“Desenterrando a Butch y Sundance”), Meadows relata la historia de las pesquisas que les permitieron determinar el fin del dúo, algo que genera resistencias en Estados Unidos. “Hay que tener algo de frialdad, ser desapasionado —dice Buck—. Comenzar la búsqueda sin opiniones, sin prejuicios, sin la idea de defender un cuento. Para nosotros lo más importante fue seguir la evidencia”.

Ambos viven en Washington, en el este del país, y en simposios realizados en Estados Unidos enfrentaron el encono de historiadores del viejo oeste. “Nos preguntan con qué derecho nos interesamos por una historia que, dicen, no es nuestra. Cuando un extranjero llega a un lugar investigando una historia local y concluye algo diferente de la historia oficial tiene esos problemas. En este tema el ejemplo es ir a Utah diciendo que Butch murió en Bolivia. Porque en Utah, Butch sobrevivió, fue un santo, nunca estuvo en América latina y siendo uno extranjero dicen que uno no tiene derecho a meter la nariz en la historia.

—¿Qué respondió a esas objeciones?

—Fuck you! (risas). No, lo que dije fue que la historia es propiedad del público, de los lugareños, de los familiares, de los periodistas, de los investigadores. Cada persona, cada profesión tiene su propia visión.



Principio y fin

Buck y Meadows tienen asistencia perfecta a los Simposios sobre Bandoleros en la Patagonia, ya que participan desde la primera edición. En esta ocasión, presentaron una ponencia basada en fotos, postales antiguas y cartografía para relatar los últimos días de los bandidos en Bolivia.

Pero el punto de partida tiene un encanto particular. “Cada vez que estamos en Cholila entendemos por qué Butch y Sundance vinieron a este lugar”, dijo Meadows en la sesión de cierre del Simposio. Y fue una conclusión que nadie podría discutir.




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