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 domingo, 22 de octubre de 2006  
Ultimas postales de un día agitado en la quinta
Los cruentos choques terminaron escribiendo un nuevo capítulo de la cultura política del peronismo sindical

Rodolfo Montes / La Capital

San Vicente le explotó a Néstor Kirchner muy cerca de la mano. Tal vez algunos lo quisieron así, de un modo deliberado, para perjudicarlo. Otros sumaron el error de ceder la seguridad a los pesados o quizá, más sencillamente, la propia cultura política del peronismo sindical, la del apriete grosero y brutal, escrcibió un nuevo capítulo, recurrente. E inevitable, en tanto expresa una subjetividad, una estética, un modo de entender y transitar la puja por el poder, avalada y fogoneada desde arriba.

La cultura de la pasión militante exacerbada, siempre a un tris de la violencia, está en el corazón del sistema. Como el fútbol necesita de las barras bravas, buena parte del peronismo sindical requiere de los grupos de choque.

San Vicente lo dejó a la vista, pero las bandas de pesados estaban desde antes, desde siempre. Y son parte del juego, como en el fútbol. Porque ayudan a dar "carácter, sentido, identidad, aguante, colorido, garra, espontaneidad y, entre otras cosas, fervor", suelen decir los promotores de la argentinidad al palo.

Hasta ahí, una fiesta para las cámaras de televisión. Pero, se sabe, las pasiones pueden terminar mal, y las bandas se desmadran. Además de ser, muchas veces, usadas, azuzadas, maniobradas, pagadas, instigadas, emborrachadas y drogadas. Al cabo, alienadas.


Sin frenos
"Los muchachos no supieron pisar el freno", comentó -patético- Antonio Cafiero cuando todavía había olor a pólvora y sangre en la cara de muchos heridos que deambulaban por los jardines de la quinta 17 de San Vicente.

Pero el último 17 de octubre, a 61 años del original, luego de once horas de caravana (arrancó muy temprano en la Chacarita), la cureña con el féretro de Juan Domingo Perón llegó a ubicarse frente al pretencioso palco de la histórica quinta, todo un gesto exagerado y anticipatorio del trágico final.

El operativo San Vicente, ya fracasado, ingresó en su etapa más penosa. Muchos integrantes de las bandas sindicales asaltaron el escenario, sin pedir permiso, mientras otros 200 conmovían al país a puro palo, puño y piedra. Todo junto al recién llegado cuerpo de Perón y decenas de fotógrafos, camarógrafos y cronistas, devenidos en testigos.

El tumultuoso abordaje del escenario, curiosamente, terminó beneficiando a varios. Algunos dirigentes, conscientes del papelón, al menos pudieron ocultarse detrás de los muchachos y, con habilidad, escaparle a las cámaras.

Fue el caso del gobernador Jorge Obeid, quien había llegado a la quinta a las 14, antes de los primeros incidentes, y quedó preso de una encerrona trágica.

Cuando estalló la violencia y, entre otros, Kirchner y el gobernador bonaerense, Felipe Solá, se bajaron del acto, Obeid miró a su colaborador Jorge Polacino y estuvo a punto de emprender la fuga. Pero prevaleció la insistencia de Cafiero, quien, engolosinado con su protagonismo, forzó la realización de un acto ya desbarrancado.

Obeid se parapetó detrás del Pola, como lo llama con afecto el gobernador. El hombre, generoso e incondicional, de buena altura (y anchura), le puso el pecho a las piedras que volaron hacia Hugo Moyano y todo el palco. Pero, lo más importante, le puso la cara a las fotos y a las cámaras de televisión, que en ese instante se convirtieron en las armas letales contra todos los rostros que poblaban el escenario.


Por lo bajo
Más de media docena gobernadores peronistas maldijo por lo bajo haberle puesto el cuerpo al bochorno de San Vicente. Jorge Busti, Gildo Insfrán, Mario Das Neves y Obeid, entre otros.

La bronca del santafesino se potenció cuando escuchó a Cafiero minimizar alegremente la gravedad de los hechos. "No tiró a matar", llegó a decir el caudillo respecto de Emilio Madonna Quiroz, el autor de los disparos.

Nunca más apropiada, y perdurable, la frase que pronunció un abatido dirigente al final de acto, evocando al genial Jorge Luis Borges: "Somos incorregibles".
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