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 domingo, 31 de diciembre de 2006  
Ajusticiamiento. Saddam creó un régimen basado en el terrorismo de Estado
El final de un megalómano despiadado
Llevó el culto a su personalidad a un extremo grotesco, mientras dominaba con el miedo a los iraquíes

Bagdad. - Durante las más de dos décadas en las que dominó Irak, Saddam Hussein se ganó la fama de despiadado hombre violento que no tenía amigos. Los observadores confirmaron que el ex presidente iraquí tenía una tendencia a la megalomanía y el deseo ardiente de entrar en los libros de historia como un líder importante.

Su sobredimensionado ego y aquello que consideraba su "honor" le eran más importantes que el bienestar de su pueblo, al que mantenía a raya mostrando públicamente su crueldad. Sin embargo, tras su desaparición en abril de 2003, se convirtió para algunos de sus seguidores casi en una figura mística. Otros antiguos aliados, por el contrario, lo acusaron de cobardía y traición.

Saddam Hussein no abandonó casi nunca su país y en los últimos años antes de que cayera su régimen vivió su poder en una especie de mundo de ilusiones. Se rodeaba de militares y políticos serviles que no se atrevían a hacer ni una crítica a su brutal forma de gobernar. Porque el que le llevaba una mala noticia arriesgaba su vida.

Por miedo a atentados, durante todo el tiempo que permaneció en el poder Saddam empleó también a numerosos dobles que lo representaban en comparecencias públicas. El culto a la personalidad fue adquiriendo cada vez rasgos más grotescos. Su retrato -idealizado- no podía faltar en ningún edificio público. Artistas del Estado se encargaban de que siempre hubiera suficientes cuadros, bustos y estatuas de Saddam, así como canciones laudatorias del tirano.


"Papá Saddam lo sabe todo"
El pueblo iraquí temblaba tanto ante su "líder" y había asumido de tal manera el culto a su persona que algunos hasta llegaban a saludar a su imagen incluso cuando nadie los observaba. "Papá Saddam lo ve todo", se les enseñaba a los niños en las escuelas.

Saddam Hussein nació, según datos de su biografía oficial en 18 tomos, el 28 de abril de 1937 en una aldea próxima a la ciudad de Tikrit, recordada en el mundo islámico como el lugar de origen del adorado Saladino. A Saddam, cuyo nombre significa "constante, firme", le gustaba compararse con los kurdos, que expulsaron a los cruzados de Jerusalén.

Nacido en el seno de una familia de pequeños agricultores, Saddam, de quien se cree que durante su infancia recibió muchos golpes, se convirtió ya durante su época escolar en miembro del entonces prohibido partido Baath. Se dice que cuando aún era adolescente cometió su primer asesinato por encargo.

En 1959 participó en un atentado contra el premier Abdel Kassem, que fracasó. Con la llegada al poder del Baath en los años 60, comenzó el ascenso de Saddam, que se deshacía de sus oponentes con una dureza despiadada y que incluso ordenó la ejecución de algún miembro del partido por sospechar que no le era leal.

El régimen socialista del Baath, tanto antes como durante Saddam, mantuvo relaciones privilegiadas con la Unión Soviética, lo que contribuyó decisivamente al rearme de Irak.

Pero durante la guerra contra Irán que decidió Saddam (1980-88) empezó a buscar la proximidad a Washington. Con la ayuda de las monarquías petrolíferas del Golfo y del servicio secreto estadounidense, que proporcionaba a Irak imágenes satelitales de las posiciones iraníes, Saddam sobrevivió a un conflicto que costó cientos de miles de muertos en ambos bandos.

Pero tras la invasión iraquí de Kuwait, en 1990, las cosas cambiaron. El mundo occidental, que sólo había protestado débilmente en los años 80 contra los ataques con gas venenoso contra los kurdos en la ciudad noriraquí de Halabya, lo llamó el "loco de Bagdad" y expulsó a sus tropas de Kuwait en 1991, en una coalición que vio juntas a las tropas estadounidenses, francesas y, algo hoy impensable, sirias.

Pero los aliados no llegaron a Bagdad. En vez de eso, se limitaron a ver cómo Saddam reprimía sangrientamente un levantamiento de shiítas y kurdos. Las fosas comunes halladas en Irak tras su caída, en las que abundan los cadáveres de mujeres y niños, demuestran de manera siniestra cuán alto fue el precio que pagaron los sublevados de 1991.

En los años 90 Saddam Hussein, cuyo pueblo se iba empobreciendo bajo el embargo impuesto por Naciones Unidas, fue reforzando internamente su poder. En vista de la concentración de tropas estadounidenses en el golfo Pérsico, decidió en octubre de 2002 permitir de nuevo la entrada al país de los inspectores de armas de la ONU. Pero cuando se dio cuenta de que este gesto no iba a impedir el ataque anglo-estadounidense de marzo de 2003 para provocar su caída, llamó a realizar una "guerra santa" contra los norteamericanos.

El 9 de abril de 2003, cuando las tropas estadounidenses tomaron Bagdad definitivamente, Saddam Hussein se mostró en público una última vez. Después desapareció. Ocho meses más tarde, en la noche del 13 al 14 de diciembre, tropas norteamericanas lo detuvieron sin resistencia en un escondrijo cerca de Tikrit.

En el proceso que comenzó en 2005 en su contra por la masacre de la localidad shiíta de Duyail en 1982, Saddam se presentó como presidente de Irak y denunció la "ocupación extranjera" del país. El tribunal lo condenó a muerte y el que fuera durante años un líder intocable acabó este viernes colgado de una soga. (DPA)
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