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 domingo, 08 de octubre de 2006  
[Primera persona]
Marta Bonaudo: "La historia debería generar un sólido pensamiento crítico"
La investigadora y profesora de la Facultad de Humanidades sostiene que en vez de "volver a consagrar a los próceres" hay que "resignificar el sentido de la vida cotidiana"

Angel Oliva

Para aquellos que se sienten inquietos por la legitimidad y la utilidad de la actividad histórica en la sociedad de hoy, una charla con Marta Bonaudo resulta estimulante. Mas aún si se trata de indagar sobre la conflictiva historia argentina. Investigadora principal del Conicet y profesora titular de Historia Argentina II en la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario, dedicada a la historia social y política regional de la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, autora de diversos artículos en revistas especializadas nacionales y extranjeras, su más reciente publicación ha sido el tomo VI de la "Historia de Santa Fe" cuyo título es "La organización productiva y política del territorio provincial (1853 -1912)", editado por la revista Prohistoria y La Capital.

El proyecto viene a cubrir un largo déficit de la historiografía local en cuanto a la historia provincial. Este y algunos problemas en torno a la producción y difusión de la historia son los que aborda aquí la entrevistada.

-Se ha vuelto a plantear en los medios el dilema entre una historia de difusión y una historia académica. ¿Cuál es su opinión al respecto?

-Considero que el planteo es incorrecto porque una historia de difusión puede ser muy sólida académicamente, apelando a un lenguaje coloquial y accesible para cualquier lector. Creo que se propone en esta dirección una falsa dicotomía ya que para que la lectura sea comprensiva no es necesario anular ni el universo teórico ni el conceptual de una propuesta, lo que es imprescindible es que el modo de plantear el problema no se torne críptico para el lector. Muchas veces los historiadores apelan a un lenguaje y a una conceptualización que aliena al lector. Recuerdo que un querido historiador uruguayo, José Pedro Barrán, en un simposio advirtió particularmente a las generaciones más jóvenes sobre el uso del lenguaje, planteando que el excesivo peso de códigos cerrados hacía de la escritura una experiencia elitista y la alejaba de la posibilidad de comprensión de importantes sectores de la sociedad. Es, por ende, imprescindible que recuperemos ese tipo de reflexiones y trabajemos en tal dirección, retomando experiencias caras de divulgación como las que vivenciamos en los sesenta y setenta a través de Eudeba o el Centro Editor de América Latina y que en este momento pueden estar reflejadas o en la "Nueva Historia Argentina" de Sudamericana o en la "Nueva Historia de Santa Fe", gestada en colaboración por La Capital y Prohistoria.

-¿Cómo fue la experiencia de la "Nueva Historia de Santa Fe", teniendo en cuenta el déficit que la historiografía tenía sobre el tema?

-Tanto el proyecto planteado por los editores como las propuestas gestadas por los autores indudablemente se orientaron a superar tal déficit desde diferentes planos. En primer lugar, y pese al limitado desarrollo de ciertas dimensiones de análisis por ausencia de estudios de base, cada tomo intentó justamente problematizar desde interrogantes contemporáneos y con nuevas miradas teóricas o metodológicas esos fragmentos del pasado que quería recuperar. En segundo lugar, se pretendió y se logró ampliar las periodizaciones tradicionales incorporando la historia reciente. En tercer lugar, se desplegaron planos de la vida cotidiana de diferentes actores sociales que permitieron pensar en una "historia al ras", en una historia con la que "gente como uno" pudiera identificarse. Finalmente intentó, y creo que lo logró dado el éxito editorial, que su lenguaje y sus paradigmas pudieran estar al alcance de cualquier lector preocupado por su propia realidad.

-¿Cuál es su punto de vista en cuanto a que la televisión introduzca programas que propenden a la difusión de la historia?

