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domingo,
15 de
octubre de
2006 |
Copas de más. Salud de la Nación indica que la ingesta en la provincia supera en cinco puntos la media del país
Los santafesinos son los mayores
consumidores de alcohol del país
Cifras alarmantes a sólo una semana de la tragedia en que un chofer alcoholizado provocó 12 muertes
Carina Bazzoni / La Capital
No son los mendocinos, famosos por su producción vitivinícola, ni los residentes de la Patagonia, donde un trago ayuda a mitigar el frío. Son los santafesinos los que llevan la delantera por el consumo de bebidas alcohólicas de todo el país. Casi el 15 por ciento de los habitantes de la provincia sostiene una ingesta regular de riesgo, un promedio que supera en cinco puntos la media nacional. Y multiplica por cuatro el porcentaje de Formosa, el lugar donde se registra el menor consumo de alcohol. Datos preocupantes si se tiene en cuenta que la alta ingesta está directamente conectada con los accidentes de tránsito y que hace apenas una semana un camionero, con un alto nivel de alcohol en la sangre, impactó su vehículo contra un micro de estudiantes a la altura de la localidad de Margarita (a 338 kilómetros al norte de Rosario), con un saldo de 12 muertos.
Los números surgen de la encuesta nacional de factores de riesgo realizada por el Ministerio de Salud de la Nación. El estudio busca establecer la incidencia de hábitos y conductas que conducen al desarrollo de enfermedades no transmisibles. Se aplicó en 41.392 hogares, ubicados en ciudades de más de 5 mil habitantes en todo el país donde se indagó sobre calidad de vida, actividad física, peso y alimentación, entre otros aspectos.
En materia de bebidas, Santa Fe mostró una sorpresa. El 21,2 por ciento de los varones mayores de 18 años reconoció tener un consumo sostenido de alcohol, hábito que alcanzó también al 8,7 por ciento de las mujeres. Ellas aseguraron tomar más de una lata de cerveza, copa de vino o medida de bebidas fuertes por día. Ellos doblaron estas cifras, superando los límites considerados de riesgo.
Las medidas, utilizadas frecuentemente en estudios epidemiológicos, no son caprichosas. "El consumo de más de un trago (lata de cerveza, copa de vino o medida de bebida fuerte) promedio por día en mujeres o más de 2 en hombres se define como consumo pesado", advierte el informe del Ministerio de Salud de la Nación y se asocia con mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, hepáticas o cáncer y problemas psicosociales. Además inciden en la generación de accidentes tanto domésticos como laborales o automovilísticos.
Sin embargo, para la titular de la cátedra de Medicina Preventiva de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNR, Mónica Liborio, el tema no es cuánto se bebe, sino cómo y en qué contextos.
"Hay una diferencia entre tomar alcohol y que esto se transforme en un problema de salud pública. Uno puede beber una copa de vino sin que esto tenga consecuencias significativas. Pero si después del trago va a conducir un automóvil ahí sí tenemos un verdadero problema de salud colectiva", apunta.
Sobran ejemplos de las consecuencias del consumo de alcohol y su relación con los accidentes de tránsito. Sin ir más lejos, la tragedia desatada el domingo pasado en la ruta 11. La investigación del caso arrojó que el camionero tenía 1,6 gramo por litro, triplicando el límite aceptado para conducir autos en la ciudad. El episodio impulsó la aprobación por parte de la Cámara de Diputados de un programa provincial de seguridad vial (ver página 7).
Hugo March es el titular de la Dirección Provincial de Prevención y Asistencia de las Adicciones, y las cifras no lo sorprenden. "La capital provincial, individualmente, duplica el promedio del resto de las ciudades del país, lo que eleva notablemente los índices de la provincia", indica. Y reconoce que este problema hace sentir sus consecuencias "gravemente" en la mayoría de los accidentes fatales de tránsito, en episodios de violencia familiar, callejera y deserción escolar."Las bebidas alcohólicas causan más daño individual y social que las drogas ilícitas. Pero nuestra sociedad no sólo acepta, sino que también estimula el consumo de alcohol", advierte March.
Sin embargo, la elocuencia de este diagnóstico no parece corresponderse con políticas adecuadas para la prevención o el tratamiento de personas alcohólicas. Al menos así lo advierten los referentes de distintas organizaciones.
"Las campañas de prevención son improvisadas, asistemáticas y no están a la altura del problema", advierte el director de la Asociación de Voluntarios para el Cambio del Drogadependiente, César de Vega. Si bien señala que tanto la provincia como el municipio desarrollan algún tipo de acción preventiva, como talleres en barrios o en las escuelas "no son sistemáticas ni cuentan con presupuestos adecuados; tienen sólo buena voluntad, pero con eso un alcohólico crónico no hace nada", se queja.
Lo mismo advierten desde Alcohólicos Anónimos. Alberto lleva 11 años coordinando uno de los 15 grupos que existen en la ciudad. Con esta experiencia a cuestas y conociendo las historias de quienes llegan a los grupos, afirma que generalmente en los hospitales no se toma el alcoholismo como una enfermedad. "La gente llega a las guardias con problemas de intoxicación y allí le alivian los síntomas pero difícilmente le ofrecen un tratamiento sostenido", cuenta.
Además de medir el consumo de alcohol en las distintas provincias, la encuesta permite corregir algunos lugares comunes. No son los jóvenes los más vulnerables a la ingesta regular de riesgo, sino las personas entre 50 y 64 años. En cambio, los jóvenes sí aparecen involucrados en situaciones de "excesos episódicos", es decir cuando se consumen cinco o más tragos en una sola oportunidad (ver página 3).
El consumo regular de riesgo se asocia también en forma directa con los ingresos del grupo familiar. Pero, contrariamente a lo que indica el prejuicio, no son los más pobres quienes más beben sino al revés. La mayor ingesta "pesada" se registró en el sector con más de 1.500 pesos de ingresos mensuales (22,1 por ciento), ocho puntos por encima del sector con ingresos de hasta 600 pesos.
Si bien advierte que la investigación debería tener en cuenta variables como los antecedentes del consumo de alcohol en la familia, o los contextos en que se ingieren bebidas alcohólicas, Liborio asegura que para reducir los problemas de salud "no se puede actuar desde lo individual, sino desde lo colectivo", es decir "modificando esquemas, formas o modelos de vida". Y en este sentido, rescata la experiencia del "conductor responsable" impuesta a partir los controles de alcoholemia en Rosario, o las restricciones horarias a la venta de alcohol.
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Los jóvenes de 18 a 24 años encabezan la lista a la hora de hablar de escesos.
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