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 domingo, 22 de octubre de 2006  
Infraestructura. Un especialista opina sobre el plan para terminar Atucha II
Carlos Palaveccino: "Hay una vuelta de la energía nuclear"
El experto dijo que en Europa se retoma esta alternativa frente a la crisis energética

Carlos Palaveccino es ingeniero químico egresado de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) pero desarrolló la mayor parte su carrera en Alemania como diseñador de reactores nucleares. En el año 64, poco después de que se levantara la prohibición a ese país de realizar actividades atómicas, comenzó a trabajar en la sección de reactores de la AEG, una de las compañías europeas pioneras en la materia, luego absorbida por Siemens. Como jefe de diseño de aquella empresa, participó de la planificación de siete centrales alemanas, y dirigió el emplazamiento de la usina de Gundremmingen, que funciona desde el año 84.

Pocas semanas después de que el gobierno nacional relanzara el plan de desarrollo nuclear, como parte de los anuncios relacionados con la atención de la crisis energética, Palaveccino estuvo en Rosario invitado por la Asociación de Ingenieros Químicos de la ciudad. Jubilado en 1996, tras haber participado como coordinador de programas de investigación para la Unión Europea, el especialista se desempeñó en 2000 como asesor de la presidencia de Nucleoeléctrica Argentina SA (Nasa), la firma estatal que opera las centrales atómicas del país, y en 2001 como asesor de la Secretaría de Energía.

En diálogo con La Capital, opinó que la alternativa nuclear debe integrar el menú de opciones de producción de energía en el país a largo plazo y describió cómo está renaciendo esta actividad en Europa y China, frente a la crisis del petróleo. De todos modos, se mostró crítico del modelo de desarrollo nuclear encarado desde el origen en Argentina y advirtió que, por esa misma historia, el proceso relanzado por el Ejecutivo nacional será "costoso y difícil".

-El gobierno lanzó un plan para reactivar la generación de energía nuclear. ¿Lo ve factible?

-Lo que se quiere hacer es terminar Atucha II, que se comenzó a construir en los 80 y se suspendió en el 95, faltando sólo dos años para terminarla. Ese no es un tiempo excesivo para una central de este tipo. Era un tiempo aceptable. En este momento se está relanzando el proyecto, pero con inconvenientes muy graves. Aunque los equipos están en la obra, desde el 95 hasta ahora han desaparecido fabricantes, por fusión o liquidación, cambios en los programas de producción de los proveedores, etcétera. Hablamos de filtros, de la máquina de recambio de combustible, que fue construida por una compañía de Alemania que se fundió y no tiene sucesor, etcétera. Es un desafío importante, aunque no imposible. Con dinero se puede todo.

-No son equipos que se fabriquen en serie.

-No, son a medida y de a uno. El otro de los problemas es que todas las garantías están vencidas. La firma Siemens no firmó un contrato de construcción de un reactor nuclear con la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) sino que firmó un contrato de suministro de bienes y servicios. Además, Siemens se retiró de la actividad nuclear, con lo cual si la Comisión le pide tal o cual cosa, lo tiene que contratar a terceros a precios exorbitantes.

-¿Qué inversión se necesita?

-En los años 97 y 98 hicimos una estimación de 540 millones de dólares, que es lo que figura en este plan. Pero entre esa época y ahora pasaron varios años. Va a ser más caro. Las últimas estimaciones que yo hice partían de 1.000 a 1.100 millones de dólares, para terminarla. Hasta el 98 se habían invertido 3.200 millones de dólares directamente en la compañía. Sin incluir el costo financiero, que eleva ese monto a 9 mil millones de dólares. Y faltan otros mil millones para terminarla.

-¿Por qué se paralizaron esas obras?

-En el año 95 Cavallo decidió privatizar las centrales nucleares. Entonces, dividió en tres la CNEA. Las centrales nucleares, que formaron Nasa, la autoridad regulatoria nuclear y la comisión residual. La idea era que el inversor privado comprara Atucha I y Embalse Río Tercero, y con lo que sacara de las dos centrales, terminar Atucha II y construir otras tres centrales. Pero el hecho es que nadie las quiso comprar. Solamente hubo interesados en Río Tercero, que anda muy bien.

-¿Por qué?

-Atucha I tiene una disponibilidad muy baja. Es del 70%, cuando tendría que ser del 90%. Es una central única en el mundo, un prototipo, y cada vez salen problemas nuevos. Tuvo problemas de pérdida de refrigerante, roturas, etcétera. Y en Atucha II lo que falta es un contrato certero. En conjunto, las centrales son invendibles. Queda la otra posibilidad, que es hacerla solos. Ese es el camino elegido.

-¿Y es un buen camino?

-Es el único. El otro es cerrarla. Se está pensando que algún otro pueda ayudar, como Canadá, pero Canadá no tiene ninguna experiencia en ese tipo de reactores.