-En un mundo mediatizado como el actual es importante que un medio masivo como la televisión introduzca ese tipo de programas. Pero en esta dirección el debate es en torno a qué historia divulgamos. El éxito mediático de determinados programas en estos últimos años y de ciertos "historiadores" muchas veces se ha planteado como resultado de una renovación del discurso histórico. Allí reside el error desde mi perspectiva. En realidad, no es que a través de la televisión se haya humanizado la historia sino que nuevamente se intenta mostrar una versión en la que juegan héroes y villanos, buenos y malos... pero siempre figuras individuales. Creo que la televisión argentina está perdiendo la gran oportunidad de recuperar toda la riqueza de su historia, de sus hombres y sus mujeres, de una historia al ras, desde abajo, que cree conciencia en los espectadores de cada proceso en un acto colectivo, participativo, múltiple y único.

-Otro tema que ha aparecido en los medios es el debate en torno a la pertinencia o no de escribir sobre los hechos de la historia reciente argentina.

-Considero que este debate se inscribe en otro mayor que es el de la objetividad o subjetividad de la historia como ciencia, debate que también ha mostrado sus falencias y límites en relación al campo de conocimiento. Por ende me parece importante que los historiadores se aboquen a recuperar el pasado reciente. Suelo decir que uno no va al pasado con preguntas del pasado sino del presente y, por ende, me parece relevante recuperar ese presente cercano y no dejarlo sólo en manos de otros cientistas sociales como los antropólogos, los sociólogos o los economistas o bien sujeto a las interpretaciones periodísticas. Pienso que son importantes los aportes que algunos de ellos han realizado pero creo que los historiadores tenemos mucho que decir al respecto y posiblemente con herramientas diferentes.

-Se ha interpelado en distintos momentos a la producción de historia de linaje universitario en cuanto a la utilidad social de su producción. ¿Cuál sería su balance en ese sentido?

-Hubo un tiempo en que no sólo la producción histórica sino toda la proveniente del campo social alimentó la reflexión y estimuló la construcción de sentidos de la sociedad. Ese tiempo tuvo sus logros y sus fracasos pero es indudable que la sociedad sentía a la Universidad como una de sus voces, se acercaba a ella, interactuaba. Hoy eso no existe. Si bien aspectos del neoliberalismo parecen en retirada, no va a ser fácil volver a recuperar ese lugar, un lugar que debe ganarse más allá de las consignas, más allá de visiones vanguardistas, interrogando, interpelando a la sociedad, generando diagnósticos compartidos para poder junto con ella, ni más adelante ni más atrás, gestar un proyecto societal inclusivo, coherente, plural.

-La disciplina histórica desde la constitución del país ha estado ligada a la escolaridad. ¿Como caracterizaría la relación entre historia y tarea escolar teniendo en cuenta los cambios operados en las currículas escolares de los últimos años?

-El comienzo de la discusión en torno a las pautas que regularon la dinámica educativa durante los noventa puede ser un buen o mal punto de partida. Todo depende del nivel de participación que como educadores y como actores sociales asumamos. La historia ha sido desplazada de esas currículas escolares y es conveniente que volvamos a recuperar el espacio perdido. Pero al recuperarlo deberemos preguntarnos para qué. En el marco de la profunda fragmentación y exclusión social a la que nos enfrentamos no es suficiente estimular el saber histórico meramente para favorecer constituciones identitarias ciudadanas formales. Considero que el mayor aporte que puede hacer la historia a una nueva currícula escolar es mostrar el difícil camino a través del cual hombres y mujeres fueron construyendo alternativas a los códigos de exclusión, a la marginalidad, a la intolerancia. Recuperar aquellas perspectivas que estimularon la equidad, la libertad y el compromiso. No retornar a la consagración de próceres sino resignificar el sentido de la vida cotidiana, de la lucha cotidiana, de esos actores que son gente como uno, sobre los cuales recae en gran medida la posibilidad de gestar nuevas experiencias que ayuden a reconstituir el tejido societal y permitan repensar el horizonte utópico. La historia debería ser en la escuela el espacio generador de un sólido pensamiento crítico, ya que trae el pasado al presente y nos lo muestra con sus posibilidades y límites. Entre lo que permanece y cambia, los historiadores deberíamos hacer un equilibrio, pero seguramente muchos apostamos a desbalancear la ecuación potenciando lo que cambia.
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Definición. Bonaudo plantea la necesidad de rediscutir el perfil de la historia en la escuela.

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