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 domingo, 04 de noviembre de 2007  
Reacción final
Newell’s salvó un punto en un choque clave por el descenso

Mauricio Tallone / Ovación

El partido manejaba los mismos códigos de una final. Y Newell’s sólo jugó de esa manera cuando ya estaba perdido. Primero tuvo que verse en el precipicio para darse cuenta de que Colón era un rival directo por el descenso. Por eso lo empató en la heroica, con un derechazo de Lucero que desactivó ese cóctel explosivo que ya confabulaban la impaciencia con la desesperación. Igual, el 1 a 1 final no fue el resultado soñado, ni el más redituable para seguir capeando la coyuntura del promedio.

Newell’s arrancó el partido con la mente en blanco. Se bloqueó con su sombra. Porque a Colón tampoco se le caían las ideas. Lo suyo fue simplemente seguirle la corriente a los rojinegros del Parque y dejarlo que desnudaran sus enormes problemas estructurales para interpretar el papel que más le convenía. Es que el equipo de Caruso fue vulnerable atrás, a excepción de Germán Ré, demasiado pastoso en el medio y con una liviandad alarmante en el ataque, salvando los minutos finales.

En el primer tiempo su amague de reacción duró lo que un oasis. Fue cuando Steinert recibió de Salcedo y su remate quedó en las manos de Blázquez. Eso fue tan pobre que Colón, con muy poco, hizo más que Newell’s. Un cabezazo desviado de Gandín y una trepada de César González parecieron un derroche de energía en un trámite que tuvo largos lapsos de sosiego.

Lo que se presumía como posible desarrollo para el segundo período fue abortado a los 3 minutos. El cabezazo goleador de Garcé (perdió la marca Ansaldi) le cambió la dirección de lo que pensaba Newell’s. Fue un golpe oportuno que buscó desmoronarlo por completo. Que lo empujó aún más al desorden y a la ceguera futbolística. Mientras tanto, el mercurio tribunero marcaba una temperatura ambiental cada vez más irrespirable en el Coloso.

Ante ese escenario, Caruso intentó corregir con sus modificaciones los síntomas de parálisis que acusaba el equipo. Y en algún punto ese manotazo de ahogado le dio sus réditos. Porque el ingreso de Lucero al inicio del complemento mejoró el tejido de la zona media y con los aportes de Da Silva y Vázquez, la dupla Steinert-Salcedo no se sintió tan sola.

Cuando se intuía que ya no había manera ni solución individual y colectiva, Newell’s se las ingenió para tomar parte en el asunto. Y llegaron los remates de Pablo Pérez, Steinert y Salcedo que erigieron a Blázquez en figura.

Luego vino el mano a mano del delantero paraguayo que devolvió el palo, luego de un grosero error de Garcé, y que ni Vázquez ni Da Silva pudieron rematar.

Colón ya estaba emboscado contra su arco, pero igual tuvo en los pies del ingresado Romero la chance de darle el mazazo mortal al equipo de Caruso. Pero no sólo no lo hizo sino que esa circunstancia activó aún más la vena emotiva rojinegra.

El gol agónico de Lucero retrató como nada esa reacción leprosa. Es cierto, tal vez fue demasiado tarde. Pero fue de atropellada al fin. Justo lo que necesitaba el equipo para no perder ante su gente uno de esos partidos decisivos que juega por el campeonato aparte que tiene.


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Lucero, en el centro de un abrazo grupal por el alivio del empate.

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