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domingo,
21 de
octubre de
2007 |
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Charlas en el Café del Bajo
—Le decíamos, con ese aire burlesco, pero en el fondo reverencial que los adolescentes tienen, sin reconocerlo, por los buenos hombres de edad, “el viejo anglicano”. Así, porque algunos se habían enterado de que profesaba esa religión, aunque “increíblemente” fuera profesor en “el colegio de los curas”. Estaba por terminar el año y, como “natural” consecuencia, se vivían aquellos momentos propios del fin, en que cada uno ya tenía su destino sellado. Por eso mismo se pensaba en otras cosas, menos en la clase del día. “El viejo anglicano”, que por entonces tendría más de 64 años, entró como siempre, erguido, con su modal y puntillo que denotaba su raigambre inglesa, pero, para el asombro de todos que guardaron silencio, no se sentó al escritorio, sino que lanzó su carpeta un metro antes de llegar a él, tomó la silla y se apoltronó informalmente justo delante de la clase. Al silencio asombrado de los alumnos le siguieron estas palabras ¿Se acuerda Inocencio?
—¡Cómo olvidarlo!
—“Deben saber, muchachos, que hay una persona, un ser maravilloso, único y poderoso, al que ustedes deberán siempre respeto y particular amor desde hoy y hasta el mismo instante de su muerte. Esa persona a veces se siente temerosa, injustificadamente suele vivir con miedos. ¿Por qué temer? ¿A quién temer? Ningún ser, ninguna circunstancia podrá contra ella jamás si se sabe poseedora del poder que le ha sido dado. Esa persona a veces se siente menoscabada, inferior a las demás. ¿Más por qué suponerse menos? ¿Acaso por aquello que el mundo divide entre bello y no bello? ¿Acaso se puede medir la belleza de un ser por su contexto físico? ¿Sentirse menos por ser menos inteligente o por conocer menos? ¿Pero acaso la sabiduría no es más importante y es medida con otra vara? ¿Y más importante que la sabiduría no es la bondad que bien podría definirse como la sabiduría del espíritu y la inteligencia del corazón? Esa persona de la que hablo a veces se siente culpable ¿Pero por qué sentirse culpable? ¿Porque se es un pecador? ¿Pero acaso alguien puede convertirse en un ser más o menos virtuoso si antes no fue precisamente un despojado de virtudes? Esa persona de la que hablo ?continuó “El viejo anglicano”- a veces se siente extraordinariamente sola, ¿pero por qué tal sentimiento cuando toda la creación la acompaña? Esa persona a veces está afligida, y es bueno que lo esté un poco, pero sólo un poco, que le sirva para elevarse y para valorar, en toda su magnitud, el tiempo de paz que inexorablemente le sobrevendrá. Esa persona de la que hablo a veces se siente y se sentirá débil, sin fuerzas para seguir adelante. No es verdad que carezca de fuerzas, esa es la hipnosis del mal que pretende convencerlo de que ya no puede. Esa persona lo puede y lo podrá todo siempre, hasta el mismo instante de su muerte, porque en esa persona reside lo más grande, lo más maravilloso, lo más poderoso, su espíritu, la luz de Dios”.
—Entonces, Candi, “el querido viejo anglicano” se paró y comenzó a pasar por el lado de cada banco, mientras apoyando la mano en los hombros de todos aquellos silenciosos y emocionados alumnos, les decía: “Ese ser maravilloso sos vos, y vos, y vos, y vos, y vos, y vos...” Y también vos, lector.
Candi II
([email protected]) |
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Psicóloga
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