-¿No es mejor alternativa avanzar directamente en nuevas usinas?

-Lo que pasa es que está tan avanzada Atucha II, que es una lástima cerrarla. A la larga, la tecnología nuclear es la única que puede en corto tiempo suministrar la potencia que el mundo necesita. Estuve hace unos meses en China. En el mes de mayo, el gobierno decidió comprar 26 centrales nucleares a 1.000 Mv cada una. En este momento tienen 10. En Argentina, para tener un buen mix de producción es necesario tomar en cuenta la instalación de centrales nucleares. Pero una planta moderna, que tenga iguales en el mundo. No vamos a hacer lo mismo que hicimos con Atucha.

-¿Por qué se construyó distinta al resto?

-Argentina no había firmado el Tratado de No Proliferación Nuclear y era un reactor destinado a producir plutonio. Como en un primer momento el objetivo era militar, se buscó un camino propio. Pero ni los brasileños, que tenían la misma intención, siguieron ese rumbo. Lo que no se entiende es por qué mucho tiempo después también se insistió con lo mismo en Atucha II. La utilización de uranio natural complica la ecuación económica, porque si bien es un combustible barato necesita de la fabricación de agua pesada, mientras para el uranio enriquecido se utiliza agua casi de la canilla, y tiene un rendimiento mayor. Un reactor de uranio enriquecido en Europa está costando en este momento unos 2.500 dólares por kilovatio instalado. En Finlandia se está construyendo un reactor de 1.600 Mv, el más grande del mundo, y eso es más o menos lo que costó. En Europa se volvieron a construir centrales nucleares, luego de mucho tiempo.

-La energía nuclear es muy resistida. ¿Por qué en Europa relanzan esta alternativa?

-Ortega y Gasset dijo allá por los años 50 que la tecnología nuclear era una hija de puta, porque era hija de la bomba. Ese fue el gran problema de la energía nuclear, que dio lugar al nacimiento de un movimiento de resistencia muy importante en Estados Unidos y Europa. Las centrales en un principio eran inseguras, pero con el correr del tiempo se avanzó mucho en ese tema. La oposición se centró, entonces, en el elemento radioactivo. Toda solución requiere una propuesta técnica y una aceptación. Como no se aceptaba nada, no había solución. Y las propuestas técnicas, que las hay, hay que verlas en función del tiempo. Ahora viene un renacimiento porque hay necesidad de energía. En la última cumbre de la Unión Europea, los jefes de Estado acordaron promover la energía nuclear nuevamente. Camino que Francia y Bélgica, por ejemplo, siguieron sin interrupciones. Hoy el 85% de la energía en Francia proviene de centrales nucleares.

-Dice que hay una propuesta técnica para el tratamiento de los residuos. Pero, como se vio en el caso de la venta del reactor de Invap a Australia, nadie quiere estar cerca de esa disposición.

-Todas las cosas tienen su riesgo. El elemento radioactivo que está almacenado en algún lugar, con el tiempo decae, desaparece y se hace inocuo. El mercurio y muchos elementos que tiramos a los ríos están siempre. Es una cuestión de óptica. Por supuesto hay que tener cuidado, ponerlo y acondicionarlo bien.

-¿Cómo es la relación económica entre una central nuclear y una térmica o hidroeléctrica?

-El costo de erección de una central nuclear es mucho mayor que, por ejemplo, una de gas de ciclo combinado. Y el tiempo es más largo. Lo que pasa es que una vez hecha, casi no tiene costos. El combustible es muy barato. Para una central de ciclo combinado, es al revés. Cuesta poco construirla, pero después todos los días hay que pagar el gas. Con un precio de 2.500 dólares por Kv instalado y un precio del petróleo de entre 30 ó 40 dólares por barril, sale lo mismo. Hoy el precio del barril está en 60. La central nuclear es mucho más barata. En Argentina, la alternativa nuclear debe estar dentro del mix de generación. Porque nuestra matriz de producción eléctrica es 45% hidroeléctrica, 45% térmica (sobre todo gas) y 10% nuclear. Los emplazamientos hidroeléctricos están prácticamente todos utilizados. Y respecto del gas, ahora vemos en realidad que si no se hacen inversiones muy grandes no lo vamos a tener porque desde las concesiones se dejó de explorar.

-En el caso de que en Argentina se siguiera la alternativa nuclear. ¿Convendría comprar tecnología ya desarrollada?

-Es lo que hicieron todos los países. En Alemania, Japón y Francia se compró la licencia en Estados Unidos, se armaron compañías conjuntas, y luego siguieron solos. No hay otro país que haya seguido el camino de Argentina, en este sentido.
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El santafesino Carlos Palaveccino trabajó en Alemania en el diseño de centrales nucleares.

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