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 domingo, 08 de octubre de 2006  
[lecturas]
Cartas desde el desierto

María Ortiz

Novela. Querdio amigo, de Angélica Gorodischer. Edhasa, Buenos Aires, 2006, 262 páginas, $ 29.

En tiempos de auge de la comunicación en soporte digital (chat, correo electrónico, mensajes de texto que suprimen vocales y reemplazan algunas consonantes por otras), comunicación urgida por el vértigo, la escasez de tiempo y la sobreinformación, Angélica Gorodischer elige la desaparecida carta en soporte papel como recurso poético y escribe así su primera novela epistolar. La ubica en el siglo XIX, crea un personaje flemático y discreto, inventa un país: Abdas, en Medio Oriente, un lenguaje, el abdassí, y una ciudad: Birnassam, en medio del desierto y le otorga usos, costumbres, arquitectura y mitología propias. Que además se trate de su primera novela de contenido erótico y que esté narrada por una voz masculina, acentúa el contraste y ubica este relato en un lugar de excepción dentro de su narrativa.

"Querido amigo" abarca un período estimado entre 1809 y 1815, tiempo suficiente para que el protagonista Albert-George Ruthelmeyer, remitente de las cartas a su amigo el Duque de Bartram-Weld, diplomático inglés enviado a Abdas por Su Majestad para firmar un acuerdo bilateral entre ambos países, descubra que Birnassam es una ciudad semejante a un jardín de delicias que día a día lo absorberá hasta que él tome la decisión de no regresar a Inglaterra y adoptar a Abdas como a su nueva patria y a los abdassirís como a sus compatriotas. Curva de tiempo vivido que lo llevará también a modificar su antigua firma Albert-George Ruthelmayer, por el lacónico y orientalizado Albgeor que cierra las últimas cartas.

La novela se estructura en nueve capítulos que aluden a la llegada y a la construcción de un hogar propio en Birnassam y tres títulos intercalados que sugieren climas semejantes a los cuentos de "Las mil y una noches": historia de la mujer del tasador, historia de la mujer del guerrero y la historia de la enamorada imprudente.

En Birnassam las casas no tienen cerrojos, no hay muebles sino cojines y las paredes han sido reemplazadas por rammas de seda blanca. Un lugar lejos del dolor y de la muerte donde la molicie, el sopor, la pereza, el calor sofocante, el viento y el sol ubicuos crean una burbuja muelle y entelada, narcótica y serena; se abre allí un ambiente propicio para la trama surcada de encuentros eróticos que ha de vivir Rhutelmeyer, y que se expresa en un lenguaje acorde a la época, abundante en metáforas y comparaciones. La poderosa sensualidad que exuda este texto reside entonces en la intensa textura de un lenguaje visual y refinado que encadena imágenes, alude y elide según la necesidad expresiva: "mi alma galopaba por los prados verdes húmedos de la aurora junto al mar montado en una corza blanca que apenas tocaba el suelo con sus cascos de oro y el viento me traía el olor del desierto...".

En esta ciudad utópica que bien podría ser una de las "ciudades invisibles" que Marco Polo le traducía en imágenes a Kublai en el libro de Italo Calvino, la traición y el desinterés son considerados pecados y las casas permanecen oscuras hasta que una mujer entra en ellas, acto que las inunda de luz. Las mujeres son misteriosas, ellas guardan secretos irreductibles en los que el hombre no pueden penetrar. Los múltiples ojos de una diosa que remeda al gigante y guardián Argos, vigilan.

La trama erótica no impide detenerse en la reflexión. Ruthelmeyer ha sido literalmente domesticado por Birnassam, ya no volverá a Inglaterra porque ha elegido otra patria: "la patria no es el hombre y el lugar sino el lazo que los une, eso que lo adormece de noche y lo acicatea de día". Los abdassirís no reprimen cuanto atañe al sentimiento, permitiéndose sentir, eso de lo que no se habla en la Inglaterra decimonónica dominada por eufemismos, remilgos y melindres. Se enfrentan aquí las costumbres occidentales y las orientales en torno a la sexualidad, la virginidad, la pareja. Un lugar, en fin, donde se enjuician los valores hipócritas, se cultiva la felicidad, se busca y se practica la dicha. En suma, una utopía en cuya trama todos desearíamos vivir cautivos.

La narración envuelve y compromete al lector con sus promesas de futuro como aquel estimulante "continuará" de las novelas semanales. Como la interrupción de la narración de Scherazade que dejaba en vilo al califa hasta la noche siguiente, Ruthelmeyer también promete más: "Quisiera poder decirle, querido amigo, que fueron felices y terminar así esta historia. Pero hay más."

No hay duda de que en cada novela de Angélica Gorodischer se lee un sutil "continuará", y que además de los 22 libros de narrativa ya publicados quedan aún muchas palomas y pañuelos de colores brillantes que sacar de la galera. La narradora hace un culto del libre ejercicio de la imaginación, transita la fantástica como quien transita cómoda los itinerarios de su propia casa. En sus últimos libros, "Historia de mi madre" (2004) y "Tumba de jaguares" (2005), ha esbozado una teoría en torno a la escritura del cuento y la novela. De un modo análogo, en "Querido amigo" pone en boca de Ruthelmeyer una suerte de poética afirmando que un pensador nada descubrirá que no haya sido antes examinado a la luz de la imaginación. Ajustándose al canon aristotélico dirá que "la imaginación es una tenue percepción" y que "las palabras son las encargadas de patentizar y comunicar eso que la imaginación nos deja apenas entrever, la huella de la verdad, el rastro de la evidencia, aquello que es tan grande y tan importante como para escapar a los sentidos y al entendimiento racional".

En otras palabras, para Gorodischer, la imaginación representa la única puerta de acceso a lo real. Lo demás es puro cuento.
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Cambios. Gorodischer incursiona en el género erótico y asume la voz de un narrador.

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