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 domingo, 31 de diciembre de 2006  
[lecturas]
En el espejo de Alicia

Marta Ortiz

Novela
Era maravillosa, de Gloria Lenardón. Alción Editora, Córdoba, 2006, 177 páginas, $ 22.
La novela transcurre en dos registros espaciotemporales que comprenden, por un lado, la infancia de Eva narrada en primera persona, y por otro su juventud y carrera política tras la partida de Los Toldos hasta la muerte y peregrinaje póstumo del cadáver, en tercera. Interesa el despliegue de la voz narrativa, tal vez se trate del gran hilo conductor que engarza los capítulos remedando el orden caótico y disparatado de "Alicia en el País de las Maravillas". Se crea un dúo en el que la primera persona trama un tejido compacto con la tercera. La voz se desplaza de una a otra, ambas se entrelazan y cuentan lo que ninguna de ellas podría contar sin el auxilio de la otra. Y se puede llegar un tramo más allá: la voz en tercera expone el comentario anónimo, el rumor que se urde con el chisme, el sobreentendido: una suerte de vox-populi o el repertorio de los estratos de saber que dan forma y espesor al mito. Aquí la dialéctica se establece entre la envergadura de un saber popular no siempre habilitado y la contundencia de la verdad histórica comprobable y firme.

De la certeza de ciertas fechas y topónimos que agregan verosimilitud, se gira bruscamente a la reflexión inesperada, al sesgo que aporta el universo privado de esta mujer y de quienes dialogan con ella; y en este movimiento ininterrumpido, cierta lógica infantil acompaña. Y cuando digo "lógica infantil" pienso en el cruce Eva-Alicia, en la elección de la infancia, ese espacio temporal inmóvil, esa "infancia sin devenir, liberada del engranaje del almanaque" tal como la describe Bachelard en "La poética de la ensoñación"; lugar donde fluyen el ensueño y el sueño, donde la verdad lisa y llana puede ser dicha con todas las letras.

La infancia reimaginada por Lenardón apela al disparate, a la irrealidad, al sinsentido. El decir juega su juego en la voluntad lúdica de la autora, despierta en ingeniosas aliteraciones y asociaciones fonéticas y semánticas, en homonimias deliberadas, en el doble sentido, en la alusión sesgada, en la elisión. No se trata por cierto de una escritura acogedora, de esas que se deslizan tersas favoreciendo la rápida comprensión del texto; en estas páginas hay turbulencias y una casi permanente elisión del sujeto, solo quebrada a veces para nombrar a Eva y algún personaje más. El lector debe reconocer a los personajes por la clave de sus señas particulares: el delegado del jopo, el señor picado de viruela, la del pelo revuelto, el rapaz, las "dan más". De la materia excelsa que anida en las estatuas conmemorativas se pasa al detalle pedestre sin ningún puente que aligere la caída: "ella también salía al balcón, con las uñas recién pintadas, se ponía un líquido amargo para no comérselas". Deconstrucción y nueva construcción del mito, fuertes contrastes, claroscuros que representan una mirada colectiva como esa voz también plural que pasa de boca en boca.

La redacción del testamento urgida por la muerte cercana opera como aglutinante o excusa que unifica la narración. Dicha excusa o hilo engarza los momentos culminantes en la vida de Eva: la infancia en Los Toldos, la actriz, el viaje a Europa, la tarea en la Fundación, las leyes buscadas, entre otros.

Esta novela que se propone representar el mito-mujer Eva Duarte, acoge en sus páginas otros mitos: no sólo Alicia, también la Laurencia de "Fuenteovejuna", se oye a Gardel y al General y hasta podría intuirse a Wilde en "El Príncipe feliz" cuando Eva se sueña estatua de piedra. La mirada corresponde a una mirada colectiva, cálida y aprobatoria hacia la dama incansable que elevó el rango de las mujeres ampliando sus derechos: "por fin las mujeres salían de sus tumbas"; la misma que con lógica práctica y concreta de ama de casa marcó la historia política argentina y fue a la vez "hada buena", santa, "la bella imagen de prácticas religiosas caseras", "trapecista sin red", sujeto de amor del gentío en la Plaza de Mayo.

El misterio no cesa, no casualmente el último capítulo describe una visita guiada al cementerio de Recoleta, donde reposan los restos de Eva. Tras la última palabra queda flotando el halo de lo inconcluso, de una trama imposible donde lo dicho, lo sugerido, lo conocido, lo imaginado, lo soñado, crea una realidad suplementaria a la que se le ha intentado dar forma a partir del dúctil, maravilloso espejo que devuelve la escritura.
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De vuelta. Gloria Lenardón publicó su libro anterior, "A corta distancia", en 1994.

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