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domingo,
04 de
noviembre de
2007 |
El empate fue un premio justo
Newell’s sumó un empate agónico, que en definitiva conformó al cuerpo técnico, jugadores e hinchas. Más allá de que en la previa era obligatorio sumar de a tres ante uno de los rivales directos en esta puja por alejarse de la zona de descenso.
La gente rojinegra recibió al plantel de una manera impresionante, con humos de colores y fuegos de artificio, quizás con el fin de dejar atrás una semana cargada de dimes y diretes por aquellas palabras lanzadas por Ricardo Caruso Lombardi, tras la caída ante Gimnasia La Plata (referida a los “huevos”), algo que había generado cierto malestar en algunos referentes del plantel.
Con toda esa puesta en escena, se intentó dar vuelta la página y pensar en un solo objetivo y primordial: tratar de sumar para sacar al equipo del fondo.
La derrota que se venía consumando hasta el minuto 89 había despertado cierto murmullo, sobre todo en el sector de plateas, ya que en la popular el aliento constante se mantuvo y hasta los cánticos estaban orientados hacia el rival de siempre: Central.
De todos modos, la situación era angustiante y los propios futbolistas, como también Caruso, los sentían a flor de piel. Por algo el DT respiró aliviado y miró hacia el cielo cuando el Negro Lucero, de derecha, puso la igualdad que sería definitiva.
La gente apoyó y presionó con sus cánticos de aliento. Motivó a que los protagonistas multiplicaran su entrega con enorme actitud y pelearan cada pelota como si fuera la última. El empate fue entonces un premio al esfuerzo final (y hasta pudo ser victoria en adicional), aunque el punto no diga demasiado.
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